¿Qué pasará con el fujimorismo ahora que el expresidente Alberto Fujimori, su líder histórico, falleció? Jaime de Althaus da su perspectiva sobre la situación de la corriente política.
— Alberto Fujimori ha estado presente en las últimas décadas de la política peruana. ¿Qué legado deja?
Alberto Fujimori resolvió los problemas más graves del Perú en ese momento [los noventa]: la hiperinflación, el terrorismo, el conflicto con el Ecuador, logró la paz. Reconstruyó el Estado y nos dejó una economía de mercado que lanzó una era de crecimiento acelerado, que ha durado varias décadas, que redujo la pobreza y generó una clase media emergente. Economía asfixiada ahora por regulaciones. Creo que si, en vez de ceder a la tentación de perpetuarse en el poder, se hubiera ido en el 2000 y hubiera regresado en el 2005, el Perú ahora sería un país desarrollado. Lamentablemente cedió a la tentación autoritaria. Quiso perpetuarse en el poder y controlar las instituciones para ese fin. Debió ser procesado por eso, no por violaciones de derechos humanos.
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— ¿Considera que si se iba en el 2000 sin una nueva elección, al fujimorismo se le miraría diferente? Porque los delitos por los que Fujimori fue condenado se cometieron en su gobierno. Igual hubiera sido sentenciado.
Si él se retiraba el 2000, hubiera ganado la elección del 2005 con facilidad. El país ahora sería otro. Y creo que no hubiera sido perseguido como lo fue porque sus enemigos no hubiesen tenido tanto poder. Lo que hubo a partir del 2001 fue una persecución muy fuerte contra los fujimoristas. Francisco Tudela se tuvo que ir del país. Si Fujimori hubiera estado acá habiendo salido del gobierno tras cumplir su mandato democráticamente, no habría pasado eso.
— El fujimorismo ha generado polarización, algo que se ve sobre todo desde el 2011, cuando volvió a competir por la presidencia con Keiko Fujimori.
El partido más grande que hay en el Perú es el antifujimorismo, que ha marcado la política peruana de las últimas tres o cuatro elecciones. Ha sido una corriente sumamente fuerte. Creo que tiene dos orígenes. Hay un antifujimorismo de izquierda, originado en el hecho de que Fujimori, durante su gobierno, prácticamente anuló el Sutep luego de que una huelga hiciera perder el año escolar. Del otro lado, hay el sector progresista, caviar, que lo acusa, en parte con justicia, de autoritario. Pero en lugar de procesarlo por eso, lo condenó sin pruebas, en virtud de un silogismo (si eres presidente, tenías que haber ordenado), y pese a que derrotó a Sendero con una estrategia inteligente de alianza con las comunidades e inteligencia policial, sin masacres como en la década anterior.
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— La polarización continuará.
Ojalá su muerte sirva para que el antifujimorismo visceral se aplaque y el Perú se pacifique. El problema es que muchos antifujimoristas le atribuyen a Keiko Fujimori ser la heredera, como dice el fiscal José Domingo Pérez, de las mismas tendencias autoritarias de Alberto Fujimori. Ahí hay una equivocación. Fujimori era autoritario, pero Keiko, a diferencia de su padre, formó un partido político. El partido de su padre eran las Fuerzas Armadas, formaba un partido para cada elección.
— O sea, Fuerza Popular (FP) tiene una base política, algo que no había con Fujimori.
Es un partido que practica el juego democrático.
—¿Puede haber una capitalización política del fujimorismo de este momento?
Creo que sí, pero si Fuerza Popular hace lo que no ha hecho hasta ahora: procesar reflexivamente la década de los noventa, que tuvo muchas cosas positivas. El estilo de gobierno de Fujimori, de gobernar desde abajo, con las comunidades, la gerencia personal del desarrollo social y del desarrollo tecnológico. Fuerza Popular se ha olvidado de representar las demandas de los sectores populares emergentes, no de los sectores sindicales organizados. Sectores que demandan libertad económica, menos regulaciones para poder formalizarse y buenos servicios sociales. Devolverle oxígeno al capítulo económico de la Constitución del 93.