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Desde este espacio hemos sido críticos de determinadas políticas de la administración de a cargo de . Por ejemplo, en lo que respecta a sus ataques al sistema de libre comercio global. Al mismo tiempo, sin embargo, es justo reconocer que este gobierno norteamericano es el primero en un buen tiempo en prestarle atención a la región latinoamericana.

En noviembre pasado, el documento de la Casa Blanca sobre la estrategia nacional de seguridad confirmaba el nuevo interés estadounidense por sus vecinos del sur. Luego, esta semana tuvo dos eventos relevantes para el país en ese sentido. El primero fue la visita de agentes del FBI y de la Administración para el Control de Drogas de los Estados Unidos para ayudar a diseñar una estrategia de combate a la inseguridad. El segundo, y más relevante, fue la orden del presidente Trump que inició formalmente el proceso para proponer específicamente al Perú como un “aliado principal no perteneciente a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)”. La iniciativa ahora debe pasar por la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.

Según el documento, el interés de EE.UU. está en el apoyo que el Perú pueda ofrecer en temas de “seguridad compartida, incluyendo la estabilidad regional, la lucha contra el narcotráfico y los lazos económicos”. Esto es una buena noticia para el Perú. Más allá de asuntos económicos, EE.UU., como primera potencia global, puede ser un aliado invaluable para enfrentar algunos de los asuntos más apremiantes para el país, principalmente en lo que respecta a la inseguridad ciudadana y el combate al crimen organizado. No se trata, en lo más mínimo, de ceder soberanía, sino de tejer redes globales de cooperación para asuntos de interés común.

Si bien las relaciones diplomáticas, de seguridad y comerciales del Perú no pueden obviar el escenario geopolítico de rivalidad entre Estados Unidos y China, el país debe aprovechar –con responsabilidad– las oportunidades que se le presentan. Además, nuestra posición geográfica, oferta de recursos minerales, diversidad de ecosistemas, entre otros, pueden hacer del Perú un jugador a mirar en el tablero global. El gobierno tiene la tarea de apalancar estas ventajas lo mejor posible para obtener colaboración de potencias aliadas y mejorar la calidad de vida de la población. El Perú siempre será dueño de su propio destino, pero la ayuda estratégica de fuera es también bienvenida.

Editorial de El Comercio.

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