Cuando Rafael López Aliaga decidió emprender una campaña contra el comunismo, no lo conversó con Keiko Fujimori. Así nos lo aseguró en una entrevista. Tampoco estaba obligado a hacerlo. ‘Porky’ es autónomo e impredecible. Es probable que la intensidad de su primera vuelta lo dejara con las ganas de prolongarla de alguna forma.
Keiko Fujimori apenas ha atinado a agradecerle, sin entusiasmo, el apoyo, y a marcar distancia con la arenga que este soltó en un mitin frente al Palacio de Justicia: “Muerte al comunismo, muerte a Cerrón y a Castillo”. Tras ello, el ex candidato ha aclarado que aludía a una muerte civil, pero el incidente ha quedado como un hito de polarización que favorece a la víctima Castillo y salpica a la supuesta beneficiaria, Keiko. De ahí que observadores de la campaña le aconsejen a esta que diga fuerte y claro, a López Aliaga y a cualquier otro que quiera darle un apapacho de oso: No me ayuden, compadres.
OPINIÓN: Para polarizados, los tontos; por Fernando Vivas
—Mucho ojo—
Ya que hablamos de una Fujimori, remontémonos a la campaña seminal del fujimorismo en 1990. El primer debate presidencial televisado en nuestra historia, el de Mario Vargas Llosa versus Fujimori tuvo un remate en el que el factor metiche fue crucial para el desenlace inesperado: el modesto outsider Fujimori, de esforzado discurso, ganó ese round en el que se presumía brillaría el escritor.
El director de Ojo, Fernando Viaña, era adepto de Vargas Llosa y familiarizó a su candidato con su lectoría popular. Fujimori, como muchos saben, le restregó a MVLL una portada de Ojo recién impresa que lo daba como ganador de un debate que aún no acababa y que, tras ese tremendo golpe de efecto, no pudría haber ganado. Ojo fue el vehículo de una profecía no cumplida. Viaña se defendió asegurando que fue víctima de un saboteador que pasó una falsa portada al entorno de Fujimori, pero no podía negarse que la parcialidad de Ojo –factor externo y metiche- jugó una terrible pasada a su favorito.
Tras muchas vueltas de la vida, 26 años después, en la segunda vuelta del 2016, Viaña fue testigo de otro descalabro de metiches que quizá le costó, esta vez a Keiko Fujimori, los pocos votos (alrededor de 42 mil) por los que perdió ante PPK. Junto a Hugo Guerra conducía un programa de poco ráting y corta temporada, “Las cosas como son”, que defendió resueltamente a Keiko.
América TV difundió un reportaje en el cual el piloto Jesús Vásquez afirmó que Joaquín Ramírez, entonces secretario general de Fuerza Popular, estaría siendo investigado por la DEA, la agencia antinarcótica gringa, por vinculaciones con el narcotráfico. La DEA aclaró que Keiko no estaba investigada y Ramírez fue retirado de la campaña. El control de daños parecía suficiente para que remontara el lío, pero “Las cosas como son” difundió un audio manipulado para desacreditar al piloto Vásquez. Nunca se supo qué manos lo manipularon, si ligadas al programa, si del entorno de José Chlimper que les entregó el audio o si de las fuentes que se lo entregaron a Chlimper; pero la evidencia de una trama delincuencial montada en su campaña, pasó una elevada factura a Keiko.
Esto sucedió en el último tramo de la segunda vuelta, que es cuando cada campaña debe tener absoluto control de su organización y sus voceros. Ayayeros oficiosos más nunca oficiales, colaboradores no pedidos, políticos terciarizados, periodistas apasionados de la intriga, conjuras de necios; salen sobrando.
—Shhh, Vladimir—
Si Keiko tiene el riesgo de que políticos o empresarios con eco y recursos como para lastimarla mucho queriendo abrazarla; Castillo tiene un solo peligro que vale por mil. Vladimir Cerrón es su principal socio político y he ahí el problema. No lo necesita –pues el hombre tiene un rabo de paja demasiado grande- no lo puede controlar y no es fácil apartarlo pues su partido, Perú Libre, sostiene buena parte de la campaña y de la bancada electa.
Cerrón encarna todo lo que Castillo quiere evitar: comunismo, chavismo y marxismo leninismo declarado y antecedentes –con sentencia firme e inhabilitación para ejercer cargos públicos- de corrupción de funcionarios. Es su flanco más débil y, aunque, lo ha desautorizado como vocero, Vladimir se mete en todo: tuitea en nombre de la campaña, asistió al encuentro con Verónika Mendoza y llama a personalidades para que participen en la campaña. Recientemente, lo hizo con el científico Modesto Montoya que, desconcertado, dio a entender que había hablado con el metiche pero aún no con el firme.
Antes que Cerrón la influencia venenosa de un miembro del propio equipo había sido, más bien, consanguínea. Eliana Karp fue apartada de la campaña de Toledo al 2001 (en el 2000 sí estuvo presente con relativa eficacia) y con Nadine Heredia, no sucedió lo mismo, pues manejaba la campaña, pero se metió tanto en acciones y decisiones que correspondían al candidato, que ayudó a establecer, en las dos vueltas del 2011, los límites del gobierno que se estrenó.
—Lo que se viene—
Keiko Fujimori controla a su aparato y centraliza su comunicación para evitar que un vocero como Jorge Trelles en el 2011 le salga con un dislate como ‘nosotros matamos menos’; y ha silenciado al biólogo Ernesto Bustamante acusado de declaraciones irresponsables ante el caso de Sinopharm. Pero no puede controlar el impulso de quienes, más por miedo a Castillo que por cariño hacia ella, inicien una cruzada dispendiosa en respaldo suyo. La percepción de que cuenta con apoyo millonario, que pague paneles y mensajes en medios y redes, frustraría su mensaje hacia los sectores más proclives a votar por Castillo.
El gesto del tercero puede ser un respaldo indirecto, para nada impertinente y venir en la forma de una carta amable, como aquella difundida el martes 12 en la que Mario Vargas Llosa, en calidad de presidente de la Fundación Internacional Para la Libertad, invita a Keiko a un evento en Quito el 23 de mayo; pero miren el problema que genera: la candidata no puede salir del país sino es con mandato judicial. Su abogada, Giuliana Loza, ya lo solicitó al juez Víctor Zúñiga. El fiscal José Domingo Pérez ya pidió lo contrario. No sabemos que decidirá el juez ni si la polémica no buscada por ella en primer lugar, le será favorable.
A Castillo, el factor metiche lo asalta de muchas formas: desde afuera en la mano extendida de personas y grupos que le que quieren dar un soporte técnico presumiendo que no lo tiene y que su campaña es permeable a ese tipo de intromisión (a diferencia de Keiko y Fuerza Popular) y desde adentro en las tensiones con el partido que a hace las veces de ala dura. El reciente lío ocasionado por la revelación de que el candidato había acordado con Miguel del Castillo, absolutamente ajeno a su entorno, que le elaborara un plan; apenas fue calmada con un comunicado en el que dice que son varias organizaciones y profesionales los que colaboran en ese fin (o sea, muchos metiches) y que el coordinador de esos aportes es Róger Nájar, importante cuadro de Perú Libre.
Lo mejor para el candidato en este duelo en el que se nos va la vida, es que pueda controlar los mensajes esenciales de su campaña y no deje espacios abiertos para que otros los ocupen en su nombre. A menos que convierta la oportunidad que le brinda un metiche, en oro.
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