Querid@ potencial cliente, empleador o saliente:
Decidí escribirte porque creo que me debes algo. No es plata, no te preocupes; de ser así otro tipo de misiva te llegaría. Es algo chiquito, corto, que dura no más de dos segundos. Por favor, no tomes esa descripción como alusión personal alguna. Me estoy refiriendo a una palabra que aparentemente crees no podré tolerar, que me llevará a la profunda miseria emocional o financiera y dañará mi autoestima. Por eso prefieres ganar tiempo con frases elaboradas, complacientes y, claro, siempre en plural como: “Estamos evaluándolo, hemos estado full, salgo de viaje unas semanas y retomamos”. Si se trata de relaciones personales, no hablas en plural porque te verías huachafo o, pero aún, loco. Pero te encanta culpar a terceros como al trabajo, al tiempo o –cuando te pones creativo– a algún crustáceo. “Estoy cansad@”, “me quedé dormid@, tengo unas semanas complicad@s”, “me intoxiqué”. Poniéndolo en términos musicales: “Ni palante ni para atrás pareces enamorada pero tú ni chicha ni limonada”. como bien describe el Grupo Niche en Eres.
Pero no voy a atribuirte toda la culpa. Allí estuve yo, dándote todo el poder de definir qué somos. Pensándolo bien, hasta la pregunta ofende, pero a quien la hace. O incluso fantaseando excusas sobre por qué no llamaste, para así alimentar esperanzas. Como en esa película que alguna vez vi, Simplemente no te quiere, en la que la protagonista evidencia cómo nos cegamos ante señales claras de desamor y desinterés. Pero hay otra modalidad que últimamente me has sacado de la manga, o bueno, del celular: no responder los correos, los mensajes de Linkedin (lo peor es que sé que me leíste) o me dejas en visto. Y para tu información, ya aprendí que ya no dependo de los dos checks azules para saber si me leíste. Quiero aclarar que no he sido ninguna stalker: simplemente te he escrito una vez, así que no califico para el “gracias, no insista” y me encantaría recibir una respuesta. Ni siquiera hay que ponerse creativo; hasta en Gmail hay respuestas automáticas. Tengo que confesarte que eso de dejarme en visto me molesta más que tus frases sacadas de libro. Siento que es como dejarme hablando sola. ¿Acaso no sería así si lleváramos la conversación digital a lo real?
Hace poco escribí un simple post en Linkedin sobre el tema. La publicación se convirtió en una suerte de terapia de grupo sobre cómo la ausencia de una respuesta clara y oportuna –así sea negativa– genera angustias innecesarias, con comidas de uñas incluidas. Así que, si te pones a pensar, todos estamos perdiendo el tiempo con esta dinámica: tú escudándote en excusas políticamente correctas para no decirme lo obvio, y yo aferrándome a un desenlace que solo habita en mi cabeza y que hace rato se habría dado si hubiera real interés.
Por eso hoy quiero proponerte algo: atrévete a decir NO. Evidentemente puedes acompañarlo con lo que quieras, hay múltiples palabras con las que puedes hacer combos según la ocasión: “No, muchas gracias”, “No estoy interesado”, “No tengo plata (o presupuesto, si quieres sentirte más elegante)”, “No voy a tener una relación contigo”. Lo importante es que seas claro y entiendas que decir NO no te vuelve una persona malcriada, violenta ni irrespetuosa. Te hace un profesional o ser humano honesto, valiente y considerado. Pero así como te estoy pidiendo que te atrevas a decir que no con todas sus letras, yo también tengo una gran responsabilidad en esta dinámica: tengo que estar dispuesta a aprender a recibirlo sin repreguntas innecesarias. Confieso que también me he encontrado en situaciones donde, por más loco que parezca, la contraparte prefería que la deje en puntos suspensivos, así supiera que nunca iba a pasar nada. ¿Somos una sociedad que no soporta el punto aparte? ¿Que prefiere vivir en el ‘ya veremos’, ‘la próxima semana te respondo’, ‘déjame evaluarlo’? ¿Preferimos acurrucarnos en la modorra de lo que podría ser, a enfrentar una negativa? Yo creo que sí y allí es donde se genera ese círculo vicioso que un No oportuno y sincero puede romper. Así que hoy te propongo que incluyamos más veces el No dentro de nuestro vocabulario y diálogos, porque decir y asumir los NO, nos hace humildes, productivos y libres. ¿Sí o No? //