Durante más de sesenta años, las rondas campesinas se han organizado para proteger sus tierras, ganados y combatir la delincuencia que aqueja a los pobladores de sus comunidades. Esta práctica, que surgió como un mecanismo natural para la regulación social dentro de su ámbito territorial y tras la falta de presencia institucional del Estado en el interior del país, hoy es respaldada por el candidato a la presidencia Pedro Castillo, del partido Perú Libre.
El aspirante a Palacio de Gobierno ha reiterado en algunas oportunidades que en un eventual gobierno suyo fortalecerá las rondas campesinas para trabajar de la mano en la lucha contra la inseguridad ciudadana.
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“Queridos hermanos ronderos, este problema social de la delincuencia lo dejamos en manos de ustedes”, dijo Castillo el último martes desde Cajamarca.
Incluso, el candidato, quien deberá enfrentarse en una segunda vuelta con Keiko Fujimori de Fuerza Popular, indicó que impulsará el desarrollo de estas organizaciones e intentará asignarles un presupuesto en caso llegue a ser el presidente.
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El origen
Alrededor de la década de 1960, en Cajamarca se había acentuado un grave problema que puso en alerta a los ciudadanos de esta región: el aumento del abigeato, o robo de ganado.
Ello afectaba potencialmente a los campesinos, por lo que se vieron obligados a permanecer despiertos en grupos organizados durante las noches para cuidar que no se lleven a sus animales. A esto se sumó una ola de bandolerismo que actuaba a vista y paciencia de la policía.
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En ese contexto, los pobladores organizaron la primera Ronda Campesina (RC) en diciembre de 1976 en la comunidad de Cuyumalca, ubicada en el distrito y provincia de Chota, en la región Cajamarca. El objetivo principal era poner fin al abigeato y combatir la delincuencia. Así lo señala la investigación del antropólogo José Pérez Mundaca en su publicación ‘Rondas campesinas: poder, violencia y autodefensa en Cajamarca central’.
Las RC nacieron netamente autónomas, y la ausencia del Estado en el interior del país obligó a que los pobladores empezaran a organizarse y a ampliar esta práctica en todos los ámbitos de la comunidad.
Otros elementos importantes que llevaron a que se organizaran las rondas campesinas —explica Pérez Mundaca— fueron aquellos que “genéricamente traducen un proceso de modernización: la proliferación de escuelas en el campo; la participación cada vez más creciente de hijos de campesinos en la educación secundaria e incluso superior, que les dio no sólo un nivel de instrucción al que antes no podían acceder, sino que los contactó también con la efervescencia revolucionaria que emanaba de institutos y universidades y que facilitó contactos con gremios como la CGTP, SUTEP y con partidos políticos de izquierda que comenzaron a hacer labor proselitista en el campo; la mejora de las vías y medios de comunicación; la migración masiva, entre otros”, según el investigador.
Fue por ello que las rondas se convirtieron en autoridades, y no solo enfrentaban a los abigeos, sino que además empezaron a impartir justicia entre los propios moradores de las comunidades de la región de Cajamarca.
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Cuidar las noches
Luego de que se formara la primera ronda campesina para combatir el abigeato, los ronderos empezaron a organizarse en casi todos los caseríos de Chota. Los hombres adultos salían a rondar por el territorio comunal, mayormente en horas de la noche. Se establecían turnos y puntos estratégicos para estar atentos ante cualquier movimiento sospechoso.
En paralelo, se pusieron en funcionamiento los comités de ronda en cada uno de los caseríos, lo que ellos denominaban ‘casa rondera’. Allí, los pobladores se reunían y llevaban a cabo las asambleas para elegir a los integrantes en cada comunidad.
Inicialmente, el objetivo de los campesinos era detener a los abigeos y entregarlos a la policía; sin embargo, se dieron cuenta de que los intervenidos recuperaban su libertad al poco tiempo de ser entregados a las autoridades. Frente a ello, los ronderos decidieron hacer justicia bajo sus propias reglas.
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Fue entonces que lo detenidos empezaron a ser trasladados por los campesinos hacia las casas ronderas. En ese lugar eran interrogados por los propios ronderos y, en determinados casos, sancionaban a los intervenidos con trabajo comunal o, incluso, con castigos físicos. Para esto último, usaban un látigo y los azotaban en la parte posterior del cuerpo.
“Las rondas campesinas usaban y usan chicotes, látigos. Es parte de impartir la justicia social ancestral”, explica a El Comercio Pedro Yaranga, analista en seguridad estratégica y responsabilidad social sostenible.
Con el paso del tiempo, el accionar de las rondas se amplió a todo acto delictivo o conflictivo dentro de la comunidad. Pasaron de ver casos de seguridad a la resolución de todo tipo de conflictos, teniendo como fin la búsqueda de la armonía comunal. Por ejemplo, la disputa de tierras y linderos de propiedades, inconvenientes entre vecinos, problemas familiares, violaciones, robos menores, agresiones físicas, asesinatos, entre otros.
Sobre el rol de la mujer en las rondas campesinas, Yaranga comenta: “En 1960 las mujeres que son aguerridas también formaban parte de las rondas campesinas. Ellas hacen redadas, rondas, apoyaban en el control del pueblo. En algunos casos, cuando la situación peligra, las mujeres hacen ollas comunes para alimentar a la gente que forma las rondas”.
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Las rondas se expanden
De acuerdo con una publicación de la antropóloga Raquel Yrigoyen Fajardo, titulada ‘Hacia un reconocimiento pleno de las rondas campesinas y el pluralismo legal’, a finales de los 70 e inicios de la década de los 80, la demostración de la eficacia de las RC dio lugar a una rápida expansión hacia muchas regiones del país como Piura, Huaraz, Cusco, Puno y la selva. En estas zonas, las rondas campesinas empezaron a constituirse en el órgano de justicia comunal.
Yrigoyen señala que a inicios de los 90 el gobierno de Alberto Fujimori promulgó normas legales en favor de la militarización de las rondas; no obstante, estas no aceptaban militarizarse, y por consiguiente fueron reprimidas. Los jueces y fiscales consideraban —escribe Raquel— que la actuación rondera se encontraba fuera del marco legal y que no tenían competencia para administrar justicia. Cientos de dirigentes ronderos fueron perseguidos y procesados por delito contra la libertad individual, secuestro, lesiones y delitos contra la administración de justicia, entre otros.
Cara a cara con el terror
Actualmente, bajo de denominación de rondas campesinas existen tres organizaciones sociales distintas. Estas son: la Ronda Campesina (RC) autónoma como órgano político de la comunidad; la Comunidad Campesina (CC) legalmente reconocida, que también cuenta con una ronda campesina que apoya con la administración de justicia; y los Comités de Autodefensa (CAD).
Estas últimas eran apoyadas por Fujimori y eran además dependientes del Ejército. Estaban vinculadas con la estrategia contrainsurgente para hacer frente a la violencia que implantaba Sendero Luminoso en algunas zonas del centro y sur del país.
Según Pedro Yaranga, es necesario marcar la diferencia entre las rondas campesinas y los comités de autodefensa. El papel que jugaron es —afirma— totalmente distinto.
“Algunos confunden diciendo que las rondas campesinas han enfrentado al terrorismo; eso es falso. Las rondas campesinas nacen para enfrentar a los abigeos para que no se lleven los ganados, de esa manera han continuado organizándose y han ocupado un gran sector del norte del país”, indica Yaranga.
Luego agrega: “Desde 1982 salen los comités de autodefensa; no son rondas campesinas, son aquellos que en el camino se armaron y se enfrentaron directamente, cara a cara, con Sendero Luminoso y lograron sacarlos del campo. Ellos sí enfrentaron al terrorismo”.
Yaranga detalla que las RC se dedican al control social y apoyo en tema de seguridad ciudadana. Sobre los CAD, señala que actualmente “ya no enfrentan a Sendero”, lo que hacen ahora es apoyo social y control territorial. Pero —remarca— la diferencia entre los ronderos y los comités autodefensas es que en los CAD algunos utilizan escopetas, mientras que las RC no las usan.
Asimismo, Pedro Yaranga señala otra de las diferencias entre estas organizaciones: “Las rondas campesinas están reconocidas por ley, pero los comités autodefensas aún no”.
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La lucha por la legalidad
Tras más de una década en que se formó la primera ronda campesina en Cajamarca, se promulgó la Ley N°24571 en noviembre de 1986; esta reconocía a las rondas campesinas pacíficas, democráticas y autónomas como organizaciones destinadas al servicio de la comunidad y a la protección de sus tierras y ganados.
Esa ley permitió reducir la represión policial y judicial que sufrían los ronderos. Sin embargo, la misma norma ordenaba que las autoridades políticas acrediten a los miembros de las RC. Por ese entonces, el gobierno del APRA solo acreditaba a las rondas campesinas que estaban vinculadas a dicho partido, generando una división en las organizaciones.
Dos años después, en 1988, el gobierno de Alan García promulgó el Decreto Supremo 012-88, buscando corporativizar y subordinar a las RC ante la Policía, lo cual tuvo un fuerte rechazo de las RC.
A nivel internacional, en 1989 el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoció en las poblaciones indígenas y tribales los derechos de autogestión y de administración de justicia. Dicho convenio apuntaba a que debían respetarse los métodos a los que los pueblos interesados recurren tradicionalmente para la represión de los delitos cometidos por sus integrantes.
Perú ratificó este convenio, que entró en vigencia el 2 de febrero de 1995. A la par, la Constitución de 1993 reconoció el derecho a la identidad étnica y cultural, y afirmó el principio del pluralismo jurídico estipulado en el art. 149: “Las autoridades de las Comunidades Campesinas y nativas, con el apoyo de las rondas campesinas, pueden ejercer las funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, de conformidad con el derecho consuetudinario, siempre que no violen los derechos fundamentales de la persona”.
Pero el dictamen que fue de mayor relevancia e importancia para las rondas campesinas fue la Ley N°27908 promulgada en enero del 2003. Esta reconoce a las rondas como organización de vigilancia y de administración de justicia en cuanto apoyan a las comunidades campesinas:
En los último días, Pedro Castillo ha vuelto a poner el tema de las rondas campesinas sobre la mesa. El líder de Perú Libre ha manifestado que en un eventual gobierno suyo fortalecerá estas organizaciones autónomas para trabajar de la mano en la lucha contra la inseguridad ciudadana
Al respecto, Pedro Yaranga afirmó a este medio que es “innecesario” que el próximo Gobierno saque otra ley para impulsar el desarrollo de las rondas campesinas. “Lo que podría ser es consolidar un proyecto que esté financiado por los gobiernos regionales para fortalecer la seguridad ciudadana”, sostuvo el experto.
Yaranga agregó: “Como él [Pedro Castillo] es parte de las rondas campesinas, probablemente quiere sobresalir como la única persona que considera que eso es una novedad, pero ya no es una novedad, porque simplemente se requiere que los gobernadores regionales y locales incluyan dentro de la seguridad ciudadana a las rondas campesinas”.
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