Daniel Alcides Carrión: a 130 años de su muerte
A la bacteria de la verruga peruana le bastó un mes y unos días para vencer al cuerpo del joven estudiante de medicina Daniel Alcides Carrión. El 5 de octubre de 1885, el héroe de la medicina peruana fallecería en una cama del hospital Maisón de Santé. Su apasionamiento por la investigación médica llevó a que Carrión se inoculase la enfermedad también conocida como “fiebre de la Oroya”.
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Con los malestares a cuestas, Carrión registraba la evolución del mal en su cuerpo y en cuanto las fuerzas no le dieron, encargó la tarea a sus amigos. El Comercio reconoció el tesón del joven y la importancia de su investigación. Este diario siguió la hazaña médica de Daniel Alcides Carrión desde el inicio de su pesquisa y, al día siguiente de su muerte publicó una nota en la que se destacaba su labor.
Ese texto fue titulado “Daniel Carrión”. A 130 años de su hazaña médica, Huellas Digitales reproduce esta histórica publicación:
“Daniel Carrion
Ayer anunciamos que el señor Daniel Carrion, practicante de Medicina, se encontraba gravemente enfermo, á causa de haberle acometido la terrible fiebre llamada de la Oroya, y hoy tenemos que pasar por el dolor de comunicar que ha muerto.
Siempre es lamentable la muerte de un jóven estudioso y aprovechado; pero lo es mucho mas, cuando ese jóven ha revelado el entusiasmo que Carrion por descubrir los misterios de la ciencia.
Daniel Carrion ha sido víctima de su afan por conocer la causa de su enfermedad de verrugas, y estudiar el medio eficaz de combatirla. Debía recibirse próximamente de Bachiller en Medicina, y escojió por tema de la tesis que había de sustentar, la enfermedad de verrugas; para estudiarla mejor y poder apreciar con conciencia cierta los síntomas y el curso del mal, se inoculó el virus de verrugas, y logró eu objeto durante el primer período de la enfermedad. En el segundo periodo, le sobrevino la fiebre de la Oroya, y la ciencia ha sido importante para salvar su existencia.
La vida del infortunado jóven Carrion vale á la Medicina un descubrimiento de altísima importancia; pero significa á la vez la pérdida de un obrero que, por sus primeros pasos, reveló cuán útil habría de ser mas tarde para el ensanche de los hasta hoy estrechos limites del saber médico.
En efecto, del experimento realizado por Carrion en su propia persona, parece deducirse que la causa que produce las verrugas es la misma que la que origina las fiebres de la Oroya, es decir, segun creencia generalizada, el agua del punto denominado “Agua de Verrugas”.
Esta verdad, que indudablemente será estudiada por nuestras corporaciones científicas del ramo, puede llevar al conocimiento preciso de la manera de combatir ambos males. La abnegacion extraordinaria del jóven Carrion habrá sido pues, de provechosísimos resultados para la humanidad.
Daniel Carrion era un joven de 26 años: nació en el Cerro de Pasco y era ya alumno de 6º año de Medicina. En su carrera escolar se distinguió siempre, tanto en el Colegio de Guadalupe cuanto en la Facultad de Ciencias, y en la Escuela á que actualmente pertenecía mereció ser distinguido por sus maestros. Era discípulo de la Clínica de los doctores Villar y Romero, fue externo del Lazareto y de la “Maison de Santé”, é interno de los hospitales 2 de Mayo y San Bartolomé.
Se inoculó el virus que le ha producido la muerte el 27 del próximo pasado Agosto, y la enfermedad se reveló el 20 de Setiembre, con estoica calma ha seguido, estudiándo todas las diversas fases del mal, cuya historia escribió hasta el último moemnto en que pudo hacerlo; desde que estuvo imposibilitado de continuar, la han seguidos sus compañeros de estudio.
Carrion era de un temple de alma verdaderamente admirable. Pocos días ántes de que le atacara la fiebre palúdica de la Oroya, decía: “á mi entender he pasado del primero al segundo periodo; de todos modos la erupcion aparecerá en el estío: la época es conveniente, habré concluido mi año, y estaré en aptitud de estudiar bien, todos los fenómenos”.
No se le ocultaban los peligros que podían sobrevenirle, y con resignación digna de un mártir de la ciencia, lo único que manifestaba era el pesar de que, si lo sorprendía la muerte, no hubiera quien se atreviese á continuar la tarea comenzada por él. La muerte no lo amilanó: la vió acercarse con serenidad, y sus últimas palabras han sido de entusiasmo á sus compañeros para no desmayar en la persecucion del misterio que tan caro le ha costado pretender descubrir.
La memoria de Daniel Carrion, debe pues, ser conservada con respeto y admiracion por cuantos se interesan por los progresos de la Ciencia y el nombre de nuestra patria.
“El Comercio”, que estima pérdida grandísima para el país la de tan distinguido jóven, ha creído de su deber consagrar estas líneas para entregar á la gratitud nacional su noble sacrificio.”
(Archivo El Comercio)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
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