“Follow the money” le dice ‘Garganta profunda’ a Bob Woodward en la maravillosa “Todos los hombres del presidente” y esa frase, ícono de la historia del cine, sirve también para entender qué hay detrás de esta disputa más telenovelesca que cinematográfica entre un grupo de clubes y la Federación Peruana de Fútbol. Siguiendo la ruta del dinero encontraremos que detrás de las amenazas, comunicados, papelones y W.O. no está la búsqueda del “desarrollo del fútbol peruano” como se empeñan a señalar desde ambos lados. Esta es una lucha por dinero. O, para ser más precisos, una lucha por el poder.
Por un lado, Paco Casal, el todopoderoso empresario uruguayo quien no va a dejar que de un momento a otro le arrebaten un pedazo -por más pedacito que sea- del fútbol sudamericano; y por el otro Agustín Lozano, el mandamás del fútbol local, quien sabe que controlando los derechos de televisión puede afianzar su influencia sobre clubes para los que ese dinero puede representar el 80% de sus ingresos.
Como líder de los rebeldes se encuentra Alianza Lima. Hay US$100 millones de razones, según ha trascendido, que sostienen a fuego su posición. La U tendría un acuerdo similar pero, a diferencia de su compadre, su contrato aún está vigente, por eso decidió enfriar su calentura y jugar ante Cantolao. ¿Cuánto le habrán ofrecido a Cusco para no salir a la cancha ante Huancayo? ¿Y al resto?
(A propósito, la no transmisión del U-Cantolao sonó a represalia por parte del Consorcio. Un tas tas de Papá Casal al Ferrari respondón que se bajó del grupo de los 8).
El escenario de esta guerra no pudo ser peor: un país cuasiparalizado, empobrecido, que arrastra casi 60 muertos en enfrentamientos y desprecia profundamente a sus políticos. Por eso cuando Lozano y Juan Reynoso se aparecieron en Palacio pidiendo el regreso de la actividad futbolística, el primer ministro Alberto Otárola no pudo estar más feliz.
La desesperación del ‘Cabezón’ es comprensible. Es imposible preparar una selección con jugadores sin competencia, afianzar alguna idea o encontrar alternativas, por ejemplo, para Christian Cueva, quien si no resuelve sus cuitas con el Santos y el Al Fateh, pronto se convertirá en un jubilado precoz. Para Otárola la visita fue oxígeno puro. Cualquier político sabe que el fútbol es una fórmula infalible para aliviar la temperatura y desviar la atención. Le dejaron la pelota servidita para que la empuje al gol.
El fútbol, aunque no nos guste, es el reflejo de nuestro país. Esperar algo mejor que este regreso caótico y vergonzoso de la Liga 1 era utópico. Y lo que viene puede ser peor.