Cada minuto, las vacunas salvan miles de vidas en todo el mundo. Desde hace más de 200 años se han convertido en la intervención en salud más exitosa de la historia. Y es por ello que desde el inicio de la pandemia de COVID-19 se supo que marcarían un punto de inflexión en la actual crisis de salud.
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Sin embargo, al conocerse los niveles de eficacia de las diferentes vacunas, se comenzaron a comparar entre ellas e incluso a asegurar que unas eran mejores que otras. ¿Son las vacunas producidas en EE.UU. y Europa “mejores” que las desarrolladas en China o producidas en India?
Los expertos y entidades como la Organización Mundial de la Salud, Médicos sin Fronteras y Unicef reiteran siempre: en este contexto de limitado acceso, la mejor vacuna es la que llega primero a la persona, porque cualquier elemento que evite que alguien enferme de gravedad y fallezca es un arma clave para acabar con la pandemia.
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La función de las vacunas contra el COVID-19, en este momento, es evitar que las personas enfermen de gravedad, necesiten hospitalización y, finalmente, fallezcan.
“De las vacunas que ya cuentan con análisis de fase III, todas tienen una eficacia de alrededor del 90% para evitar hospitalización y alrededor del 100% para evitar muertes”, nos explica el epidemiológico e investigador Álvaro Taype-Rondan.
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Eficacia, una medida en situación “ideal”
Desde el inicio, las vacunas de ARN mensajero como Pfizer/BioNTech o Moderna reportaron altos porcentajes de eficacia; mientras que las que utilizan adenovirus o virus inactivado, un menor porcentaje. Y muchos se guiaron por esos números generales obtenidos en ensayos clínicos para afirmar que algunas eran mejores que otras.
La eficacia es el resultado de comparar cuántas personas desarrollaron síntomas en el grupo que recibió la vacuna en el ensayo clínico versus el grupo que solo recibió placebo. Es un número obtenido en las condiciones controladas de un estudio. “La eficacia y la efectividad son medidas relativas, no son absolutas. Las personas lo asumen como si fuera la reducción porcentual [de la posibilidad de enfermarse]. No [es así]. Es el resultado de comparar una población vacunada frente a otra no vacunada”, nos dice el experto en inmunizaciones y epidemiólogo Edward Mezones.
Pero, ¿pueden compararse estos porcentajes de ensayos clínicos distintos? ¿Puede decirse que solo se debe apostar por una vacuna?
Los expertos consultados por El Comercio señalan que no, porque las formas de evaluar la eficacia son distintas en cada estudio. En las vacunas para COVID-19, la principal medida es si estas logran prevenir enfermedad sintomática; es decir, que la persona contagiada presente síntomas.
“Los ensayos fase III publicados sobre las vacunas son muy diferentes entre sí, por lo que si un ensayo arroja una eficacia de 80% y otro 50%, esto no nos permite hacer una comparación directa, que es en lo que se ha caído ahora”, explica Taype-Rondan
Además, la definición de un “caso COVID-19” es distinta en cada ensayo. Para algunos es necesario solo un síntoma para calificar como un caso, mientras que para otros estudios se necesitan tres síntomas. Eso quiere decir que algunos casos no serían considerados como tales, pero en otros sí.
“Los ensayos de vacunas que piden más síntomas [para considerarse un caso COVID-19] van a tener menor casos en el estudio, pero van a mostrar artificialmente mayor eficacia”, dice el investigador.
Momento y lugar distintos
Los ensayos se hicieron en distintos momentos y lugares. Por ejemplo, las vacunas de ARN mensajero se probaron primero en EE.UU., mientras que las de vectores virales como AstraZeneca en Reino Unido. Las vacunas de virus inactivado como las de Sinopharm se probaron en Emiratos Árabes Unidos y otros países como Perú.
La mayoría de ensayos iniciaron antes de que se identifiquen las variantes del coronavirus. Por ejemplo, la vacuna de Johnson & Johnson se probó en Sudáfrica y la variante identificada en ese país influyó en su eficacia, que fue menor a la obtenida en EE.UU.
Mezones explica que la vacuna de Sinopharm es una vacuna de primera generación y no se conoce su eficacia frente a todas las variantes, por lo cual se necesitan estudios al respecto. La compañía china dijo en enero que era eficaz frente a la variante sudafricana, pero aún no hay información sobre su rol frente a las variantes de preocupación inglesa, brasileña e india.
Taype-Rondan señala que no es posible conocer si una vacuna probada durante la primera gran ola en Europa y que obtuvo más de 90% de eficacia es mejor que una que obtuvo menor nivel de eficacia durante la segunda ola en Brasil o en Sudáfrica.
“Si el primer ensayo de una vacuna tiene una eficacia supuestamente buena y el segundo [de otra vacuna], una ‘mala’, puede ser que se están enfrentando a diferentes variantes y no a que una sea mejor que la otra” indica.
El mundo real
Pero la eficacia es una medida tomada en el marco de un ensayo clínico, cuyas condiciones están controladas y tienen un número finito de participantes. Los epidemiólogos saben que la eficacia de las vacunas [obtenida en ensayos clínicos] se convierte en efectividad cuando se aplican de manera masiva en la población. Es solo entonces cuando se puede conocer su impacto real en la población.
Las campañas de inmunización tienen diversos elementos, muchos de los cuales no pueden ser controlados: nuevas variantes, adherencia a la vacuna (cumplir con todas las dosis), priorización de grupos de riesgo, acceso en ciertas zonas remotas, etc.
Los datos de efectividad que se van conociendo sobre las vacunas COVID-19 muestran un panorama alentador. En Israel, donde se usa la vacuna de Pfizer y el 60% de la población tiene al menos una dosis, la efectividad es del 95% para evitar nuevas infecciones, hospitalizaciones y fallecimientos, y los vacunados ya pueden realizar diversas medidas. En Indonesia, donde se usan las vacunas chinas de Sinovac, se reporta 96% de efectividad, mientras que en Chile un 89% contra COVID-19 grave. Su par chino Sinopharm informa una eficacia de 90% en Bahréin.
El epidemiólogo Mezones señala que aún es necesario conocer a detalle la información sobre efectividad de la vacuna de Sinopharm en Bahréin, pues no ha sido publicada en una revista científica. Un análisis preliminar sobre el efecto de la vacunación de personal médico en el Perú con esta vacuna muestra una caída en hospitalización y muertes.
En suma, la eficacia es un indicador importante que permite tomar decisiones a los gobiernos, pero estos consideran muchos elementos: circulación de variantes, precio, acceso a dosis, cadena de frío, etc. Por ello, una vacuna puede ser ideal para cierto país o región, pero puede presentar muchas dificultades en otros lugares.
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