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Era solo para las cámaras
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La congresal es, qué duda cabe, un tema impopular. La suma de escándalos, investigaciones fiscales, conflictos de interés, blindajes y otras prácticas parlamentarias vergonzosas ha motivado que un grueso sector de la ciudadanía quiera, cada cinco años, apretar el botón de reinicio y cambiar de cuajo a todos sus representantes. La experiencia inmediata, sin embargo, ha demostrado que prohibir la reelección no solo no soluciona los problemas del Legislativo, sino que los agrava. En el 2021, por ejemplo, el hemiciclo fue copado en su mayoría por advenedizos que vieron en el cargo una oportunidad única para medrar antes que el inicio de una carrera política de largo aliento. La cantidad de ‘Niños’, mochasueldos, aliados de la minería ilegal y similares dan cuenta de ello.

En este Diario, hemos defendido la reelección congresal, entendiendo que la alternativa es peor. Por supuesto, también es válido sostener lo contrario y abogar por un recambio total de los parlamentarios cada quinquenio. Lo que sí es criticable es mostrarse en contra de la reelección para obtener las palmas de la tribuna y luego, muy suelto de huesos, presentarse a esta como si nada. Y eso es justamente lo que.

Legisladores como Sigrid Bazán o Guido Bellido, que fueron sumamente críticos con la reelección, ahora anuncian, entre bombos y platillos, sus candidaturas al 2026. Mientras que otros, como Alfredo Pariona y Jaime Quito, que no aparecen en ninguna lista, no descartan sumarse pronto en calidad de designados, por lo que el número final de parlamentarios que se opusieron a la reelección, pero que ahora la persiguen, podría seguir creciendo en las próximas semanas. Al respecto, es muy esclarecedora la respuesta que dio el congresista Quito a este Diario cuando se le preguntó si estaría dispuesto a reelegirse a través de una reforma a la que se opuso: “Sí, pues, pero ya es un hecho que existe”. Una lógica parecida a la que usan varios de sus colegas para defender los bonos que reciben cada año y que podría resumirse en la frase: “No estoy de acuerdo, pero, ya que existe, pues lo tomo”.

Como ha mencionado el experto en temas parlamentarios, Alejandro Rospigliosi, en este Diario, se trata de una muestra de “oportunismo político” y de “absoluta hipocresía”. Dos rasgos bastante difundidos en el Palacio Legislativo, pero no por ello menos reprochables, y que harían bien los electores en no perder de vista.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Editorial de El Comercio

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