Uno de los principales responsables de los crímenes perpetrados en el país durante la época del terrorismo fue el grupo subversivo Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Así lo determinó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) en su informe final, que investigó las dos décadas de violencia en el Perú, desde 1980 hasta 2000.
El fundador y cabecilla máximo de este grupo terrorista fue Víctor Polay Campos, alias ‘camarada Rolando’, quien fue condenado a 35 años de prisión por el delito de terrorismo. El subversivo actualmente se encuentra recluido en la Base Naval del Callao cumpliendo una condena hasta el 2026, y a la espera de otro proceso judicial por el Caso Las Gardenias.
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Primeras acciones
El MRTA, surgido en la década del 80, fue el responsable de al menos 1,8% de las violaciones de derechos humanos cometidas a lo largo de 1980-2000, según estimaciones de la CVR. Asesinatos, secuestros y atentados forman parte del rastro de violencia y dolor que dejó este grupo sanguinario, encabezado Polay Campos.
El movimiento subversivo se germinó en 1982 —aunque en sus primeros años guardaría la reserva de su nombre—, y realizó su primer ataque en el distrito de La Victoria, en Lima. Se trató del asalto a un banco en el que participó justamente Víctor Polay Campos junto a otros cuatro subversivos, muriendo uno de ellos tras ser herido mortalmente por el policía que resguardaba el lugar.
Acciones radicalizadas
Tras su I Comité Central en enero de 1984, el MRTA de Polay cambió su estrategia hacia “acciones guerrilleras urbanas”, iniciando así su lucha contra el Estado, en un intento de ganar mayor notoriedad y posicionarse en los sectores sociales, aprovechándose de la crisis que golpeaba al país. Y de ahí en adelante, los ataques terroristas fueron incrementándose y radicalizándose, de la mano de acciones de propaganda.
El primer ataque armado público fue el asalto a un puesto policial de Villa El Salvador el 22 de enero de 1984, mientras que para fines de marzo de ese año se planificó y ejecutó el ataque a la residencia del entonces ministro de Economía, Carlos Rodríguez Pastor.
Atentados a una serie de comisarías fueron atribuidos a este grupo subversivo, e incluso llegaron a hacer estallar un coche bomba en pleno establecimiento de la sede del Ministerio del Interior el 25 de julio de 1985, con una carga de 50 cartuchos de dinamita, causando daños en la sede del Ejecutivo.
También atacaron bancos y establecimientos comerciales, como la colocación de explosivos en locales de la cadena estadounidense Kentucky Fried Chicken en marzo de 1985. Incluso se tomaron medios de comunicación a fin de transmitir su mensaje de manera forzada, como ocurrió con la toma de las agencias de noticias extranjeras United Press International (UPI) y Asociated Press (AP), en setiembre de 1984.
El rol de Polay Campos, quien ahora busca ser favorecido con una demanda ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), se hacía sentir en las apariciones públicas de la organización terrorista. Fue quien leyó, por ejemplo, un comunicado en televisión nacional que tuvo que ser transmitido de manera forzada tras el secuestro de un equipo de prensa del noticiero “90 segundos”, en diciembre de 1984. Y fue el que anunció también públicamente la suspensión de sus acciones subversivas tras la elección de Alan García Pérez, en abril de 1985.
El MRTA también empleó las denominadas “cárceles del pueblo”, espacios muy reducidos, inhumanos e insalubres acondicionados muchas veces en sótanos de viviendas de distritos como San Borja, Surco, Surquillo, Barranco, Los Olivos y en el Callao. Allí se retenía a empresarios, profesionales y políticos a fin de extorsionar a sus familiares y conseguir algún beneficio.
El 66% de estos secuestros realizados a lo largo de 1984 y 1996 fueron con fines económicos, mientras que el 14% con fines político-económicos y el 9% solo con fines políticos, según estimó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. En Lima se concentró el 65% de los secuestros ejecutados por el MRTA.
Apresamiento, huida
Víctor Polay Campos logró ser detenido el 3 de febrero de 1989 en el hotel de Turistas de Huancayo, siendo recluido en el penal Miguel Castro Castro en Lima. Sin embargo, logró escapar por un túnel al año siguiente junto a otros 47 emerretistas, volviendo retomarse las acciones del grupo terrorista, aunque con problemas internos serios.
La construcción del túnel había comenzado en 1987; sin embargo, con la captura e internamiento de su máximo cabecilla tuvo que acelerarse por las denominadas ‘Fuerzas Especiales Urbanas’ del MRTA y finalmente se culminó a inicios de julio de 1990, según recoge la CVR.
De acuerdo con los reportes periodísticos de la época, el túnel contaba con unos 250 metros de largo construido con concreto armado, y conectaba el establecimiento penitenciario de “máxima seguridad” directamente con una vivienda cercana de San Juan de Lurigancho. El túnel estaba perfectamente construido, contaba hasta con sistema eléctrico y extractores de aire.
En junio de 1992, Víctor Polay Campos logró ser recapturado por la Policía tras ser alertados con información confidencial; se hallaba en el distrito de San Borja, en una fuente de soda, planificando lo que sería un nuevo congreso del MRTA. Para entonces era el hombre más buscado del Perú, después del sanguinario Abimael Guzmán, según reportes periodísticos de la época.
Polay cayó luciendo bigote, con el cabello ensortijado y subido de peso, confiado en que pasaría desapercibido en la capital. Su recaptura vaticinaría lo que sería años más tarde el desbaratamiento y caída de la ya debilitada organización MRTA, con la Operación Chavín de Huántar.