Pese a la pandemia del COVID-19, los mineros han continuado con sus ilegales actividades, arrasando los bosques de la Amazonía. (Foto: Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Madre de Dios)
Pese a la pandemia del COVID-19, los mineros han continuado con sus ilegales actividades, arrasando los bosques de la Amazonía. (Foto: Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Madre de Dios)
Redacción EC

Al año 2000, la superficie de bosque de la peruana era de 744.617 km2. Desde ese entonces hasta el 2018, la afectó el 3% de ese espacio, que son aproximadamente, 2.29 millones de hectáreas (229 mil km2). Ello equivale aproximadamente a todo el territorio de Belice, país ubicado en la costa este de Centroamérica, según datos publicados en el nuevo Atlas Amazonía Bajo Presión, de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferencial (Raisg).

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Según el mencionado documento [ver al final de la nota], la minería de oro ilegal ha intensificado sus operaciones. Históricamente, Madre de Dios ha sido la región que más concentraba esta actividad, que ha ocasionado daños en territorios de indígenas y áreas protegidas como la Reserva Nacional de Tambopata, sin embargo, ahora también se ha incrementado en Amazonas, Huánuco y Loreto. Ello, pues se ha identificado minería ilegal en ríos como el alto Marañón, Putumayo, Napo, Pachitea y otros.

En total, en 16 regiones de la cuenca amazónica está presente la minería ilegal, ya sea de manera parcial o total. “Para este atlas se ha identificado y registrado la expansión de esta actividad no regulada en 182 localidades entre ubicación de balsas/dragas (”pequedragas”) y áreas de extracción, 48 más en comparación a lo registrado en el 2018″, se lee en el documento.

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La investigación recuerda que, a pesar de la pandemia por el COVID-19, la minería ilegal ha continuado con sus operaciones en la amazonía este año. Por ejemplo, en Madre de Dios se ha expandido a nuevos espacios dentro de la misma región. Además, se han expandido a otras regiones, tal como ocurre en la cuenca del río Nanay (Loreto), afectando a numerosos pueblos indígenas de diferentes culturas, y a las Área de Conservación Regional (ACR) Alto Nanay-Pintuyacu Chambira, en donde inicia la cuenca, y a la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana (RNAM), por su cercanía.

En efecto, en estos meses, El Comercio ha ido reportando el hallazgo de dragas en diversos puntos de Madre de Dios. Por ejemplo, en octubre, en la desembocadura del río Inambari, 16 dragas, 500 galones de combustible, entre otras maquinarias e insumos que usan los mineros para realizar sus ilegales actividades. Todo fue destruido.

En ese mismo mes, en Loreto, extrayendo oro en el área de conservación de la Reserva Natural Allpahuayo – Mishana, cerca de las comunidades de Puca Urco, San Juan de Ungurahual y Diamante Azul, ubicados al margen del río Itaya. Las personas, al verse descubiertas, huyeron por el monte.

En el documento elaborado por Raisg si bien se brindan cifras, también se menciona que por su misma naturaleza y poca información existente sobre esta actividad ilegal hace difícil conocer su real dimensión, “por lo mismo esta información es una base de datos que está en constante construcción y actualización”.

LA SITUACIÓN EN OTROS PAÍSES

Entre los años 2000 y 2018, Brasil ocupó el primer lugar con la mayor cantidad de área deforestada en la Amazonia. Esto fue el 12% de 3.800.455 km2 de bosques, lo que equivale aproximadamente al tamaño de Iraq.

Los otros cuatro países cuyos bosques amazónicos sufrieron el mayor impacto fueron Bolivia, con el 7% (del tamaño de Bélgica), Ecuador, 6% (Palestina), Colombia, 4% (El Salvador) y Perú.

En total, en ese mismo periodo, de los nueve países con bosques amazónicos, el área deforestada alcanzó el tamaño de España.

Datos sobre Raisg

Es un consorcio de organizaciones de la sociedad civil de los países amazónicos, orientado a la sostenibilidad socioambiental de la Amazonía, con apoyo de la cooperación internacional.

Genera y difunde conocimientos, datos estadísticos e informaciones socioambientales geoespaciales de la Amazonía, elaborados con protocolos comunes para todos los países de la región; hace posible visualizar a la Amazonía como un todo, las amenazas y presiones que se ciernen sobre ella y la búsqueda de oportunidades para la conservación de la región.

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