Doménico Fonseca

“Mañana traeré todas mis imágenes e imanes para decorarlo”. Eso fue lo que dije cuando recibí, por primera vez, un casillero en el colegio. Mis compañeros de clase pensaron lo mismo y, al día siguiente, todos habíamos llegado muy temprano para decorarlos. Cada vez que empezamos a disfrutar de un nuevo (como un nuevo sitio de trabajo o un nuevo cuarto), existe la tendencia a querer decorarlo como más nos guste y convertirlo en algo mucho más personal.

El concepto de “ámbito” en la literatura nos ayuda a entender este fenómeno. El ámbito literario es el lugar –ficticio o real– en donde sucede el hecho. Lo característico de este concepto es que, teniendo en cuenta su descripción, podemos entender mejor los sentimientos de los personajes. Por ejemplo, si el ámbito literario es uno descrito con mucha lluvia, frío y temerosamente, podríamos inferir que el personaje no la está pasando bien. E inversamente, si el ámbito es descrito de manera cálida, con sol y ruidos placenteros, podríamos inferir que el personaje está muy contento.

Al igual que uno decora su casillero, al igual que el escritor modifica el ámbito literario, nosotros, como ciudadanos, podemos convertir nuestro espacio público en un lugar más ameno y que simbolice nuestra idiosincrasia.

Un espacio público adecuado trae muchos beneficios. En primer lugar, unirá a los habitantes. Al tener un encantador lugar en común, se creará un sentimiento de pertenencia hacia la ciudad y hacia la comunidad. Sin duda, ello hará que la ciudad sea más unida e inclusive más amable.

En segundo lugar, atraerá más comercio y turismo. Debido a sus cualidades, más personas frecuentarán esos lugares. Al ser un epicentro de consumidores, el comercio querrá estar cerca, lo que aumentará el valor de los lugares aledaños y, eventualmente, se proporcionarán más ofertas de negocio. Asimismo, al ser un lugar concurrido, aumentará el interés en los turistas en ir a conocer.

Por último, promueven la salud. Por un lado, dan pie a que los ciudadanos puedan utilizarlos como centros para ejercitarse o meditar. Evidentemente, dichas actividades mejorarán su salud física y mental. Y, por otro lado, se pueden aprovechar dichos espacios para fomentar las áreas verdes y tener un ambiente más ecológico.

Actualmente, existen iniciativas municipales para mejorar nuestro espacio público. Es esencial que esos programas continúen y que se impulse la creación de nuevos. Es por ello que, al igual que mis compañeros y yo hicimos con nuestros los casilleros, al igual que el escritor redacta el ámbito acorde al personaje, como ciudadanos tenemos que hacer nuestros los espacios públicos. Hagámoslo.





*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Doménico Fonseca es estudiante de Derecho de la Universidad de Lima