“Solo tres personas en la historia han conseguido hacer callar al Maracaná con un solo gesto: el Papa, Frank Sinatra y yo”, dijo alguna vez Alcides Ghiggia, campeón del mundo con Uruguay en 1950, acerca del gol que dejó sin título a Brasil en esa final.
Curioso destino el que le ha dado la vida: no solo de ser el autor de ese gol, sino también de ser el último sobreviviente de aquel equipo. Él es el único que puede contarnos la historia. “Sí, soy el último que queda. El año pasado falleció Aníbal Paz, arquero suplente de Roque Gastón Máspoli, quien llegó a dirigir en Perú”, cuenta Alcides.
—¿Cómo llega a participar en el Mundial de Brasil 1950? Hasta donde se sabe, incluso tiene el récord como el jugador que conquistó en más corto lapso desde el día de su debut –pasaron apenas 72 días– el título de campeón mundial.
Yo, antes del Mundial del 50, ya le había ganado a Brasil por la Copa Río Branco. Jugué bien y por eso me convocaron. Debuté el 6 de mayo de 1950 en un partido en Sao Paulo, en el que también les ganamos. En ese momento tenía yo 23 años.
—¿Cómo fue cargar con una fama tan repentina?
Yo siempre amé el fútbol, entonces para mí el fútbol era mi pasión, mi trabajo y mi hobby. Incluso cuando hice el gol, jamás pensé en la fama. Yo era de los más jóvenes y tenía que respetar a los más antiguos en el plantel, como a Obdulio Varela, Julio Pérez o Roque Máspoli. Yo sentí la fama con los años, cuando se habló de la “hazaña”, pero en ese momento era un gol más, había ganado el campeonato del mundo, sí, pero solo pensaba en volver a casa y estar con la familia, nada más.
—Y luego se fue a Italia a jugar por la Roma y el Milan, y llegó a jugar por esa selección en una época en la que no estaba prohibido…
Exacto. También tuve la felicidad de que allá nació mi hijo Arcadio. Jugué para Italia las eliminatorias a Suecia 58, frente a Portugal e Irlanda del Norte, en una delantera en la que casi todos éramos sudamericanos. Jugaba yo, el argentino Miguel Montuori, Pepe Schiaffino –compañero mío en el 50– y el brasilero Dino da Costa. Sin embargo, no pudimos ir a ese Mundial porque los irlandeses ganaron la clasificación.
—¿Y cómo es la vida cotidiana de Alcides Ghiggia, un jugador al que la FIFA considera entre las 20 leyendas vivas del fútbol?
Como la de cualquier otra persona. Salgo a la calle, me saludo y converso con la gente del barrio. Todo perfecto con la leyenda, pero yo soy un hombre mortal, común y corriente.
—Pero supongo que algunas anécdotas simpáticas vinculadas al tema habrá tenido…
Sí, mirá, te cuento una. Una vez, cuando volvía a Brasil en un viaje, bajo del avión, entro al aeropuerto, muestro mi pasaporte y la muchacha de migraciones lo mira, le da vuelta, lo vuelve a mirar, me mira a mí, y le digo: “Señorita, ¿pasa algo con mi documento?”, y ella me pregunta: “¿Usted es Ghiggia? ¿Usted es el personaje del gol del 50?”. Sí, le dije yo, “pero mire usted que eso ya pasó hace años”. Y la chica, que no tendría más de 27 o 28 años, me contestó: “Sí, pero eso nos duele aquí adentro siempre”.
—¿Tuvo alguna comunicación posterior con los futbolistas de la selección brasileña?
Sí, claro. Cuando volví de jugar en Italia a Uruguay, cerca del año 63, se hizo un partido a beneficio y ahí nos volvimos a ver, y sostuvimos comunicación por carta o por teléfono. Luego también se invitó a los brasileños a algunos reencuentros, donde comíamos, charlábamos de fútbol por horas y los brasileños también nos invitaron varias veces allá. Entre los jugadores uruguayos y brasileños decidimos espontáneamente empezar a reunirnos y fomentar esa camaradería.
—Esa historia es casi imposible de ver hoy en día. Además, considerando que la gloria que fue para usted ese gol del 50 marcó la desgracia del arquero brasileño Barbosa.
Sí, lamentablemente. Barbosa siempre decía que “la pena máxima en Brasil por un crimen son 30 años; yo, por un gol, llevo toda la vida penando”. Murió pobre y agredido por gran parte del pueblo brasileño injustamente. Él no fue el culpable de mi gol. Igual ese día yo al que tuve loco fue a Bigode, el lateral izquierdo encargado de marcarme. Barbosa iba siempre a nuestros reencuentros. Muchas veces nos dijo que se sintió mucho más querido entre nosotros que en su casa en Brasil.
—El fútbol vive un momento turbio a raíz de las denuncias contra varios dirigentes de la FIFA...
Eso ya se veía venir. Acá teníamos a Figueredo [Eugenio Figueredo, ex presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol y de la Conmebol], que era un tipo que fumaba bajo el agua, lleno de artimañas. Era nuestro lado oscuro, un tipo muy sinvergüenza que ha perjudicado mucho al fútbol. Y ahora lo han agarrado.
—Sé que la pregunta puede parecer descabellada, pero ¿qué jugador sería usted ahora?
No, yo no puedo jugar ahora. Yo no tendría puesto porque no existe más el puntero. El concepto del puntero que iba por la raya que desbordaba, que era mi fútbol, no se usa más. Igual me gusta mucho Suárez: sabe ubicarse en espacios vacíos y tiene potencia y explosión. En general, los tres componentes del tridente del Barcelona me parecen unos excelentes jugadores, y Messi, el mejor. Es mucho más completo que Cristiano Ronaldo y me gusta bastante más que Maradona. Una persona es completa cuando es buen deportista y cuando es humilde.
—¿Cómo ve a Uruguay en esta Copa América que está por comenzar?
Lo veo muy difícil, hay una renovación de jugadores y no veo al equipo bien armado para esta Copa. Colombia y Argentina están mucho mejor. No veo a Uruguay disputando la final. Brasil también va a cambiar con Dunga, tienen un sistema más veloz que el de Scolari. Perú se está armando recién, pero si vuelve a ser fiel al fútbol que tenía hace años, puede llegar lejos, pero tiene que mejorar también su faceta defensiva. Paraguay es una incógnita. Chile tiene un fútbol muy dinámico y buenos jugadores, además son locales. Yo converso mucho de estos temas con mi hijo Arcadio, que es biólogo y técnico de fútbol. Él es muy estudioso del tema.
(*) Este texto fue publicado originalmente el 13 de junio del 2015 en nuestra edición impresa.