Ya en el tercer año de la pandemia del COVID-19, pareciera que la ciencia ha llegado a un límite con respecto a las vacunas existentes contra la infección. Hoy veremos cuál podría ser el futuro de la inmunización contra esta enfermedad.
Las diversas vacunas en uso contra el SARS-CoV-2 están dirigidas contra la espiga del virus, por lo que el mecanismo de acción de todas ellas es estimular al sistema inmune de una persona a que produzca células de inmunidad y anticuerpos neutralizantes.
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La gran decepción
Al empezar los programas de vacunación, se tenía la esperanza de que esas células inmunes y anticuerpos neutralizantes le dieran a la persona la protección necesaria para no infectarse con el nuevo coronavirus. Además, que al evitar la infección, también se evitaran la enfermedad grave, las complicaciones y la muerte.
Los primeros datos indicaron que la inmunidad proporcionada por las vacunas inyectables disminuía con los meses, por lo que –ya desde mayo del 2021, a solo cinco meses de haberse iniciado la vacunación– se empezaba a hablar de la necesidad de usar dosis de refuerzo, la primera de las cuales fue autorizada por la FDA en setiembre del 2021.
Posteriormente, cuando se pensaba que la pandemia se estaba estabilizando, la aparición de la variante ómicron en noviembre del 2021 hizo que en marzo del 2022 se aprobara una cuarta dosis –o segundo refuerzo– para las personas en mayor riesgo de complicarse.
Ante la aprobación de la nueva vacuna bivalente o de segunda generación, mucha gente se pregunta hasta cuándo se usarán dosis de refuerzo.
Inmunidad en mucosas
El problema, que la ciencia está recién empezando a entender, es que los anticuerpos neutralizantes producidos por las vacunas inyectables no se concentran con eficacia en las vías respiratorias, por lo que no son capaces de impedir la infección.
Aunque es muy importante que las vacunas inyectables sigan protegiendo de enfermedad grave y muerte, no proteger de la infección propiciaría que produzcan variantes del virus, las que podrían eternizar la pandemia.
Por ello, muchos investigadores propugnan el desarrollo de una vacuna que consiga la llamada “inmunidad esterilizante”, en la que no solo se estimule la producción de células y anticuerpos neutralizantes que protejan contra enfermedad grave y muerte, sino también que impidan la infección en las vías respiratorias. Esa doble acción sería conseguida con el uso de vacunas orales y nasales.
“El problema, que la ciencia está recién empezando a entender, es que los anticuerpos neutralizantes de las vacunas no se concentran en las vías respiratorias”.
Intranasales y orales
Muchos investigadores piensan que las vacunas de mucosas nasales y orales podrían cambiar completamente el curso de la pandemia. Pese a que se han reportado experimentos muy prometedores en animales, los estudios en seres humanos están aún en pleno desarrollo.
Al respecto, un estudio en macacos de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. demostró que una vacuna intranasal protegió completamente a los animales de la infección por SARS-CoV-2 y un estudio en ratones, de la Universidad de Yale, encontró que un refuerzo intranasal después de una dosis de vacuna inyectable protegió completamente a los animales de un nivel letal de exposición al coronavirus.
Las vacunas nasales y orales –que se usan para polio, gripe y cólera– estimulan la producción de células inmunitarias en las mucosas, conocidas como “células de memoria T y B residentes en tejidos”, las cuales tienen funciones ligeramente diferentes de las células T y B circulantes.
Las células B de memoria residentes en los tejidos, por ejemplo, producen grandes cantidades de inmunoglobulina A secretora (IgA), un tipo de anticuerpo que penetra las capas profundas del tracto respiratorio, lugar en el que –algo todavía en estudio– impediría que el SARS- CoV-2 infecte al individuo.
Las células B de memoria residentes en los tejidos, por ejemplo, producen grandes cantidades de inmunoglobulina A secretora (IgA), un tipo de anticuerpo que penetra las capas profundas del tracto respiratorio, lugar en el que -algo que está todavía en estudio- impediría que el SARS- CoV-2 infecte al individuo.
Algunas vacunas de mucosas son idénticas a las vacunas inyectables, pero se aplican como líquido o aerosoles por la nariz o por la boca, e incluso como píldoras. La vacuna de mucosa desarrollada por el laboratorio chino CanSino, por ejemplo, contiene una quinta parte de la dosis de la versión inyectada y se aplica por la boca en forma de aerosol.
Los investigadores prueban vacunas de mucosas como primera dosis en personas no vacunadas o refuerzos en las previamente vacunadas contra el COVID-19.
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Corolario
Las vacunas inyectables han demostrado ser excelentes para proteger a la persona de la enfermedad grave y la muerte, pero al no proteger de la infección –y por tanto de la circulación del virus en la comunidad– pueden favorecer la aparición de nuevas variantes.
Por eso el lograr la inmunidad esterilizante con vacunas intranasales y orales debe ser una prioridad para la ciencia, y en ese camino, la semana pasada se informó que –a pesar de desconocerse aún su eficacia– dos vacunas de mucosa han sido ya aprobadas en India y China.
Lamentablemente, el desarrollo de vacunas de mucosa no sucederá, como lo reclama un reciente editorial de la revista “Science”, hasta que no se tengan los miles de millones de dólares que se destinaron al desarrollo de las vacunas inyectables, que parece, han llegado a su límite.