Cómo no recordar a nuestros maestros y maestras que nos educaron y enseñaron en el colegio. Aquellos que, junto con nuestros padres, abuelos y otros parientes, nos acompañaron en la adquisición de nuestros primeros conocimientos. En ese espacio vital que llamamos colegio, escuela y, a veces, liceo, nos enseñaron una serie de disciplinas, desde las ciencias exactas y las humanidades hasta la educación física, pero lo más importante es que nos educaron influyendo en el desarrollo de nuestras creencias, personalidad y carácter. Eso es más que enseñar; eso es educar. De allí, la gran responsabilidad del profesor y de la profesora en el colegio. Son, en el fondo, como unos artistas que van construyendo una obra de arte porque están contribuyendo a moldear nuestro futuro.
Enseñar es parte de educar, pero educar es la sutil tarea de saber formar a un ser humano integral, sobre todo a una edad delicada y muchas veces indefensa como lo es la niñez y la pubertad. Pues, como se sabe, mientras más y mejor educado esté el ser humano, sobre todo en valores, tendremos una mejor sociedad, una nación en donde la ética marque nuestro comportamiento. Podemos tener una nación de personas con valores y libres, dueñas de su destino individual y colectivo.
Por ello, van mis palabras de agradecimiento a mis profesoras y profesores que tuve en los colegios en los que estudié. Mención especial para Luís Martel Rivera. Mi promoción del colegio Maristas San Isidro lleva su nombre. Justo homenaje a este maestro de maestros, porque algunos de sus discípulos todavía ejercemos la docencia a nivel universitario en la que, por lo general, se enseña más que se educa. Martel nos enseñaba cursos de humanidades y ciencias sociales, y continúa reuniéndose con la promoción, sobre todo cuando organizamos nuestras comidas, en donde él es y será siempre nuestro invitado de honor. Este profesor que nació en ese hermoso departamento de clima primaveral que es Huánuco nos sigue aconsejando y apoyando.
Igualmente, el momento es oportuno para recordar que un 6 de junio de 1972 , hace 50 años, se fundó el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana, mejor conocido como Sutep. Un sindicato que cuenta con 300.000 afiliados y que, por sus logros y larga trayectoria, junto con la CGTP, es la más importante central sindical del país.
No se fundó en Lima, sino en el Cusco, y su primer secretario general fue el luchador y carismático Horacio Zevallos Gámez. Él y otros maestros tuvieron una participación decisiva en la recuperación de la democracia en 1978, que daría origen a la Asamblea Constituyente que produjo la Constitución de 1979, luego derogada por el autogolpe de Alberto Fujimori que impuso una dictadura cívico-militar. Este régimen fue igualmente enfrentado por el Sutep, que mostró una fuerte resistencia a las medidas antisindicales del Gobierno más corrupto que hemos tenido a lo largo de nuestra historia republicana.
Esta historia en la que, por imponer un modelo económico neoliberal fundamentalmente centrado en el mercado, se han violado derechos laborales y democráticos, porque se rompió el equilibrio entre el poder del empresario y del sindicato en detrimento de este último. Algunos sindicatos resistieron y se pararon firmes frente a la amenaza de un sistema que los expulsa; entre ellos, el Sutep, que en los años 80 se enfrentó a Sendero Luminoso, evitando que controlara el magisterio.
Desde su fundación, siempre defendió los derechos de los maestros y los auxiliares de educación, y una escuela pública gratuita y de calidad, lo que sigue siendo una meta en la educación nacional. Consiguió que se modificara el artículo 16 de la Constitución para que la educación sea considerada un derecho fundamental y no meramente un servicio, para que se destinara el 6% del PBI para el sector, para que se pagara el 100% de la CTS a los maestros y para que se destinara el 30% de la deuda social por preparación de clases y evaluación, que muchas veces no se contabiliza, siendo esos quizás algunos de los trabajos más importantes y difíciles que realizan los maestros.
Podemos coincidir o discrepar con algunas decisiones y acciones del Sutep, pero es innegable el importante rol que este ha jugado en la historia del sindicalismo peruano y en la defensa de los derechos del magisterio.