La humanidad lleva jugando juegos de mesa desde hace 5 mil años, cuando matar el cuantioso rato libre que dejaba el estilo de vida prehistórico era una necesidad psicológica ineludible. Mucho antes de que el hombre supiese escribir, ya arrojaba dados para apostar por cualquier cosa, o lanzaba palitos de hueso a manera de “yaces” en la antigua Mesopotamia.
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Una relación tan antigua y estrecha no podía desaparecer así nomás. Hace unas décadas, cuando los videojuegos se convirtieron en la principal actividad lúdica en casa, muchos advirtieron que los juegos de mesa tenían los días contados. Era un error: como en el fútbol, el peso de la historia puede ayudar a desafiar los pronósticos e incluso voltear partidos que parecían perdidos.
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Los juegos de mesa conocieron un repunte mundial en el nuevo siglo gracias al alemán Klaus Teuber, un ex técnico dental, y su creación, Catán, un auténtico fenómeno cultural que ha vendido millones y ha ayudado a popularizar en el mundo los juegos de estilo germano, también llamados ‘modernos’, por oposición a los juegos clásicos como Monopolio, Ludo, Damas y tantos más. A la luz de los juegos modernos, también llamados ‘de autor’, miles se han inspirado para lanzar sus creaciones, incluso en el Perú.
UNA HISTORIA DEL JUEGO PERUANO
Trazar una historia de los juegos de mesa peruanos no es sencillo, por la escasez de información que hay. Diego Sotomayor, antropólogo que hace más de siete años abrió su tienda de juegos Ponte Mosca, en Lince, recuerda el famoso Millonario, del inventor Eduardo Larrabure del Campo, como el ejemplo más antiguo que le viene a la memoria de juegos peruanos exitosos.
En la Dirección de Derecho de Autor (DDA) de Indecopi existe registro de la obra MILLIONAIRE (Millonario) a nombre de Larrabure con el número de expediente 00075-1970 (Registro de Juegos, Ejercicios Didácticos y/o Recreativos). La fecha de su registro data del 23 de abril de 1970. El juego lo producía la marca Fiori (su slogan era “¡Fi- Fi-Fi-Fiori!”) y en los 70 se vendía hasta en Estados Unidos, en inglés, pero con el sello “Made in Perú”. Hoy día una copia del juego original puede venderse hasta en S/. 550 soles en páginas como Mercado Libre.
El Millonario era un juego que a primera vista podía parecer copia del Monopolio -tenía billetes, podías comprar títulos- pero, para quienes lo jugamos en su momento, a mediados de los años ochenta, podía ser una fuente inagotable de diversión y resultaba mucho más dinámico y entretenido que el juego de Parker Brothers, que es más bien famoso por la pereza de su mecánica. Su caja era gruesa, como de madera ligera, y el tablero poseía hasta tres caminos diferentes para ganar en lugar de una sola ruta.
Fiori era en ese época la gran hacedora de juegos de mesa del país. Fabricaba algunos nacionales y poseía la licencia de muchos títulos foráneos al igual que su gran competidora, Juguetería y Belenes, creada en 1954. Esta última poseía la licencia del Monopoly para el país. Los monopolios peruanizados de los ochenta, con calles locales como “Avenida Larco” o “Jirón de la Unión”, siguen siendo hasta ahora muy buscados por los coleccionistas.
Ya en los años 90 la industria nacional de juegos de mesa se vino abajo con la entrada de importaciones chinas baratas y en grandes volúmenes. De esa época destaca la figura heroica e insular de don Enrique Verde, un espíritu prolífico que en su mejor momento podía crear juegos de mesa cada tres meses y los vendía él solito, cuando las tiendas dejaron de distribuirlo.
Al teléfono, Enrique Verde, de 52 años, profesor de ajedrez con experiencia en la bolsa de valores, cuenta que creó su primer juego a la edad de 5. Era de fútbol, con chapitas de gaseosa como fichas, hecho con ingenio y de una manera tan artesanal que marcaría de cierta forma su derrotero futuro. En los siguientes años se inventaba juegos con hojas que arrancaba de un cuaderno Loro. Para 1990, luego de leer algunos libros motivacionales sobre el éxito personal, decidió lanzarse al ruedo oficialmente junto con su primo .
Si bien Verde llegó a licenciar un par de sus creaciones con una editorial grande como Fiori (como el recordado Compra y Venta) antes del cambio de milenio, la mayor parte del tiempo ha bailado con su propio pañuelo. Cuando no había presupuesto para mandar a hacer las cajas de sus juegos, colocaba sus tableros y fichas en bolsas transparentes y salía a recorrer mercados, bazares y luego colegios, desde Ancón hasta Villa El Salvador. Y los chiquillos le compraban juegos como El Rescate de la Princesa, Fútbol Fácil, El Banquero y los Pillos, previa demostración. Verde ha creado más de 90 juegos y producido más de 30.
ERA DE RENACIMIENTO: LLEGA EL JUEGO “PRESIDENTE”
Los juegos de mesa nacionales tardarían sus años en levantar cabeza tras la desaparición de la industria nacional. Comenzarían a repuntar con el nuevo siglo como curioso efecto colateral a la caída del régimen fujimorista. En ese año 2001, en medio de la resaca de los vladivideos, aparece Presidente, de Javier Zapata, que es una sátira al poder político en la que los jugadores son candidatos que pueden hacer de todo con tal de ser elegidos. Presidente, de la editorial Malabares, es uno de los juegos nacionales más vendidos y longevos y acaba de conocer una expansión a tono con estos tiempos llamada Vacancia.
Con Zapata empezaría la segunda ola de juegos nacionales. Mientras este seguía creando juegos como Perú Cocina (aupado al boom gastronómico) o Empresario, surgirían desarrolladores como Luis Ángel Zaconeta y su divertida creación Cholopoly, actualmente agotada, y Andrés Paredes, de la editorial Nave Espacial, creador de los juegos Guerra en el Pacífico, Zombies en el Pacífico y el más reciente Cuyuyuy, que salió hace un mes y ya se vende en Chile y Bolivia.
Paredes lanzó en el 2013 Guerra en el Pacífico, que ha sido licenciado fuera de nuestras fronteras por la gigante DEVIR. “La motivación fue hacer un juego bélico que no sea patriotero ni parcializado. Quería que fuera justo y que se ocupara menos de lo malo y más del heroísmo”. En Chile, asegura, el juego ha vendido el doble que en nuestro país. Cuyuyuy, su último trabajo, recrea a través de cartas las dinámicas del clásico juego del cuy de tómbola, con gente que hace sus “apuestas” antes de la partida y espera que el cuy ingrese a la caja escogida.
TIEMPOS MODERNOS
El interés por los juegos peruanos no ha decaído en años recientes, y hasta podrían constituir una tercera ola, con desarrolladores que ya no le deben nada a los juegos clásicos. En muchos de ellos, el humor y la parodia suelen ser puntos que los hermanan. Está el ejemplo de Ratas de la Patria, cuyos autores –Renzo Quiroz, Junior Medrano, Rafael Román y Fabrizio Bartet– fueron incluso ‘terruqueados’ por ex miembros del Congreso disuelto que se sintieron aludidos por la feroz sátira.
Por su parte, la editorial Endemic Games, de José Deza, ha creado Llamagedón, un juego de cartas que –como su nombre lo indica– está protagonizado por auquénidos, y Cinescape: Mi Primera Película, desarrollado junto al presentador Bruno Pinasco, que recrea la sensación de ser un director de cine a través de tarjetas. En Endemic elaboran además rompecabezas y producen juegos para clientes como el Ministerio de Cultura.
Ante tanta profusión e interés, la tienda Ponte Mosca organiza cursos online de creación de juegos de mesa, así como el segundo premio nacional otorgado a este tipo de divertimentos. Diez juegos locales aparecidos en los últimos dos años, como el detallista Quipu, por mencionar uno que salió en diciembre, y otros más, han sido remitidos ya a España para que un jurado internacional pueda revisarlos y definir pronto cuál será el mejor juego peruano de este periodo. Corren los dados. //
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