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Cuando Verónica Castro conquistó Lima: así fue su breve pero inolvidable paso por la capital en 1981 | FOTOS
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Ella estaba en permanentes giras, proyectos y siempre anunciando nuevas telenovelas. Verónica Castro imprimió a Lima una huella de fama, misterio y afecto popular en su breve paso el 11 de setiembre de 1981. No era la primera vez que la mexicana deslumbraba con su presencia en la capital peruana -ya en 1980 había visto de cerca el entusiasmo de sus seguidores peruanos-, pero esta corta escala rumbo a Chile y Argentina encendería una nueva oleada de admiración en torno a ella.
Aquella noche, los periodistas la esperaban con la agenda habitual: saludos para el pueblo peruano y preguntas sobre próximos trabajos, pero lo que destacó más fue el gesto amable de una artista cercana. Verónica Castro respondió con cortesía, anunciando su rol central en la nueva versión mexicana de la telenovela “El derecho de nacer”, donde interpretaría a María Elena, junto a conocidos actores y a su hermana Beatriz, quien debutaba en ese elenco.
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La visita de la “Vero”, breve y cargada de expectativas, no solo sirvió de tránsito físico sino también de contacto afectivo con audiencias que habían seguido día a día su actuación en la telenovela “Los ricos también lloran”. El saludo enviado desde el aeropuerto chalaco consolidó aún más el vínculo de Verónica Castro con la teleaudiencia peruana, que la reconocía como una referente vital del género telenovelesco.
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EL AUGE MEDIÁTICO Y EL ARRASTRE DEL MELODRAMA
En 1981, Castro se hallaba en la cúspide de su fama gracias a dos motivos: el éxito de la telenovela donde compartió el protagonismo con el galán Rogelio Guerra, con su papel de Mariana Villareal; y la conducción de “Noche a Noche”, un programa que semanalmente, desde 1980, trasladaba a los hogares imágenes, melodías y entrevistas del ambiente artístico mexicano.
Perú no sólo vivió la historia de Mariana en los interminables capítulos televisivos de “Los ricos también lloran” sino también los ecos del espectáculo internacional con el programa de entrevistas. Así, Castro estaba en el corazón de la gente, era parte de su cena familiar, y así no había barrera entre ella y su público, lo mismo pasaba en casi todos los países latinoamericanos.

Su paso coincidió con la inminente transmisión local de su nueva telenovela “El derecho de nacer”, que América Televisión (Canal 4) preparaba para su público. La programación era extensa, con especial atención a las figuras de la farándula internacional, a la que Verónica, sin duda, pertenecía por mérito propio.
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NOCHE A NOCHE, NOMBRE PROPIO EN LA PANTALLA
Durante los últimos años de la década del 70 y en los inicios del 80, Verónica Castro había consolidado su nombre en la televisión internacional. Tras su debut en el teatro, en 1970, las telenovelas mexicanas fueron su tren de arrolladora popularidad, especialmente la afamada “Los ricos también lloran”, que revolucionó las audiencias en el Perú y toda Latinoamérica.
Su aparición como conductora de TV. impulsó el espectáculo televisivo, acercando humanamente a los televidentes a numerosos artistas, conjuntos musicales y revelando la extraordinaria diversidad cultural de su país México.

Ese estilo cálido y directo consolidó un formato que, muy pronto, entraría en el molde del entretenimiento internacional. Para Lima, el eslogan “Noche a Noche con Verónica Castro” era sinónimo de novedades, elogios y una reafirmación de la cercanía latinoamericana en la pequeña pantalla.
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ENCUENTRO Y DESPEDIDA: UN MOMENTO FUGAZ
El paso de Verónica Castro por Lima estuvo marcado por la brevedad, pero también por la intensidad. En el antiguo aeropuerto Jorge Chávez, la actriz era consciente de la importancia del contacto, lo que reafirmó al expresar su cariño al público peruano, y dejar saber que se hallaba en plena preparación de su nuevo rol protagónico.
En los círculos televisivos, la presencia de Castro era un signo indudable de que los lazos entre México y Perú, entre las telenovelas y los espectadores limeños, seguirían fortaleciéndose. La actriz, además de su trabajo televisivo, había comenzado a destacar como cantante.

Desde 1973, con la publicación de su EP inicial, un formato más corto que un álbum LP, una especie de miniálbum, hasta los lanzamientos discográficos que acompañaban sus telenovelas: “Sensaciones”, de 1978, “Aprendí a llorar”, de 1979 y “Norteño”, de 1980, en cuyos casos Castro demostró un dominio versátil de la escena pop y la balada romántica.
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El álbum “Cosas de amigos”, de 1981, estrenado poco antes de su paso por Lima, recogía esos méritos y reforzaba su imagen de artista integral. Para diciembre de 1981, su carrera artística registraba un desenvolvimiento intenso en teatro, música y televisión, marcando la agenda cultural mexicana y extendiéndose hacia públicos internacionales, especialmente en Sudamérica.
CARISMA Y MÉTODO: VERÓNICA, EL ARTE DE LA CERCANÍA
En entrevistas, Verónica Castro recalcaba que en cada proyecto dejaba algo de sí: su manera de vivir, su forma de actuar, su visión íntima del melodrama. La recepción en Lima, con fanáticos entusiastas y la prensa pendiente, era el reflejo de esa autenticidad que le permitía alternar entre celebridad y familiaridad en todo momento.

La llegada de Castro a Lima se insertaba en una cartelera nacional en franca transformación. Durante 1981, América Televisión introducía más de una docena de telenovelas en su programación, con especial énfasis en las producciones mexicanas de alto impacto mediático. La presencia de la Vero, pese a la brevedad, funcionaba como señal y confirmación de esa tendencia.
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El entusiasmo por “El derecho de nacer” era inmediato, y los productores locales preparaban el terreno para adaptar el formato internacional a los gustos peruanos. Entre el culto por el melodrama y la admiración por las estrellas extranjeras, Lima vivía una suerte de auge audiovisual, en el que Verónica Castro era figura insoslayable.
El estilo actoral de Castro, íntimo pero imponente, hacía que cada encuentro reafirmara su pertenencia a la cultura popular, la de México y la de Perú, indistintamente. Desde la sala de embarque del Jorge Chávez hasta la sintonía nocturna de los hogares limeños, la actriz mexicana ya estaba instalada en el imaginario afectivo de los peruanos.











