
Jeff Bezos, el acaudalado propietario del “Washington Post”, le comunicó esta semana a su plana periodística que, de ahora en adelante, la página editorial del diario se enfocará en defender dos pilares: libertades individuales y mercados libres. El éxito económico de EE.UU. no se explica –dice Bezos– en ausencia de estos y ha llegado el momento de combatir el menosprecio que han sufrido últimamente en el mercado de las ideas.
Muchos que se autoperciben como liberales en lo económico han respondido con júbilo a este anuncio. Yo quisiera celebrar con ellos, pero encuentro que Bezos es, más bien, un ejemplo de cuán conveniente es hoy para algunos “titanes” de la industria tecnológica pretender que se puede ser liberal en lo económico sin serlo en lo político, y ensalzar o convivir con el autoritarismo y la censura cuando sirve a sus intereses.
Yo coincido, dicho sea de paso, con parte del diagnóstico que hace Bezos en su carta al personal del “Washington Post”. Un diario como este bien podría tener más voces genuinamente liberales (en el sentido clásico del término), para contrapesar el efecto del bipartidismo estadounidense que promueve opinantes progresistas y conservadores que calzan mejor con las ideas de los partidos Demócrata y Republicano, respectivamente.
Como remedio a este problema, Bezos podría haber optado por rebalancear ideológicamente su plana de columnistas para que los liberales tengan un peso relativo por lo menos igual al de los progresistas o conservadores. Yo hubiese aplaudido tal cosa, pero eso no es lo que ha hecho. La orden que ha dado, textualmente, es no publicar opiniones reñidas con los dos preceptos que mencioné al inicio.
Esto es problemático por varias razones. Una es que no todos los liberales piensan igual respeto de todos los temas. ¿Significa esto que Bezos va a publicar a los más libertarios en perjuicio de los más moderados porque estos sí aceptan algunas limitaciones a la libertad como pagar impuestos?
Pero incluso si Bezos admitiese algún nivel de debate entre distintas clases de liberales, el que haya optado abiertamente por censurar en su página editorial a quienes no lo son, es algo que yo encuentro antitético a ser liberal. Quien se reivindica como tal, entiende que la competencia es buena en todos los mercados, incluido el de las ideas, y que su objetivo debe ser mostrar el debate, no callarlo, y que sea la solidez de sus propios planteamientos lo que prevalezca.
Bezos parece concebir a su diario como un órgano de propaganda, lo que es una forma –nada liberal– de menospreciar la inteligencia de sus propios lectores. Está cómodo con que operen en una burbuja privada de opiniones discrepantes, trasladándoles a ellos el costo de buscar ese debate en cualquier otro lado.
Algún cínico podría decir que el compromiso con la objetividad o la neutralidad siempre fue, para los medios, una cuestión más comercial que de principios, porque la diversidad de opiniones permitía llegar a múltiples audiencias. Pero lo cierto es que algunos medios –notoriamente el “Washington Post”– sí exhibían un rigor encomiable en tener variedad y debate en sus páginas editoriales. Y, en esa medida, cumplían un rol pedagógico fundamental en toda democracia, que es enseñarle al ciudadano a tener, a la vez, mente abierta y pensamiento crítico, a valorar que haya personas valiosas que, casualmente, piensan distinto.
Es de notar que en su carta Bezos no menciona una sola vez la palabra “democracia”, aun cuando su diario es célebre por el lema “la democracia muere en la oscuridad”. Bezos, que debe ser uno de esos “liberales” que creen que puede haber mercados libres sin democracia –ignorante al hecho de que son las dos caras de la misma moneda–, debería sincerar aquel lema para que ahora diga: “La democracia muere cuando los liberales eligen la censura en vez del debate”.

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