Tras la antología de despropósitos que protagonizó el Ejecutivo con ocasión del toque de queda que no pudo sostener dos días atrás, este Diario ha ratificado que, a su juicio, lo mejor para acabar con el caos que reina en el país sería la renuncia del presidente Pedro Castillo. Su absoluta incapacidad para gobernar ha quedado en evidencia a lo largo de los ocho meses que lleva en Palacio; y ahora, con la desobediencia civil que provocó la ya mencionada medida, su autoridad ha quedado seriamente mellada.
El otoño que acaba de empezar parece haber contagiado, pues, al Gobierno de la atmósfera de languidecimiento final que lo caracteriza, pero nada sugiere que el jefe del Estado esté dispuesto a tomar la decisión de interrumpir su mandato. Daría la impresión, más bien, de que su propósito es sobrevivir de alguna manera a la crisis terminal que lo envuelve y continuar sometiéndonos a los costos del aprendizaje de una función que a todas luces lo excede.
Otro que parece aferrarse a lo mismo es el presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres, quien venía ya con una mochila pesada tras su paso por la cartera de Justicia. Todos recordamos el exabrupto con el que atacó al presidente del BCR, Julio Velarde, por haber criticado la intención gubernamental de limitar los intereses financieros, su demanda para que se investigase a los accionistas de Antamina por la posibilidad de que estuvieran “entre los empresarios que quieren vacar al presidente” y el arrebato cascarrabias que lo hizo llamar “muchachito tonto” a un periodista que lo entrevistaba. Así como también sus ataques a la fiscal encargada de uno de los casos que más compromete al presidente y su anuncio –luego cumplido– de ‘revisar’ el nombramiento del entonces procurador general del Estado, Daniel Soria, para finalmente destituirlo.
Todo eso hizo anticipar que su llegada a la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) vendría acompañada de confrontaciones y abundantes muestras de intolerancia. Y, en honor a la verdad, el ministro Torres estuvo a la altura de las expectativas… Pues mientras por un lado describió a los sectores que estaban detrás de la segunda iniciativa de vacancia presidencial como “esos ladrones que nos robaron en gobiernos anteriores por miles de millones”, añadiendo que impulsaban la referida iniciativa “porque perdieron la mamadera en 200 años de vida republicana”, por el otro sus ataques iracundos contra la prensa no cesaron.
A este Diario, en particular, le acaba de atribuir por enésima vez la absurda condición de “golpista”, que rechazamos tajantemente. “No podemos desconocer que en el Perú existe una prensa ladrona de la verdad que desinforma permanentemente, que engaña a la población”, ha dicho ayer en entrevista a una radio colombiana… Pero, claro, de respuesta a nuestras críticas y a los destapes periodísticos, nada.
Nada acerca del hecho de que, después de haber sido el primero en sentenciar que Vladimir Cerrón nada tenía que ver con el Gobierno, esté actuando hoy como el garante de un Gabinete cerronista. Nada acerca del hecho de que ese Gabinete esté repleto de miembros con denuncias por asuntos que van desde los plagios en tesis universitarias hasta los presuntos asesinatos, y que avalaron, además, la necia medida de inmovilización social que tan penosamente naufragó dos días atrás. Nada acerca de la acusación que pesa sobre él de haber dado instrucciones para que la publicidad del Estado sea utilizada como un mecanismo para premiar o castigar a los medios según su cercanía o distancia con el Gobierno. Nada, en fin, acerca del manto de protección que ha contribuido a echar durante este gobierno, primero como ministro de Justicia y luego como jefe del Gabinete, sobre funcionarios agresores de mujeres, investigados por terrorismo o abiertamente incapaces para desempeñar el cargo que se les asigna en la estructura del Estado.
Si es cierto que a Pedro Castillo el cargo de presidente le ha quedado grande, lo mismo se puede decir de Aníbal Torres respecto de la PCM.
Contenido sugerido
Contenido GEC