Estimado Luis Miguel Gallego Basteri:
Sirva la oportunidad para felicitarlo por todos los goles de media cancha que está metiendo en lo que va del 2018. El nuevo disco, la gira y la serie de televisión biográfica están batiendo hoy, en plena era Spotify, Paypal y Netflix, récords tal y como lo hacía sin descanso en los dorados años 80 y 90. Dicho esto, la presente tiene como fin presentarle a Lucy Gómez Sánchez Nakano (40), probablemente su incondicional fanática n.° 1 en el Perú. Desde que tiene 12, usted la desespera. La mata. La enloquece. Fue, sin lugar a dudas, el primero que puso a mil su corazón... Bien, hasta aquí se podría pensar que su historia no es diferente de la de miles en Hispanoamérica. Pero a Lucy la avalan números. Hay uno, para empezar, que es contundente. 97: la cantidad de conciertos a los que ha ido a verlo cantar en los 28 años que lo viene siguiendo. Leyó correctamente: 97 (!) El último, de hecho, fue hace una semana, en Miami, durante una providencial escala de viaje de trabajo. Ella es administradora de negocios internacionales, vocación que comparte junto a su voluntaria y ferviente chamba como presidenta de Cómplices de Luis Miguel Fans Club Oficial Perú. De ahí que los periplos detrás suyo ocurridos desde 1999 por varios países de América –América– estén tabulados –ciudad por ciudad, estadio por estadio– en un atesorado y recientemente actualizado archivo de Excel. Y, claro, inmortalizados en despintados tickets que por décadas han conducido a las primeras filas frente al escenario. Las visas para un sueño.
Fue en 1990 que escuchó una canción suya por primera vez. Era sábado y estaba barriendo su sala con la radio prendida. Entonces era oyente caserita de RBC La Estación. No habían terminado los últimos acordes de Fría como el viento y, de pronto, ¡flash! Cuenta ella que la mente y el alma se le salieron del cuerpo. El destino quedó echado cuando el locutor anunció en los 91.9 FM: “Ese fue Luis Miguel con...”. Una automática cuestión de piel. El lunes, en el colegio, terminaría heredando -apropiándose- de una colección de recortes de revistas y fotos que sobre usted tenía una compañera recién llegada al salón. A esta había empezado a gustarle Magneto. Ya no la merecía. El primer concierto al que ella iría sería ese mismo año en Lima.
Comparte Lucy que estaba enloqueciendo a todos los que conocía con usted, el monotema, por lo que buscó unirse a un club de fans. Así, entre 1993 y el 2010, formaría parte de Amigos de Luis Miguel. Como lo recordará, estos eran los tiempos, sin redes sociales, en que los miembros de estos grupos eran los mejores relacionistas públicos de los artistas. Lucy explica, nostálgica y emocionada, cómo escribía notas de prensa con novedades suyas y las llevaba acompañada de su papá a periódicos y otros medios –Alfredo Kato el ‘Mirador’, columnista de El Comercio, ya la tenía fichada–. Este trabajo de hormiga y ad honorem, como sabe, estrechaba relaciones con sus mánagers de turno, quienes como agradecimiento le enviaban entradas adelantito.
Y también una que otra gollería.
Es poco probable que lo recuerde, pero ambos se conocieron y conversaron hasta dos veces en el pasado, besitos y apapachos incluidos. La primera ocurrió en Santiago de Chile, en 1999. Ella y tres peruanas más habían viajado en bus dos días y medio para verlo. Invitadas por el representante, todas asistieron a una ceremonia en la que usted iba a ser premiado por la industria discográfica de aquel país. Acabado el acto, las harían preparar su cámara de fotos y su rollo de 24 tomas, pues tendrían la chance de conocerlo en un salón aparte. Y pasó. Usted le dijo que la recordaba del concierto de la noche anterior. “Sí, vi la bandera peruana. Gracias por tanto cariño” y clic, clic, clic. La pasión no espera, y Lucy ya no pudo más de amor.
El segundo encuentro, detalla ella, fue más intenso. Iba a culminar el concierto que usted dio en el Lima Polo Club, en el 2002, cuando gente de su equipo le pidió a ella y a Imelda Otiniano, otra legendaria fan peruana, que se metieran a una van. Esta resultó ser parte de su comitiva, la misma que lo trasladaría directo al aeropuerto para abandonar el país. Con las endorfinas y el pulso cardiaco a mil, ambas esperaban dentro del vehículo cuando lo vieron subirse, envuelto en toallas, a otra camioneta delante de ellas. De pronto, las dos arrancaron raudamente escoltadas por la policía. En el interin, las dos chicas se dieron cuenta que junto al chofer iba una mujer algo incómoda por la bulla. Y no cualquier mujer. Se trataba de Edith Sánchez, su nana desde la chiquititud. La misma que por años le preparó las maletas, le hizo de comer, lo cuidó cuando estaba enfermo. Pasmadas, ambas pidieron disculpas y bajaron el volumen. El escándalo iba por dentro.
Una vez allá, y con el avión listo, el mánager peleaba con una agente de Aduanas que no quería dejar pasar al resto del club de Lucy. Unas ocho más habían chapado taxi y esperanza y habían alcanzado a todos. Con los carros estacionados en paralelo y en medio del caos, Lucy abrió la puerta. A tres metros, también con la puerta abierta, estaba usted sentado. Solito, en silencio. Esperando. Narra ella a Somos que las vio y sonrío. “Vénganse...”, les dijo. Ellas –sueña, que no existen fronteras, ni amor sin barreras– treparon.
Lucy recuerda claramente la conversación porque después la transcribió. Enfática afirma que ella puede sostener una charla con usted sin irse al diablo, así que empezó a hablar (curiosamente, la protagonista de esta historia no se refiere a usted como Micky o roro o amor o tesoro. Siempre le dice Luis. Cotidianamente Luis):
- Qué lindo estás...
- ¿Si? Gracias....
- No, no, no. No te estoy diciendo que qué guapo estás, que qué lindo tu pelo... Te veo tranquilo de aquí (y pone la mano en el pecho).
- Eres muy amable...
- Imelda (Imelda no hablaba, lloraba) y yo te seguiremos ahora a Argentina, y luego a México.
- ¿Y no se aburren?
- Jamás.
Big Daddy, el guardaespaldas enorme que siempre aparece cada vez que usted se acerca a las fans en los conciertos para jalarlo de la correa evitando que sea abducido por el amor, se aproximó en ese momento a la camioneta y le dijo en inglés que no querían dejar que las ocho chicas se acercaran a saludarlo. Usted, en el mismo idioma, le dijo cortésmente que ese era su deseo y que hiciera su trabajo. "Yes, sir...". Arribo, luego, el manager. "Micky, saca la mano y saluda desde acá, por favor, que el avión está listo...". Reacio repitió esta vez más enérgico que no las iba a saludar así. Que lo solucionaran. "Yes, sir...". A algún iluminado se le ocurrió, a continuación, retroceder el carro hasta donde estaban ellas. Usted bajó y las saludó una a una. A Lucy le volvía el alma al cuerpo porque ellas eran su familia. Aunque se le volvió a salir cuando vio que usted le dio un beso en la mano a la única infiltrada del grupo, amiga también, pero infiltrada al fin: la presidenta del club de fans de Alejandro Sanz.
Después hubo promesas. Y juramentos... pero no fotos. Nada de nada. Antes, los smartphones no solían ser extensiones de las manos. No importa. La memoria queda. La noche que las quiso.
Desde el 2012, Lucy es presidenta de su propio club, con el que además organiza recreativas y de bien social. Entre las primeras se cuentan las célebres noches de karaoke luismiguelero cada 19 de abril, día de su onomástico. Estudiantes, amas de casa, altos gerentes corporativos -dice Lucy que es impresionante la cantidad de fans hombres suyos en el Perú-. El perfil no es único. Todos unidos soltando gallos como si no hubiera mañana y comprobando una vez más que su fanaticada cruza demográficos. Todos unidos porque el coro de Ahora te puedes marchar suena mejor en mancha. Las obras de bien social, asimismo, tienen lugar dos veces al año. Si no es una chocolatada en Navidad para chicos con pocos recursos es la compra de un ajuar completo al primer bebe que haya nacido ese mismo 19 de abril en la Maternidad de Lima. "Muchos han sido bautizados como Luis", aprueba Lucy con satisfacción.
La amistad con otros fans orgullosamente locos como ella, entre estos Martha Codó, la mexicana que ha ido a verlo 311 veces al Auditorio Nacional de México -recientemente famosa por esto en Internet y, para más señas, madrina de bodas de Lucy- es uno de sus mayores tesoros. También su matrimonio con Félix, otro hincha acérrimo; las fotos de sus viajes y una colección impresionante de memorabilia en torno a su figura compuesta por LP, CD, autógrafos, fotos, ropa, revistas y más.
Le agradará saber, por último, que, como usted, ella hoy da la hora. Se ha convertido en un oráculo de los seguidores de siempre y de los nuevos, los millennials. Acaba cada domingo un capítulo de la serie sobre su vida y a ella le revientan el WhatsApp con preguntas (“¿qué pasó con la mamá?”, “¿cuáles son sus mejores discos?”). Lucy piensa, entonces, que ser fiel y perseverante en lo que a uno le gusta, a pesar de las burlas o los malos tiempos, termina siempre recompensando con momentazos de felicidad (lo sabrán los fanáticos del fútbol peruano). La pasión, no importa a qué, pasión es. Y ya. El que no esté de acuerdo, que de la media vuelta y que se vaya con el sol cuando muera la tarde. Así lo cree, como también, que podríamos verlo cantando por estos lares el próximo año. Esperándolo estará ella, téngalo por seguro. Palabra de honor.
Deseando oír más buenas noticias suyas, quedamos con usted.
Saludos fraternos.
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