En tiempos con los cines reabriendo en muchos países del mundo, un enfrentamiento entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo es nuestra versión más cercana a un “Civil War”. Sin capas ni escudos, pero con la armadura del talento y los súper poderes resumidos en un excepcional remate o una inusual gambeta. Ambos siguen demostrando su vigencia al remecer el último mercado de pases: Messi con su llegada al PSG (hoy debuta ante el Reims) y CR7 con su decisión de volver al Manchester United. Esa dualidad del balompié vuelve a ser sinónimo de posibles portadas deportivas. Ya con más de treinta años, con once Balones de Oro sumados entre ellos, más de cien récords batidos en las cinco grandes ligas, Leo y CR7 solo buscan añadir páginas de anexo a un libro de leyenda. Ambos siempre han sido mediáticos, aunque no siempre hayan mostrada cercanía con los micrófonos en conferencias o zonas mixtas. Lionel y Cristiano han elegido pocos momentos para dialogar con la prensa. Recién en los últimos tiempos lo han hecho con más frecuencia y prestancia. Aquí nuestra experiencia en el intento de entablar un diálogo imposible con dos huéspedes eternos del Olimpo del balompié.
CONTENIDO PARA SUSCRIPTORES: Cristiano Ronaldo: ¿Por qué regresar al Manchester United es ya una victoria para ‘CR7′?
Mayo, 2013
Lionel Messi, en sus mejores años de competencia internacional, se comportaba como un divo amable. Si estabas frente a él nunca negará una entrevista, pero para que eso ocurra primero había que encontrarlo. Burlar con la concentración del mejor zaguero, sus gambetas a la prensa. El reto siempre fue sobrepasar cada una de las vallas que lo rodea. Sus asistentes, sus familiares, su seguridad personal. Son muchos, innumerables. Intratables.
Messi, en aquel tiempo y hasta hoy, se comportaba como si estuviera cumpliendo el sueño del pibe cada fin de semana. Eso sí, sus agentes le recuerdan todos los días su condición de estrella inalcanzable. Aquella noche de lluvia en Barcelona, un jet privado esperaba al ’10′ argentino en el terminal exclusivo del aeropuerto El Prat. En su condición de Beatle del fútbol, Lionel ha pedido una movilidad exclusiva y veloz para llegar hasta Qatar donde iba a firmar un convenio con una empresa de telefonía. Desde ese tiempo, el ‘30′ del PSG ya mostraba cercanías con los petrodólares del país asiático.
Era casi medianoche en España y el mejor futbolista del mundo había cumplido una obligación importante antes de partir. Después de celebrar un título nacional en el Camp Nou con su hijo Thiago, fue a dejarlo con su mamá en la casa de Casteldefels (a media hora en auto del centro de la ciudad). A Qatar solo iba con sus hermanos (Mateo y Rodrigo) y dos asistentes personales.
Aún llovía en Cataluña y Messi estaba muy apurado. Un hombre rubio, con corte de cabello a lo Robert de Niro en Taxi Driver, se encargará de hacer el trabajo sucio: decirle que no a los periodistas. Era un antiguo asistente llamado Adrián Barbieri. Messi, un mes más tarde, iba a jugar un partido amistoso en el estadio Nacional de Lima. Como periodistas que habíamos viajado desde el Perú hasta Barcelona, solo nos quedaba un recurso: mostrarle su primera foto como futbolista internacional a los nueve años. Messi es muy hábil con los defensores pero esta vez no pudo driblear a sus mejores recuerdos.
-¿Recuerdas esta foto Lionel? Es cuando jugaste la Copa de la Amistad de 1997. ¿Fue tu primer campeonato fuera del país?
Claro que me acuerdo, si no fue el primer campeonato internacional debe haber sido uno de los primeros. Es un lindo recuerdo.
-Hay una familia Méndez que siempre ha tratado de recolectar todos las fotos y videos de tu visita con solo 9 años. Ellos te hospedaron ¿Tienes referencia de esos momentos?
Yo estaba muy chiquito en ese tiempo. Te voy a ser sincero, no recuerdo muchas cosas pero lo que no me olvido es que en esos campeonatos nosotros dormíamos en casa de familias. Con mis compañeros nos separábamos porque cada uno tenía su anfitrión. Hasta allí llego, más no podría precisar.
-¿Tu relación con el Perú comenzó con buen pie entonces?
Podría decirse que sí, son varios años jugando al fútbol pero de niño siempre queda el recuerdo de los primeros partidos ganados. Además estaba con un equipo que quiero mucho como Newell’s Old Boys.
-¿Con esa camiseta te vas a retirar?
Alguna vez he declarado que me encantaría por lo menos jugar una temporada más allí antes del retiro. Pero en el fútbol uno nunca puede adelantarse. De momento solo puedo decir que Barcelona es mi presente y mi futuro también (nota del redactor: esta respuesta recobra validez siete años después). Voy a quedarme mucho tiempo por aquí.
-Eras muy chico cuando Maradona se retiró del fútbol. ¿Cuál fue tu primer jugador modelo cuando comenzaste en el fútbol?
El primer jugador que admiré en el fútbol fue Pablo Aimar. No tengo mucha memoria como para recordar todos los jugadores que alguna vez seguí, pero de Aimar sí me acuerdo muy bien. Es el primer nombre que se me viene a la mente cuando me hacen esa pregunta.
En la zona de embarque para vuelos privados había agentes de la policía que pedían desalojar la sala de espera. Cerca de la puerta principal había un aviso que prohibía el uso de cámaras de fotos, grabadoras de videos y celulares. Messi solo podía declarar en los exteriores.
Después de estacionar su camioneta blanca Audi O7, el asistente cada vez más fastidiado recogió las maletas de la ‘Pulga’. El futbolista argentino se movía de un lado para otro mientras declaraba. Los que más lo conocen dicen que es su típico tic nervioso. Por eso evita las entrevistas. Si Lionel concede un diálogo con los periodistas la primera regla es no pasarse de los quince minutos. Recién iba a flexibilizar esa decisión unos cinco años después. Lo más difícil fue estar a su lado, poder hacerle las primeras preguntas.
Un reloj cercano a la puerta del terminal exclusivo informaba que estábamos a 14 grados centígrados. Noche de primavera en Barcelona y con una lluvia insistente. Leo se acomodó la chompa que tenía la imagen en blanco y negro de un veinteañero Mick Jagger. Quizá Messi no sea el Beatle del balompié, quizá prefiera sentirse siempre como un eterno Rolling Stone. Cada partido de fútbol es para él un concierto estelar donde él siempre tendrá la voz cantante.
Esa noche del 2013 aún nos tenía una sorpresa más, Leo pidió que su jet privado para Qatar alce vuelo tan rápido. Salió corriendo de la sala de embarques y regresó a su automóvil con uno de sus asistentes. Messi había preguntado cuál era el menú en el jet y quedó preocupado. No había hamburguesas. Corrió hacia el Audio blanco para buscar el fast food más cercano. A Messi no le gusta la comida de los aviones a pesar que hace mucho aprendió a volar.
Abril, 2016
Había llegado temprano Lionel Messi a un escondido set de televisión en las afueras de Barcelona. Estábamos a unos treinta minutos del centro de la ciudad condal, teníamos todavía un clima de otoño y la repentina lluvia había perdonado la vida al detenerse cerca del mediodía.
Era casi las siete de la noche pero en esos meses allí oscurece después de las nueve. Afuera en el estacionamiento, descansaba el Range Rover negro en el cual Messi había venido para grabar un comercial que una marca de teléfonos móviles en estreno. Era Messi y por eso en estas instalaciones había más guardaespaldas que camarógrafos o asistentes de producción. Todos estaban en permanente estado de alerta aguardando la salida del mejor futbolista del planeta. Uno de los hombres de confianza de Leo cargaba una bolsa y un gancho con ropa lo cual anunciaba que Messi había terminado de filmar el spot publicitario.
Allí, Messi se reunió con representantes de prensa de casi todos los países de Sudamérica. Había ansiedad y preguntas en el aire sobre cómo se será el esperado reencuentro con nosotros tres años después. Lionel Messi apareció con un polo negro sin grabados y con un jean muy oscuro, se abrió paso y sobre una mesa de madera comenzó a autografiar camisetas, posters y balones que no son de oro. Minutos después, firmó algo más importante. Firma un acto de presencia.
-¿Lionel estás en condiciones de que afirmar que jugarás la Copa América Centenario?
Sí, claro esa siempre fue la idea. Terminamos con la participación en la Liga Española, en la Copa del Rey y estaré a las órdenes del comando técnico de la selección. Me entusiasma jugar ese torneo.
-¿Pero no hay opciones que esa posibilidad se caiga por disposición del club?
No, ¿por qué? ¿alguien te ha dicho eso?
-Lo leí en un par de diarios españoles.
Nada que ver. Si vas a ir a la Copa América a cubrir anda tranquilo nomás.
Se había formado una fila multinacional de seguidores que abordarán a Messi de diferentes maneras. Un conductor de televisión del Ecuador pidió grabar un video de solidaridad por el terremoto que había sacudido unos días atrás a su país, una joven de El Salvador le regaló un cuaderno donde le había escrito cartas de amor desde que tenía quince años y un anciano argentino le agradeció porque al ganar el sorteo con el viaje a Barcelona -auspiciado por la marca de móviles- pudo reencontrase con un hijo que no veía desde hacía veinte años. Lionel Messi hace los sueños realidad no solo con una gambeta. Sus goles trascienden formas de mirar la vida.
Había cambiado bastante Messi en esos últimos años de dietas, tatuajes y cabello corto. Como si hubiera querido dejar en un viejo guardarropa a ese Leo tímido y alejado de cualquier locuacidad fuera de las canchas. De ese crack que conocimos en el 2013 cuando lo entrevistamos por primera vez había una evolución hacia un espíritu más alegre. De aquel Lionel que daba la mano casi con miedo y que respondía a la devoción de hinchas y periodistas con una palmada en el hombro, en el 2016 quedaba muy poco. A cada uno de los representantes de los países, Messi los saludó con un beso bien argentino y con una sonrisa que derrumbaba cualquier muro de miedo escénico.
-Antes que termine mi tiempo, una pregunta que quería hacerte en estos tiempos era si el trío con Neymar y Suárez es la mejor compañía que has tenido en tu carrera en el Barza.
Han pasado muy buenos jugadores en estos años, es difícil afirmar algo así. Pero lo que ustedes pueden ver en el campo es lo que sentimos aquí. Aparte de un trío de ataque, somos tres grandes amigos.
El equipo de seguridad de Lionel Messi tiene habilidades matemáticas para una vida en cuenta regresiva casi siempre. Tienen un reloj apurado para todos los eventos de su ‘rockstar’ futbolístico. Esa noche del 2016, tenían que llevárselo a su casa ubicada en las alturas de la exclusiva zona de Casteldefels (el barrio favorito para los jugadores del Barza).
Había sido un día largo para el ’10′ argentino. Por la mañana, el Leo futbolista tuvo que asistir al Camp Nou a entrenar y para la presentación del nuevo estadio azulgrana; por la tarde el Lionel publicitario grabó un comercial durante casi tres horas y después se reunió con ‘embajadores’ de países latinoamericanos por poco más de sesenta minutos.
Casi eran las ocho de la noche y la ‘Pulga’ debía. Se despidió y comenzó a alejarse con una camiseta negra que está muy lejos de anunciar luto. Su equipo había vuelto a ganar después de una asfixiante sequía. Quizá por eso la sonrisa no costó esfuerzo. Lionel Messi es un animal competitivo sometido a la dictadura de los torneos ganados. Hay muchas copas aún para un hombre que vive entregado a la quinta palabra. Messi siempre tiene sed.
Junio, 2018
Los tickets que permitían el ingreso a las conferencias de prensa, en el estadio Luzhniki de Moscú, se agotaron como si fueran boletos para ver al grupo de rock más cotizado del momento. Portugal le había ganado 1-0 a Marruecos por el Grupo B del Mundial y el jugador del partido, para la FIFA, había Cristiano Ronaldo.
El portugués iba a tener el encargo de responderle a la prensa, pero a él no le gustan ese tipo de obligaciones. “¿Están seguros que Cristiano aparecerá?”, preguntamos los periodistas a los representantes del comité organizador del torneo. “No se sabe aún”, responden con algo de nerviosismo. En un Mundial todo debe funcionar como un reloj y el futbolista más ganador de estos tiempos no podía alterar el protocolo.
Apareció CR7, aunque antes llegó al acuerdo de solo responder dos preguntas a la emisaria de prensa FIFA. Nada más. Solo habló durante un minuto y 15 segundos. Suficiente para ratificar su ADN competitivo. Su selección le acababa de ganar a Marruecos. Cristiano quería ganar más.
“Ahora el objetivo debe ser ganar nuestro Grupo Mundialista”, respondió con seguridad el actual Balón de Oro. Su aparición elevándose por los aires para cabecear al arco marroquí fue una prematura exhibición de jerarquía. Gol a los 5 minutos en la cancha del Luzhniki. Suficiente para sacar adelante un partido difícil ante un once africano que mostró intensidad de ataque, buen trato de balón aunque sin eficacia para definir. Cristiano arrancó el encuentro con velocidad de Fórmula Uno y al final se frenó por la ausencia de ideas de sus compañeros de avanzada.
Sí, es una locura y está pasando.
— Manchester United (@ManUtd_Es) August 27, 2021
𝗕𝗶𝗲𝗻𝘃𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼 𝗮 𝗰𝗮𝘀𝗮, 𝗿𝗲𝘆 ❤️#MUFC @Cristiano
Seguir en vivo a Cristiano es casi un ejercicio de realidad virtual. Como en los televisores con HD, como en el PlayStation, CR7 corre igual, cabecea igual. Celebra igual. Cumple con grandeza las expectativas de quienes llegamos hasta Moscú con ese encuentro interespacial en agenda. En el segundo intento que la prensa internacional hizo para poder dialogar con el crack del Real Madrid, la estrategia de CR7 fue algo más común. El portugués salió por la zona mixta como si estuviera hablando por teléfono.
¿Diálogo real o una forma sutil de gambetearnos hasta dejarnos fuera de juego? Pensemos que Cristiano sí había hecho una llamada. Quizá a un familiar o a un amigo cercano. Quizá lo único que quería era contarle a alguien de confianza que hizo otro gol, que ya iban seis consecutivos con Portugal, que tenía 85 tantos y que ya era el máximo goleador histórico de selecciones europeas.
Que no converse mucho con la prensa no debería deshumanizar a Cristiano Ronaldo. Lo vemos inalcanzable, sin embargo él se comporta como ese niño-adolescente que siempre vuelve a casa para contarle a los más queridos que le fue muy bien. Que le tocó ganar.
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