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Aquí no se salva nadie
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José Jerí es el presidente constitucional del Perú. Los procedimientos institucionales se respetaron; su toma de mando es legítima. Pero eso no impide criticar los excesos que siguieron para llegar hasta aquí.
Con elecciones a la vuelta de la esquina, el Congreso –casi igual de impopular que la expresidenta Dina Boluarte– decidió, de un momento a otro, reemplazar a la jefa del Estado. Las razones que se dieron para tamaña acción no eran nuevas –frivolidad presidencial, avance del crimen, ineficacia del Gabinete, etc.–; lo que había cambiado era la cercanía de los comicios, y con ello el cálculo político. En el apuro, optaron por dejar al cuestionado congresista, y hoy presidente de la República, Jerí, al frente de la Mesa Directiva, lo que le valió a este la banda presidencial.
¿Solucionará esto los problemas de inseguridad ciudadana? No hay mayor motivo para pensar que la administración de Jerí –una persona inexperimentada en esta y otras lides– será más efectiva que la anterior. Lo que sí se consiguió, más bien, es sellar la imagen del Perú como un país ingobernable, caótico, y que no se puede poner de acuerdo consigo mismo. Subyace a esto una búsqueda de poder mezquina y cortoplacista de todas las tiendas políticas. No se salva ni una, ni de izquierda ni de centro ni de derecha.
Dina Boluarte fue una mala presidenta, pero al menos formó parte de una plancha presidencial elegida por la ciudadanía. El presidente Jerí –un personaje relativamente desconocido para la mayoría– llegó al poder, más bien, por un acuerdo entre bancadas. Eso resta confianza de la población en el sistema democrático y, de cara a los siguientes comicios, puede generar apatía, resentimiento o, en general, promover un voto que prometa patear el tablero. Desde la otra orilla, quienes pretenden forzar la destitución de Jerí –usando, por ejemplo, las protestas programadas para la próxima semana– generan más zozobra y caos innecesario para perseguir, ellos también, su propia agenda política. Insistimos: aquí no se salva nadie.
Atrapados entremedio de este tira y afloja de alianzas, cálculos, manipulaciones y traiciones quedan la debilitada democracia nacional y la degradada figura presidencial. Los partidos políticos y sus líderes no han demostrado estar, ni de cerca, a la altura de lo que su responsabilidad demandaba de ellos. Quedan todavía seis largos meses por delante, y la carrera electoral recién empieza.

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