En poco más de un mes –el día 27 de diciembre, para ser exactos– Nicole Zignago cumplirá 27 años. Eso la hace una capricorniana nata; acaso el signo más trabajador, más constante –y más exigente– de todo el zodíaco. No hace falta creer en los planetas y sus tránsitos, sin embargo, para ver en Nicole a una mujer segura de lo que quiere, dispuesta a dejarlo todo en el camino. Su esfuerzo es su mejor carta de presentación.
Afincada en México desde hace un año, una tierra fértil para artistas emergentes y un trampolín hacia Estados Unidos, la cantante y compositora alterna su agitada carrera con una vida hogareña bastante convencional: cuando no está grabando o viajando, sus días transcurren con almuerzos caseros (le salen bien las lentejas, el estofado y el arroz con pollo), paseos a su perro, Milo, y momentos de tranquilidad junto a su novia, Fernanda.
MIRA: Tori: pollo a la brasa, sánguches y más antojos con el sello del premiado ‘Micha’ Tsumura
Así encuentra su equilibrio. A días de la ceremonia de los Grammy Latinos, donde está nominada como Mejor Nueva Artista y dará una presentación en vivo, conversamos con la joven Zignago desde su casa mexicana.
—Has dicho que ser mujer y latina en esta industria es difícil. Logros como una nominación al Grammy Latino, independientemente de los resultados, son un avance para esta causa.
Siento que estos premios son como un abrazo muy bonito. Cuando uno crece queriendo ser artista, los sueña siempre. Pero esta no es una carrera para ver quién llega primero o quién gana. Estás en un camino en donde ves tu norte claro, y es como si alguien te hiciera una pequeña pausa para decirte ‘hey, vas bien’. Es en esos momentos cuando te detienes a mirar todo lo que ha pasado: lo bueno y lo malo que te ha traído hasta aquí. Celebrémoslo, pero sigamos corriendo.
—¿Qué es bueno y qué lo malo?
Cosas buenas, muchísimas; y las otras cosas, más que malas, son puertas que se te cierran. Todos los ‘no’ que recibes, que no te hagan tanto caso, lo de hacerte un espacio, un nombre en la industria, ganarte al público. Son pruebas y pasos, escalones que toca subir.
—Compones, haces colaboraciones musicales y tienes una relación cercana con figuras como Evaluna o Danny Ocean. La tuya es una generación de jóvenes artistas latinos muy conectada con su audiencia. ¿Cuál es tu lugar ahí?
Todos y todas las artistas de esta generación venimos con muchas ganas de ser honestos, vulnerables. Pienso que eso es lo que más nos caracteriza. Tanto yo, como Evaluna, Danny, Camilo, Rosalía, Nathy Peluso… cada uno tiene una forma distinta de decir las cosas porque somos seres humanos con experiencias diferentes. Lo que más quiero es que mi bandera para recorrer el mundo sean mis letras, mi forma de contar historias.
MIRA: Columbia Outdoors Fest: una jornada deportiva, gastronómica y musical en Pachacámac
—Has vivido de primera mano la gran transformación de la industria musical hacia la digitalización. Hoy el artista no busca necesariamente que compren su disco físico o ser el número uno en la radio.
Es muy loco. Yo crecí teniéndole mucho cariño, amor y respeto al disco. Cuando saque el mío (2023) quiero que salga en físico, sacarlo en vinilo. Me hace toda la ilusión del mundo. Me meto mucho en el rollo visual, cómo se va a ver, y se me hacen importantes los shows en vivo. Soy muy tradicional para eso, no me veo como un artista solo de plataformas, digámoslo así. Por otro lado, estas modalidades también te permiten saber muchas cosas: por ejemplo, de dónde y cuánta es la gente que te escucha. Tiene que haber un balance, pero no se me hace real ser un artista que se queda en el celular.
—Tu carrera la estás desarrollando fuera. ¿Por qué es tan difícil para los peruanos triunfar en la música desde aquí?
No me fui por decisión propia: mis padres decidieron que nos vayamos a Los Ángeles cuando tenía 17. Viví en el Perú hasta esa época: tuve amigos, me fui de juerga, la primera vez que me emborraché fue en Lima. Hice y deshice. Terminé estudiando música afuera y la vida me llevó a relacionarme con gente aquí. Pero a los 19 o 20 años me pregunté por qué no estaba haciendo más cosas en mi país y me vine sola a Lima por seis meses. Me fui a La Estación (de Barranco) porque quería tocar y no sabía por dónde empezar. Armé mi banda en una semana.
—¿Qué tocabas? ¿Tus canciones?
Eran covers de la música que crecí escuchando, y luego añadí una mía. Nicole Zignago fue el nombre que decidí usar para mi carrera porque también empecé a subir mis covers en redes y a la gente le gustó mucho. En esos primeros shows (en La Estación), mis amigas me ayudaban a contar el dinero y yo tenía que pagar extra por el consumo mínimo de las personas que no habían ido, pero poco a poco fui llenando el local.
—¿Alguna vez cantaste algo de tu papá?
Nunca en la vida. Lo amo y lo adoro, pero siempre he tenido muy claro que quería hacer una carrera paralela a todos los logros y el talento que tiene mi papá.
—Volviendo a los peruanos: ¿uno no es profeta en su tierra, entonces?
Siento que se nos hace un poco difícil a los peruanos tener una carrera en nuestro país porque nos falta bastante más apoyo, y menos envidia. Yo confío mucho en las nuevas generaciones. Cada vez que tengo oportunidad de ir al Perú, lo hago, y definitivamente voy a hacer conciertos allá el próximo año. Veo a Nicole Favre, a Renata Flores, a Adrián Bello, a Sebastián Llosa, a Malucci… mucha gente le está metiendo ganas y le está yendo bien. Tenemos otro chip en la cabeza y se viene una ola de artistas que van a cambiar la industria. Es nuestra responsabilidad.
—En julio te presentaste en el concierto de tu padre, Gian Marco, ante 50 mil personas en el Estadio Nacional. Ese público no es lo habitual en el Perú: es más común que sean extranjeros quienes llenan esos aforos.
Sí, es muy triste. Ahora más que nunca me pasa que voy al Perú y siento más miradas feas que bonitas. Hay mucho amor, pero me da rabia también, y tristeza en el corazón.
—¿Sientes que se te juzga por ser la “hija de”?
Sí, y me da tristeza porque obviamente siempre va a estar eso presente. Todos somos hijos de alguien, y yo lo digo: gran parte de la persona que soy es por mis padres. El amor por la música y el respeto al arte definitivamente son gracias a mi padre (Gian Marco Zignago) y a mi abuela (Regina Alcóver). Pero a veces es como si las cosas que he logrado fuesen por él, o dicen que no tengo talento. Y digo, wow, qué feo que esos comentarios (en publicaciones de redes sociales) vengan de gente de mi país.
—¿Tu relación con tu novia y tu activismo LGTB en redes también te ha traído este tipo de respuestas, o más bien te han acercado a tu audiencia?
Me ha acercado mucho. Ha habido comentarios horribles, pero te juro que no me pesan en lo más mínimo. Al igual que cualquier otro comentario negativo, más que afectarme me da tristeza saber que existe tanto odio en vez de respeto y amor hacia la otra persona. Después de que lo hice público tuve un meet & greet en Lima y mucha gente venía con sus parejas, me dejaban notitas agradeciéndome por haberlo hecho, por haberlos ayudado a decirlo también. Al final, ames a quien ames, es muy hermoso poder vivir en completa transparencia con quien eres. Crear esa conexión (con el público) más allá de mi música me hace muy feliz.
—Tu papá también compartió un post sobre Fernanda y tú en junio pasado, y se volvió inmediatamente noticia. ¿Sabías que lo haría?
No, me sorprendió mucho. Y se me hizo algo muy bello, porque mi papá me cuenta que hay otros padres que le han escrito agradeciéndole por normalizar y celebrar el amor de su hija. Me genera muchos sentimientos bonitos ver que él es parte de esto y así podamos ayudar a normalizarlo, para que llegue el día en el que deje ser noticia que a una niña le gusta otra niña. //