Editorial El Comercio

Como con toda generalización, es injusto pintar a toda la clase política peruana con el mismo brochazo. Personajes oscuros, de pocos escrúpulos, con ambición desmedida de poder y patrimonio hay varios, pero no son todos. Figuras como la del gobernador de Ayacucho, , no obstante, completan tan bien el listado de características o estereotipos del político cuestionable que, cuando aparecen bajo los reflectores, dañan irremediablemente la imagen del resto de sus colegas. Su participación en la novela de los relojes de lujo y pulsera de la presidenta ha regresado el interés por alguien que encarna a la perfección la figura del político de pasado turbio.

Oscorima no es, pues, un político amateur. En el 2011 empezó su primera gestión como presidente regional de Ayacucho en las filas de Alianza para el Progreso. Llegó al cargo regalando billetes de S/100 durante su campaña. Su fortuna la había ido construyendo años atrás a través de salas tragamonedas (rubro conocido por sus vínculos con la economía ilegal). En su camino de empresario, acumuló denuncias por apropiación ilícita, estafa, evasión de impuestos, entre otras acusaciones recogidas en un informe de este Diario de junio del 2011.

De ahí en adelante, su imagen solo empeoró. Consiguió la reelección en Ayacucho en el 2014, con un frente regional, y el año siguiente fue condenado a cinco años de cárcel y tres de inhabilitación en el cargo por el delito de negociación incompatible debido a presuntas compras irregulares de maquinaria. Luego de la condena en segunda instancia, Oscorima pasó a la clandestinidad. Tras nueve meses escondido, fue capturado en Lima y, según los policías responsables, les ofreció S/100.000 por dejarlo nuevamente en libertad. Estuvo recluido en el penal de Cachiche, en Ica, hasta que, en el 2017, la Corte Suprema anuló la sentencia y fue repuesto en el cargo de gobernador. Logró ganar una tercera elección en Ayacucho para el período 2022-2026.

Y tiene casos aún más serios por los que responder. Actualmente enfrenta una investigación del equipo especial Lava Jato por el presunto favorecimiento de la empresa Obrainsa en la licitación para la construcción de una carretera. La coima habría sido de más de S/850 mil. Otros casos vinculados a malversación, negociación incompatible y colusión desleal también lo siguen. La fiscalía anticorrupción de Ayacucho, por ejemplo, lo investiga por una adjudicación de S/22 millones que este año ganó Esperanza Rojas, su aliada política.

Quizás alguno de estos casos en investigación explique finalmente los S/4,9 millones de origen no identificado que recibió Oscorima entre el 2016 y el 2020, según lo destapado ayer por la Unidad de Investigación de este Diario. La división de lavado de activos de la PNP indica también que las empresas del gobernador y su familia estarían vinculadas a actividades ilegales. En vista de los antecedentes, mayor atención sobre la gestión regional de Ayacucho estaría más que justificada.

¿Cuál es la relación entre un personaje como este y la actual presidenta de la República? Según la encuesta Datum-El Comercio publicada ayer, el 92% de los ciudadanos no cree la versión oficial sobre el préstamo de los relojes Rolex. La misma encuesta apunta a que solo el 7% de la población respalda a la presidenta, la cifra de popularidad más baja para cualquier presidente desde Alejandro Toledo en el 2004. Nada bueno puede venir para la presidenta Boluarte de su ‘wayki’ Oscorima. Haría bien en ser transparente a la hora de hablar de sus relojes y sus cuentas, y haría bien también en alejarse por completo de un sujeto con tan oscuro pasado.

Editorial de El Comercio

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