Durante los últimos meses, dos temores han rondado a las familias peruanas. Aunque el fenómeno de El Niño se presente moderado o débil, muchos hogares viven con la preocupación de perder sus viviendas (por la precariedad en la que viven y las condiciones de sus viviendas) y la angustia del impacto que tendrá en su economía (subida de precios, escasez de alimentos).
Aunque la cuarta parte de peruanos considere que la prevención es tarea de todos, en la práctica la mayoría de peruanos no están en condiciones de prepararse ante posibles desastres naturales, pues viven de lo que generan en el día. Por ello, así El Niño sea leve, el impacto social e incluso económico puede ser grande.
A ello debemos sumarle el hecho de que no terminamos de recuperarnos o de reconstruir lo que la naturaleza se llevó, cuando ocurre un nuevo desastre natural. Tan simple como mirar atrás para ver lo ocurrido o saber que por su ubicación geográfica el Perú está expuesto a sismos y cambios en los patrones cíclicos del Pacífico. Por esta razón se espera un rol más activo en los trabajos de prevención de las autoridades.
Aunque esto suena bastante obvio, la realidad es otra. Más de dos tercios de peruanos perciben que ni el Gobierno Central ni los gobiernos regionales y locales estén tomando medidas al respecto. Si bien el ministro de Defensa anunció que las obras ya están avanzadas al 85%, esto es reconocido solo por la cuarta parte de la población. Mejor percepción que la registrada tres meses atrás, pero aun así insuficiente.
Los temores persisten y algunas familias han hecho su parte, asegurando techos, preparando su mochila de emergencia, almacenando alimentos, entre las principales medidas tomadas, pero necesitan ir acompañadas por obras y trabajos de prevención de mayor envergadura, tarea que corresponde a las autoridades.