En lugar de tirarse un balde con agua helada en la cabeza para levantarse los ánimos, recomiendo al respetable público lector darse una vuelta por el puente Armendáriz, en Barranco, para ver la impresionante construcción de la nueva Universidad de Ciencia y Tecnología (UTEC) que se está levantado allí donde antes había un terral espantoso.
Esa obra, cuyo diseño arquitectónico ha ganado un importante premio en el ámbito internacional, es una pastilla ‘extra large’ de optimismo sobre el futuro del país: una apuesta privada por la educación universitaria de calidad en ingeniería. No solo por la cantidad de concreto que se está vertiendo a ritmo frenético, sino por el proyecto integral de formación de escala internacional que está detrás. La UTEC será, sin duda, nuestro pequeño gran MIT (Massachusetts Institute of Technology).
Barranco tiene aquí una oportunidad de oro para acompañar este fenómeno y subirse al coche de la modernidad urbana en la zona de influencia inmediata de este ambicioso proyecto. Allí se tendría que propiciar el desarrollo de un espacio vivo y pleno de energía ciudadana alrededor de negocios y actividades complementarias, como ocurre con tanto acierto y gusto alrededor de las grandes universidades en el mundo. Es decir, un “microcosmos” de cafés, pequeñas tiendas y negocios diversos que acompañen esa vida universitaria y todo lo que ello implica y alienta. Un ‘cluster’, como se dice ahora, de civilización y verdadera ciudad.
Para ello, sin embargo, hay que repensar varias piezas de legislación municipal cuyo diseño obedece, como en todos los distritos limeños, a los principios de la anticiudad. Aquí una lista preliminar de sugerencias:
Primera, hay olvidarse de la dicotomía entre zonificación residencial y comercial. Eso puede funcionar en Miami, pero no en Lima. En esa zona de Barranco hay que permitir los negocios de pequeña escala y nula externalidad negativa que se entremezclan con la vida de sus habitantes y visitantes. No tiene sentido una zona “residencial” donde los residentes no pueden salir a un café o visitar una librería sin sacar el auto o tomar un micro. Un mejor ejemplo a imitar es Buenos Aires.
Segunda, rehacer el actual Índice de Usos de Actividades Económicas permitidas, porque el existente es un invento de los planificadores para organizar los rubros económicos, no para disponer el mejor uso del espacio para vivir. Este tiene aberraciones, comunes a todos los municipios del Perú, que permiten en esa zona de Barranco brindar, por ejemplo, servicios de “astrología y espiritismo”, pero no de alquiler de bicicletas. Se puede vender antigüedades, pero no alquilar videos. Un sinsentido.
Tercera, Barranco puede ser el distrito pionero en replantear las exigencias de estacionamiento que agobian a los nuevos negocios. La zona está llena de pequeñas fincas y solares antiguos que no verán jamás la luz de la renovación urbana si se exige que en sus modestos 120 o 150 metros cuadrados se respeten retiros de 3 metros, se deje 35% del área libre y se metan dos estacionamientos dentro del lote. Eso solo deja espacio para medio baño y una casita de perro.
La UTEC traerá muchas cosas buenas para el Perú. También puede traer estupendas noticias para Barranco y sus vecinos. La misma ambición que han puesto los privados para este proyecto debe tener la alcaldesa para aprovecharlas. Autoridades mediocres tenemos a pasto; visionarias y emprendedoras, esas son las que nos faltan.