Catorce errores en la relación con el jefe
1. Es un error grave olvidar que el jefe representa a la empresa que compra mis servicios. Mi jefe es por lo tanto mi principal cliente, me caiga bien o no, y como tal debo tratarlo siempre.
2. No proponerme que mi jefe esté siempre contento con mi trabajo es un error estratégico. Su opinión sobre mí es vital para mi carrera: no solo será quien decida mis ascensos y promociones, sino que será quien referirá mi trabajo por muchos años.
3. Es un error sentirse aduladores por tratar activamente que la relación con el jefe sea positiva, agradable y abierta. El jefe confiará más en nosotros si le resultamos personas eficientes y amables con las que simpatiza y trabaja sin problemas ni dramas.
4. No esforzarnos por conocer a la persona que es el jefe es un error de omisión. Hacerlo en un almuerzo fuera de la oficina, por ejemplo, contribuye a generar un espacio para compartir sueños, metas y planes de futuros y de carrera -y saber cómo los suyos podrían impactar en los míos-.
5. Es un error no alinear con frecuencia los factores de éxito de mi posición con mi jefe. ¿Cómo sabré lo que espera de mí, de mi trabajo y de mis resultados si no se lo pregunto directa y frecuentemente?
6. Es también un error no informar al jefe de mis contribuciones y aciertos con regularidad. Si no lo hacemos, ¿cómo va a saber qué hemos hecho o qué valor hemos agregado? Una lista de los logros, idealmente con cifras -y en privado, por supuesto- ¡hace maravillas!
7. Juzgar dura o negativamente al jefe por sus errores, defectos o carácter, olvidando que es tan humano como yo, es un error que puede afectar el tono de nuestra relación y, por tanto, de mi carrera.
8. Pero nada más grave que despreciar al jefe. El desprecio es imperdonable y muy ofensivo. Se siente en las actitudes, señales e incluso en las miradas. Despreciar al jefe es volverlo nuestro enemigo, lo que equivale a un harakiri profesional.
9. Es una pésima idea hablar mal o criticar al jefe con terceros, aún estos sean ‘mis íntimos’. No solo es una grave señal de deslealtad, sino que es una acción frívola e irresponsable que pone en peligro mi puesto y mi carrera: los jefes siempre se enteran de lo que decimos de ellos.
10. Olvidar que es de mi interés hacer brillar a mi jefe puede llevarme a perder la oportunidad de progresar con él: si el jefe nos percibe como claves en su propio éxito, progresaremos con él. Ayudarlo a ser exitoso en lo suyo es otra señal de nuestro profesionalismo.
11. Es un error serio sufrir eternamente a un mal jefe: nos hunde y condena a la infelicidad profesional. Si el jefe es incorrecto o corrupto, es vital tratar de encontrar otra posición o trabajo de inmediato.
12. El jefe ideal no existe y todos son diferentes. A veces nos toca “enseñarles” a ser mejores jefes: no todos han sido entrenados en las habilidades de liderazgo. Darles en privado pautas claras de cómo guiarnos es una bendición que los jefes maduros tienden a valorar.
13. Es un error grave olvidar que la relación de subordinación existe, y por tanto el respeto a la autoridad y la cortesía en todas las situaciones sin excepción son claves, incluso si el jefe no es quien nos gustaría que fuera.
14. Tratar de competir con el jefe o querer ganarle en todo es un error de ego que no nos lleva a nada, y daña irremediablemente la relación. ¡Y mucho peor si lo hacemos notorio o en público!