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Peligroso hartazgo
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La última encuesta de revela una realidad inquietante: los peruanos mantienen un hartazgo profundo hacia la clase política tradicional que recuerda peligrosamente al ambiente electoral del 2021, cuando el descontento ciudadano catapultó a a la presidencia. Cinco años después, las condiciones que permitieron el ascenso de un ‘outsider’ sin experiencia política permanecen intactas, e incluso se han agudizado.

Los números son elocuentes: el 53% de los peruanos prefiere un candidato nuevo en política, frente a solo 38% que opta por alguien con experiencia. Más preocupante aún, el 63% de los ciudadanos no simpatiza con ningún partido político, mientras que el 73% desconfía de los organismos electorales. Estos datos revelan una desafección democrática que trasciende las preferencias partidarias para convertirse en un rechazo sistémico.

El fenómeno de Pedro Castillo en el 2021 no fue casualidad, sino la consecuencia lógica de esta crisis de representación. Un maestro rural sin experiencia política logró capitalizar el hartazgo popular hacia los partidos tradicionales, presentándose como la antítesis del establishment. Su mensaje resonó en un electorado que, según los analistas, ya no votaba por convicciones ideológicas, sino por rechazo a lo conocido. Castillo no ganó por sus méritos, sino porque representaba todo lo que los políticos tradicionales no eran.

Hoy, la encuesta de Datum muestra que los líderes de los tres partidos que dominan la Mesa Directiva del Congreso –Alianza para el Progreso, Fuerza Popular y Perú Libre– concentran los mayores niveles de rechazo. Keiko Fujimori alcanza un 59% de desaprobación, César Acuña llega al 56% y Waldemar Cerrón al 52%. Estos porcentajes reflejan el costo político de haber sido percibidos como parte del establishment que ha colaborado con el actual gobierno.

La paradoja es que quienes concentran mayor simpatía son precisamente figuras que no pertenecen al núcleo duro de la política tradicional o no han tenido una participación muy activa en esta (salvo el caso del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga). Esto confirma que la ciudadanía sigue apostando por la novedad como vía de escape del sistema que rechaza, reproduciendo el mismo patrón que llevó a Castillo al poder.

El riesgo es evidente: en un contexto en el que ningún partido supera el 6% de simpatía y en el que la desconfianza hacia las instituciones electorales alcanza niveles históricos, el escenario está preparado para la irrupción de nuevos ‘outsiders’. La experiencia del expresidente golpista demostró que la inexperiencia política, lejos de ser un obstáculo, puede convertirse en una ventaja electoral cuando el hartazgo social alcanza niveles críticos.

Los analistas advierten que este fenómeno no es exclusivo del Perú, sino parte de una tendencia global en el que la antipolítica y el ‘politainment’ se ha convertido en una fuerza política vigorosa. Sin embargo, el caso peruano presenta características particulares que lo hacen especialmente vulnerable: la crisis del sistema de partidos políticos y la volatilidad electoral extrema.

La pregunta no es si aparecerá un nuevo ‘outsider’ en el 2026, sino cuáles serán las características de esa figura y qué tan preparada estará para ejercer el poder. Y es que mientras los partidos tradicionales no logren reconectar con la ciudadanía y demostrar que pueden ser parte de la solución, el hartazgo seguirá siendo combustible para aventuras políticas que, como la del hoy detenido exmandatario, pueden terminar siendo más destructivas que transformadoras.

Editorial de El Comercio

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