La prensa ha jugado un papel importantísimo en los últimos años no solo porque ha mantenido a la ciudadanía informada en tiempos en los que las crisis políticas han sido una constante, sino también porque ha sido clave para el destape de múltiples casos de corrupción y para hacer que los políticos y funcionarios involucrados rindan cuentas por los actos que se les imputa. Así, la libertad de expresión y el ejercicio sin restricciones del periodismo independiente son ingredientes claves en el sistema democrático y cualquier intento por socavarlos debería ser visto con preocupación y alarma.
Y esto es precisamente lo que los candidatos elegidos para disputar el balotaje de junio, Keiko Fujimori y Pedro Castillo, deberían generarnos, aunque por diferentes razones y en distintas escalas.
En lo concerniente a la señora Fujimori, basta con remitirse a la conducta de su bancada parlamentaria entre los años 2016 y 2019 para saber que no siempre ha sido afín al trabajo de los medios de comunicación. Como se recuerda, sus congresistas estuvieron entre los principales defensores de la llamada ‘ley Mulder’, que buscaba prohibir la publicidad estatal en diarios, radio y televisión. Aunque esta norma fue declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional, quedó el sinsabor de aquello que la motivó: la animosidad a la prensa por parte de algunos legisladores. Al mismo tiempo, fue desde su agrupación que las parlamentarias Úrsula Letona y Alejandra Aramayo promovieron una norma para regular a los medios.
Pero si los antecedentes de Keiko Fujimori dejan mucho que desear en este aspecto, el plan de gobierno presentado por Pedro Castillo ante el Jurado Nacional de Elecciones deja poco espacio para las dudas. Sus intenciones de establecer rígidos controles a los contenidos de los medios de comunicación están nítidamente descritas en el texto, y se sustentan en elucubraciones carentes de evidencia y en conjeturas abiertamente ideologizadas.
En el campo de la publicidad estatal en medios privados, por ejemplo, el documento en cuestión plantea posiciones similares a las de otros candidatos, pero tanto o más preocupantes. Según dice, este tipo de auspicio es un “soborno encubierto para mantener el sistema sobre el cual se asienta el gobierno”, un discurso socorrido fácilmente contradicho por el hecho de que, para la mayoría de los medios, este tipo de ingresos solo constituyen una parte pequeña de todos los que reciben. Asimismo, el retiro o continuación de estos anuncios pagados no puede determinarse por el capricho de un gobernante, sino a partir de las necesidades comunicacionales del Estado.
“El socialismo no aboga por la libertad de prensa, sino por la prensa comprometida con la educación y la cohesión de su pueblo”, señala en otro punto. Una posición cuyos alcances se hacen explícitos cuando se refiere a establecer una censura previa, encabezada por los ministerios de Educación y de Cultura, a los contenidos de la radio y la televisión, para atajar lo que consideran “basura”. En otras palabras, poner al gato de despensero. Al fin y al cabo, ¿qué son los contenidos “basura”? ¿Qué entrañan precisamente la “moral y las buenas costumbres de la sociedad peruana” que el plan de gobierno se propone salvaguardar? ¿Qué garantiza que esto no sea una herramienta para amordazar los contenidos incómodos para el Ejecutivo? Absolutamente nada y supone una peligrosa puerta que ningún demócrata debería abrir.
A esto se añaden las falsedades que el texto lanza contra este medio y elementos como la obligatoriedad del título de periodista para ejercer la profesión y la animosidad expresa contra instituciones como la Sociedad Interamericana de Prensa, que en más de una ocasión ha velado por la libertad de prensa en países como Venezuela. Además, cita a Vladimir Lenin, Fidel Castro y Rafael Correa como referentes ejemplares en el tópico, cuando son todo lo contrario…
Dicho todo esto, será importante que los ciudadanos sean cuidadosos a la hora de votar en la segunda vuelta. La democracia hay que preservarla y la presencia de medios que no estén amarrados por el poder de turno es clave para ello. Sin controles y sin mordazas.
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