Era de noche y Noely llegó a Juliaca, a dos horas de su hogar, Asillo en la provincia de Azángaro, para cenar con un amigo. Comieron pizzas y ella tomó un par de vasos de agua. Era la noche del 29 de junio, uno de los últimos momentos que ella recordaría.
Al salir del restaurante, la joven de 22 años, le pidió a su compañero que la acompañe a una botica, pues su madre le había pedido una recarga para su celular. Ella ingresó mientras su amigo la esperaba en la esquina. Hizo la recarga y al salir de la botica vio un grupo de hombres en la acera del frente que comenzaron a molestarla.
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Noely trató de no darles importancia y siguió caminando, hasta el momento en que comenzó a sentirse muy mareada, vio negro, luces borrosas y acto seguido se desvaneció.
Por días, su madre no supo nada de ella. La salida con su amigo a comer pizzas y la recarga del celular era lo último que la madre supo de su hija. Desesperada, llegó hasta la plaza de armas de Juliaca para denunciar públicamente la extraña desaparición de su hija.
No hubo rastro de Noely por seis largos días. Sin embargo, el 5 de julio, una joven fue hallada en Ilo, Moquegua. Era ella. Fue encontrada atada de pies y manos y con una soga en el cuello.
La aparición de la joven, bachiller en psicología, va en contra de las cifras, pues solo 4 de cada 10 mujeres desaparecidas en Puno logran ser ubicadas con vida.
“Todos los días hay casos nuevos. Las personas se enteran de la desaparición porque las familias hacen marchas. Esta vez Noely es un milagro que esté viva”, dice Lupe Gómez Huamán, defensora pública de víctimas del Ministerio de Justicia (Minjus), especializada en trata de personas.
La aparición de Noely fue crítica, apareció en el mar y por el golpe de las olas fue que ella logró despertarse. Con esfuerzo, pudo llegar a la arena donde pidió ayuda. Ahí, fue auxiliada por un vigilante que la llevó a la comisaría, pero por el estado en el que se encontraba, rápidamente la trasladan a un hospital.
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Lupe Gómez es quien relata lo sucedido con Noely. Ella se encuentra en Lima, pero constantemente está buscando cómo puede ayudar a familias que pasan por situaciones así de duras en regiones. “Cuando las personas desaparecen, las familias vienen a Lima con el objetivo de buscar más ayuda para encontrar a la persona desaparecida”, explica.
Noely solo ha dado una declaración a la policía, pues por el momento se encuentra con apoyo emocional y médico. En este, ella indicó que tiene muy pocos recuerdos del tiempo que estuvo desaparecida porque cada vez que ella se levantaba, le ponían un trapo en el rostro para volver a dormirla. Sin embargo, durante este tiempo ella escuchaba más mujeres llorando.
Desde enero a julio de este año, son 399 personas las desaparecidas en Puno, de las cuales 261 son mujeres, según cifras de la policía. Es decir, el 65% de personas que desaparecieron en la región son mujeres.
Sin embargo, estas cifras no son ajenas a lo que sucede en el resto del Perú.
Cerca a la fecha de desaparición de Noely, también desapareció una menor de 13 años que después de 4 días apareció. Todos estos delitos se tratan como crímenes de secuestro al momento de ser investigados por las autoridades. Sin embargo, por las características de ciertos casos – como el de Noely – hay algunos que, paralelamente, se investigan como trata de personas.
La oficina trata de personas del Minjus en Puno actualmente investiga tres casos de mujeres desaparecidas como sospechosos de trata, explicó Rolando Caira, defensor público de víctimas de trata de dicha oficina. El llanto de otras mujeres, los traslados, dormir a la joven y otros factores, hacen que el caso de Noely sea investigado de esta manera.
Caira indica que la situación de desaparición de mujeres y trata es algo con lo que deben luchar día a día en Puno, ya que muchas mujeres terminan en esta situación por necesidad económica. “Si las jovencitas consiguen un trabajo en la ciudad, por ejemplo, en un restaurant, les pagan entre 500 y 800 soles, pero si les ofrecen ir a la mina informal, ahí ganan 2.500 soles. Viendo esa situación, a ellas las engañan y se van”, sostiene.
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En el caso de las menores de edad esto varía. “Generalmente todos los casos vienen de familias disfuncionales, problemas expulsadores como la violencia física o psicológica. Esas situaciones son las que contribuyen a que las señoritas menores de edad busquen un lugar con trabajo y sean captadas al lugar de explotación que generalmente son en las mineras informales como la mina La Rinconada”, explica Caira.
Tras la ubicación de Noely en Ilo, ella fue tratada en un hospital y fue la única vez que conversó con la policía. Una vez estable, ella regresó a Asillo con su madre y desde entonces ha tenido acompañamiento psicológico y médico debido a los eventos vividos.
Sin embargo, además de que la justicia llegue a su hogar, Noely necesita con urgencia ser trasladada a Lima pues el apoyo psicológico que está recibiendo en Puno no es suficiente. Hasta el momento, eso no se ha logrado. Ella necesita una terapia con psiquiatra que solo puede obtener en la capital, explica Lupe Gómez.