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“Envidiosa”, temporada 3: Vicky se supera en la terapia y la serie mejora respecto a la segunda temporada
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Ten cuidado con lo que deseas, dice el dicho. Podría ser el lema con el que arranca la tercera temporada de “Envidiosa”. La serie argentina, producida por Netflix y Kapow —compañía de la que América TV (Perú) posee el 51%— volvió a repetir el plato de romance con Griselda Siciliani en el papel más insoportable. Vicky, personaje de la icónica actriz argentina, se transforma en esta nueva entrega de 10 episodios. Su misma semana de estreno, ya se instaló entre las más vistas del Top 10 de la plataforma en Latinoamérica; es una señal inequívoca de que el público volvió por más drama, deseo y neurosis porteña.
La temporada 3 de “Envidiosa”, guionizada por el mismo tecleo de las dos anteriores, Carolina Aguirre, pone a Siciliani nuevamente en el centro del torbellino amoroso. Conocida por ser la persona que más se compara con el resto de la humanidad, su Vicky se mantiene como un personaje, más que temperamental, esta vez con un proceso hormonal. La mujer pidió tanto el amor de pareja, el matrimonio y la estabilidad que, al tenerlos, empieza a cuestionar si realmente los quiere o cómo le gustaría que se gestaran.
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A medida que el ensueño de la relación perfecta se desmorona, su pareja Matías (Esteban Lamothe), aquel mesero insípido de la primera temporada, ahora renace como un productor televisivo, atractivo para la conductora del programa de cocina, Leda (María Abadi). La presencia de esta mujer, de alguna forma, reactiva los celos en Vicky. A su lado, la protagonista, incluso con el triunfo de graduarse de arquitecta, parece reactivar sus inseguridades y pone en marcha esas reacciones de novia tóxica que la nueva generación conoce como “red flags” (o “banderas rojas”).
La temporada 2 de la serie había bajado sus niveles de humor, respecto a la primera parte, que fue un hito. Los protagonistas recién consolidaban su amor. Después de dejar a Dani (Martín Garabal) en la segunda entrega, Vicky intenta encontrar la paz en una nueva etapa con Matías. Pero el deseo de ser madre desata nuevas tensiones: ¿la maternidad como realización o como deuda personal?
A pesar del amor maduro entre Vicky y Matías, la fachada oculta tambalea entre acabar con todo o solucionar el problema dando un próximo paso, en este caso, tener un hijo. Lamothe, conocido por su papel en “El marginal” (Netflix), afina aquí un tono más tierno, sin abandonar su veta de galán confundido y bonachón. Sin él, Siciliani no podría con ese registro de desesperación.

Siciliani y Lamothe son un gran conjunto protagónico, pero la parte de humor también recae en la terapia de la protagonista en compañía de Lorena Vega. La actriz argentina interpreta a la psicóloga Fernanda. Desde el sillón del consultorio, ella construye una presencia silenciosa, casi mínima, que dice más con una ceja levantada o un suspiro que con cualquier replanteamiento a las acciones de Vicky. Hay un quiebre, por su puesto. En esta temporada, Vicky se rompe para volcarse en una mujer más consciente de sus errores, tratando de superar esa envidia, porque ve que le impide lograr sus metas.
Durante los primeros episodios, la serie hace lo que en Argentina saben hacer tan bien: psicoanalizarlo todo. Vicky se desdobla entre sesiones de terapia donde aflora lo más divertido del personaje, su negación ante todo. ¿Molesta? No, yo no estoy molesta. ¿Que ya lo superé? Claro que sí, obvio. Pero su mayor enemiga sigue siendo la envidia. La ruptura con su psicóloga, previsible desde la primera temporada, hace a la serie más sensible, porque ya sus consumidores están agarrando cariño a los personajes.
Como guiño de estilo, la tercera temporada introduce secuencias musicales con canciones de Charly García y momentos donde Vicky rompe la cuarta pared y habla a la cámara. Aunque algunas escenas parezcan fuera de contexto, hay un atractivo retro, una especie de homenaje al artificio televisivo de “The Truman Show”, salvando las distancias. La protagonista, confundida entre la vida real y la ficción de su propia vida, se dirige a la cámara como si hablara en video pagado de Instagram, lo que sin duda apoya la comedia escrita por Carolina Aguirre en un tren en Japón durante su último viaje.
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El guion de Aguirre mantiene el pulso entre la sátira y la telenovela. Esto funciona mucho para Netflix de América Latina. A esto sumamos los temas de maternidad, que atraviesan los dolores de Vicky y su entorno, como una de las tantas miradas de la mujer argentina en general.

A través de su hermana Carolina (Pilar Gamboa) y sus mejores amigas Melina (Bárbara Lombardo), Débora (Marina Bellati) y Lu (Violeta Ortizberea), “Envidiosa” amplía su universo. Ahora no se trata solo de Vicky, sino del eco que su inseguridad genera en otras mujeres. Las tramas secundarias —una esposa engañada por su esposo mafioso, el deseo de maternidad en una pareja lésbica, la soledad frente a la maternidad, el posparto, etc.— funcionan como espejos de las crisis que la protagonista intenta entender.

Algo que le funciona a “Envidiosa”, incluso en sus momentos más torpes, es quebrar a sus personajes. En la comedia, funciona más. Vicky, la mujer tóxica de la televisión argentina, se vuelve tridimensional y comienza a tener emociones más genuinas más allá de sus traumas. Parece que la terapia vino para bien. A pesar de algunos clichés, como el amor incansable entre ella y Matías, la serie no deja de ser divertida.
El final, sin entrar en spoilers, estalla con una revelación que redefine el vínculo entre Vicky y Matías. Una canción de fondo y un baile desesperado terminan de anticipar que el mundo entre ambos está a punto de cambiar para siempre.
¿“Envidiosa” tendrá temporada 4?
Todo indica que sí. En una entrevista con la radio argentina Urbana Play FM, Esteban Lamothe bromeó con la idea de continuar la historia “como si fuera la saga de Rocky”. El cierre abierto de la serie, sumado al éxito sostenido de audiencia de Netflix, deja claro que “Envidiosa” aún tiene mucho por decir sobre el amor, la envidia y el agotador deseo de Vicky por tenerlo todo.
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