Desde hace tres años, Ruthmery Pillco Huarcaya estudia al oso andino en el valle de Kosñipata, ubicado en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional del Manu, al sureste del Perú. Para ella, existe una diferencia sustancial entre esta especie y otras que ha observado a lo largo de su carrera, tanto dentro como fuera del país. Describe su relación con estos mamíferos como una conexión espiritual. “Son seres de las montañas que tienen un gran parecido a nosotros”, afirma la ecóloga peruana de fauna silvestre, exploradora de National Geographic y líder del programa de conservación del oso andino en la ONG Conservación Amazónica – ACCA.
“Cuando los ves a los ojos se siente como algo diferente, no me ha pasado con otros animales”, menciona a El Comercio la especialista.
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En la cultura andina existe la figura de los Ukus o Ukukos, seres mitológicos profundamente conectados con la naturaleza y los espíritus de las montañas que son mitad hombre y mitad oso. Son guardianes de los glaciares y protectores del equilibrio natural.
“Para mí, que he vivido en la montaña, el oso es la conexión con la naturaleza y con los espíritus de las montañas. Es como cuando te enamoras, no sabes por qué, pero ahí está la conexión”, expresa.
Tecnología al servicio de la conservación
Pero no es el único vínculo que la une a estos mamíferos. Pillco ha pasado una temporada estudiándolos en su hábitat junto a un equipo de investigadores. Sus hallazgos se han publicado en la revista ‘Ecology and Evolution’.
El oso andino, también conocido como oso de anteojos, no es fácil de divisar, es tímido. Además, debido a la complicada geografía en la que habita es difícil rastrearlo y estudiarlo. Otras investigaciones han usado cámaras trampa –que están fijas– para observar su comportamiento, con la limitante espacial. Se les ha visto alimentarse e incluso aparearse.
Para superar las limitaciones, la expedición de National Geographic implementó un sistema tecnológico de collares que permitió recolectar abundantes datos sobre la vida de esta especie, incluyendo su alimentación, comportamiento grupal, recorridos y ubicación exacta, entre otros aspectos. Algunos de estos dispositivos incluso incorporaban cámaras para capturar en video las actividades de los osos en su hábitat natural.
Los collares recopilan información GPS, temperatura y datos del acelerómetro, que mide movimientos. Con dichos datos, es posible construir modelos para identificar comportamientos como alimentación, descanso o apareamiento basándose en patrones de movimiento.
La cámara permite observar directamente actividades específicas, como alimentación y comportamiento social, y ayuda a validar modelos basados en los datos del collar GPS.
El desafío de rastrear al oso andino
El trabajo no fue sencillo. La investigadora tuvo que esperar cuatro meses para lograr la captura del primer ejemplar.
La captura se realizó con trampas, que son grandes cajas de metal con cebo (carne). Cuando el oso entra y tira de la carne, activa un mecanismo que cierra la puerta y envía una alerta vía satélite al equipo. Sin embargo, a veces factores externos, como ramas, activan la trampa.
“Estábamos muy desesperados. Teníamos al experto con nosotros y todos los días estábamos con las ansias de ver que nos llegue la alerta, y no llegaba”. “Otras veces llegaba la alerta, pero eran falsas alarmas, ramas que habían caído”.
Hasta que, finalmente, el momento esperado llegó. “Era tarde, estaba lloviendo. Teníamos como dos horas para caminar cerro arriba y cuando llegamos, lo vimos. ¡Era un oso! Podías escuchar los rugidos desde afuera. Al fin pude verlo a los ojos”, recuerda.
Una vez capturado el oso, se sigue un protocolo que incluye anestesiar al animal, tomar muestras de sangre, medirlo, pesarlo y colocarle el collar. Todo esto debe realizarse en aproximadamente 30 minutos.
Los collares satelitales incluyen dispositivos programables para liberarse después de un tiempo determinado o mediante un comando remoto, según la ubicación del oso. De tal manera que, si el espécimen se aleja demasiado, se puede enviar una señal para que el collar se suelte de su cuerpo.
Nada es perfecto, por más avanzada que sea la tecnología. Estos collares están limitados por la duración de su batería, que en el mejor de los casos puede alcanzar un año. En el caso de los collares con cámaras, el tiempo de uso se reduce a aproximadamente cuatro meses, dependiendo de la frecuencia con que se capturen los videos. El equipo de Pillco optó por grabar clips de 15 segundos cada hora, maximizando la eficiencia de la batería.
CAPTURA DE COLLAR
CÁPTURA DE COLLAR
Comportamientos inéditos: apareamiento en los árboles y canibalismo
La información obtenida de la observación del oso andino es amplia y reveladora. Los miembros de la expedición consideran que esta técnica de monitoreo transforma por completo la manera de estudiar a esta especie.
Pero de entre todos los resultados obtenidos, algunos impactaron más a la ecóloga y su equipo. Uno de ellos fue el apareamiento en los árboles. Las imágenes mostraron comportamientos inéditos, como el apareamiento en las copas de los árboles. Este descubrimiento reafirma el carácter arbóreo del animal y por qué no es tan fácil verlo.
Otro comportamiento que llamó la atención de Pillco y su equipo fue el canibalismo. Por primera vez se registró a un oso andino consumiendo una cría de su especie, lo cual podría ser un caso de infanticidio, similar al comportamiento de otras especies de osos, donde los machos matan crías para que las hembras entren en celo. Aunque no se puede confirmar si el osezno fue asesinado por un espécimen adulto o ya había muerto antes.
Por otro lado, se tuvo también un primer registro de consumo de un primate. Se observó a un oso andino consumiendo un mono choro, aunque tampoco se sabe si lo cazó o encontró muerto.
Grandes ingenieros del ecosistema
El oso andino ha recibido el apodo de ingeniero del ecosistema del bosque. Denominación que no es poca cosa, pero que lo tiene bien ganado.
En los Andes, son pocos los mamíferos de gran tamaño que recorren largas distancias, y esta especie es uno de ellos.
“Se mueven largas distancias, yendo de bosque a pajonal, subiendo y bajando en diferentes direcciones y moviendo semillas consigo”.
Efectivamente, aunque son omnívoros, su principal fuente de alimentación son las plantas. Consumen más de 21 especies diferentes, un indicador clave de su variedad dietética y altitudinal en todo el bosque nublado. Sin embargo, al ingerirlas tienden, en la mayoría de los casos a tragar las semillas, no las muerden. “Esas semillas pasan intactas y, al llegar al tracto digestivo, la acidez ayuda a romper sus procesos fisiológicos, de modo que, al ser defecadas, el proceso de germinación en algunos casos se acelera”.
Al viajar grandes distancias, esta especie andina va diseminando las semillas a lo largo de su camino. Algunos recorren áreas de 100 o 300 km2, ayudando al proceso de regeneración del bosque.
“La regeneración, en términos biológicos, es la clave para la diversidad, entonces eso ayuda a que el bosque se siga manteniendo diverso”, señala a este Diario Ruthmery.
“En el contexto del cambio climático, los osos andinos desempeñan un papel crucial ayudando a las plantas a adaptarse a nuevas condiciones. Facilitan su migración hacia mayores altitudes, un proceso necesario debido al calentamiento global, que obliga tanto a flora como a fauna a desplazarse hacia zonas más altas. De alguna manera, los osos ya están contribuyendo a este movimiento de las plantas hacia terrenos más adecuados”, agrega.
Durante la temporada en que los observó, la especialista descubrió un parecido entre el oso andino y los humanos. “Cuando observaba en las cámaras de las trampas, veía al oso gruñón, al oso divertido, al oso que está siempre triste y cuando veía sus expresiones, tenían mucho de nosotros”, rememora.
Como guardianes espirituales de la naturaleza, estos Ukus protegen las montañas y bosques de nuestros ancestros, contribuyendo indirectamente a la conservación de numerosas especies de flora y fauna.