Pedro Pablo León. Perico. Era, con el permiso de los religiosos, un elegido. Uno de esos extraños hombres que nacen una vez cada 50 años y que se dejan llevar a donde sus pasos los guíen. En esa docilidad radica su fantasía: como son buenos, no importa si son obreros o gerentes. Si son dueños o invitados. Si mandan o gobiernan, que es lo que hacen los futbolistas inmortales como él.
Esos pies con los que jugaba al fútbol llevaron a Pedro Pablo León, primero, a los Interbarrios, donde lo conoció Carlos Enciso Pérez Palma, un periodista notable de la vieja guardia que se tomó con él esa foto de niño que se ha vuelto viral: “Tenía potencia, olfato, gol, todo tenía”, dice hoy, mientras acomoda -intuyo- el cuadro que tiene con esa foto en la sala de la casa. Luego, esos mismos pies eligieron a Alianza -dónde más-, y allí ganó todo lo que un hincha puede soñar -tres títulos y dos veces goleador-. Cuando aterrizó en la selección peruana, lo hizo para fundar una época post Bombonera 1969 y ver el mundo desde el mismo peldaño en que lo miraba Pelé.
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Enciso es jefe de prensa de la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional. Antes de llegar allí hizo todo: escribió en diarios, trabajo en la radio y por eso mismo, coleccionó mundiales. Hace millones de años, cuando el Monumental de la 'U' todavía no se estrenaba, visité sus oficinas con todo el entusiasmo del indocumentado que era -estaba aún en la facultad- y Enciso se pasó toda la tarde mostrándome recortes de periódicos, planos borroneados, fotos inéditas de la construcción. Quedé con la sensación de su nobleza y, sobre todo, de su docencia: no es fácil hallar a alguien que quiera compartir todo lo que sabe, todo lo vio. En su caso, los maravillosos años 60, 70 y 80 de Perú.
Ese hombre, el 9 de mayo último, desde su aislamiento social obligatorio, escribió esto en sus redes sociales. Porque sí, también se ha reinventado y tiene Facebook. Una historia que alguna vez, en uno de esos intervalos de conferencia y conferencia, me había contado.
“Pedro Pablo, crack peruano inmortal, te conocimos cuando en 1956 deslumbrabas con tu talento ya vistiendo el uniforme blanquiazul bajo la dirección del Cholo Castillo. Desde entonces creció nuestra amistad, mientras él vivía con don Alfonso de Souza Ferreira, y regaba ya su talento en los juveniles del Alianza Lima. Cuando finalmente se consagró respaldado por don Jaime de Almeyda junto con Pitín Zegarra en la refundación generacional aliancista incluido Teófilo Cubillas, entonces un juvenil, siguió siendo mi amigo”.
“Hoy solo es hora de guardar respeto y silencio, Miguel", me dijo el viernes. El Perico que él conoció en esta foto, a los 13 años, con los mismos chimpunes que usaba para fiestas de gala o mataperrear por allí, el 9 del Oscar Gómez Sánchez, esa filial blanquiazul que la rompía en 1956 teniendo a Perico como 9 en la cancha de tierra del Club Internacional Revólver del Rímac, se había ido y solo quería recordarlo, otra vez.
Nunca pensó que esa comisión periodística para La Tercera que le encargó Pocho Rospigliosi iba a presentarle a este gigante niño para toda la vida.
Ídolo de arriba abajo era Perico. Crack que definía, arrancaba, rumiaba, celebraba. Esos pies -con los que hizo 179 goles en 411 partidos de carrera- lo llevaron luego del retiro a Estados Unidos. A volver a empezar.
Ahí lo conoció Coco Mártin, fotógrafo peruano radicado en Nueva York que captó su mirada en esta imagen; los ojos que nunca envejecen. La fotografía se tomó en octubre de 2018 durante la procesión del Señor de los Milagros en Paterson, New Jersey, en una parada especial del Cristo para Perico. “Siempre se ve en el pueblo la fe y la devoción que despierta el Cristo Morado. Duró unos minutos el tumulto alrededor de Perico, con personas acercándose a él, procurando les conceda una foto. Es en ese momento de espera, cuando el Cristo empieza a quedar frente a él en que su mirada de niño asoma, y no puedo más que intentar retratarlo. Muchos dicen que la mirada es algo que no cambia con los años, y pasados los 70 en su caso, la percibí como una mirada inocente, casi como olvidando quién fue, qué hizo, o cuán ídolo de varias generaciones llegó a ser”.
La imagen en blanco y negro de 35mm, tomada por Martin con su cámara de rollo, forma parte ya del altar que con justicia tiene Pedro Pablo León en nuestro arco del triunfo.
Porque Perico perdió la memoria, pero nadie va a olvidarlo.