‘Míster Park’ quería volar. “Nos dijiste que buscaríamos la de oro y que si la conseguíamos, querías volar”, cuenta Natalia Málaga, y este jueves Man Bok Park se elevó por encima de la net más alta y partió hacia la eternidad. El exentrenador de la selección de vóley falleció por la mañana, a los 83 años, víctima del cáncer, luego de estar varias semanas internado.
De sonrisa difícil pero con un sentido del humor agudo, ‘Manbo’ deja un legado en el vóley, donde consiguió títulos y medallas como las de plata del Mundial Juvenil 1981 y del Mundial de Mayores 1982, además de las tan valoradas preseas en Seúl 88, el logro máximo de un equipo en los Juegos Olímpicos.
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Se despidió de este mundo un 26 de setiembre, a solo tres días de conmemorarse 31 años de aquel partido ante la Unión Soviética en la final de Seúl. Mientras, un día como hoy de ese 1988 se vencía a Japón en las semifinales. El espíritu olímpico lo acompañó hasta sus últimos días.
Su familia quiso mantener su estado de salud en absoluta reserva y solo se pedía rezar por él. Las oraciones se elevaron, pero no hubo quinto set para el surcoreano. Los amantes del deporte pueden despedirse de ‘Manbo’ hasta hoy por la tarde en la parroquia Medalla Milagrosa de San Isidro, donde es velado.
–Su legado–
Aprendió el español pero siempre mantuvo esa peculiar forma de hablar. Aunque las palabras se cruzaban en su vocabulario, siempre se le entendía. “Si estuvieras en estos momentos con nosotras, nos estarías diciendo: ‘Por qué llorando chica tonta’”, sigue contando Natalia, acaso la discípula que más aprendió de él, tanto que es una de las pocas de ese equipo medallista que llegaron a ser entrenadoras y a trabajar con la selección nacional.
“Falta compromiso, falta rigor”, me decía en octubre del 2017 sobre el vóley peruano de aquel momento tras regresar de Estados Unidos luego de ser incluido en el Salón de la Fama del Vóleibol Mundial. Y nunca dejó de enseñar. Si se cruzaba con alguien, siempre aparecía un consejo, un reclamo, una arenga. “Por qué líbero tiene que ser chiquita. Más grande, más alcance”, indicaba, por ejemplo.
Orgulloso de sí mismo, siempre, y sin vanidad de por medio, Man Bok Park recibía el saludo de todos a su paso. Se había ganado el respeto de un país y su presencia en la Federación Peruana de Vóley estaba por encima de todos. “Yo quiero seguir trabajando, quiero enseñar”, nos decía cuando aún no se definía su permanencia luego del cambio de directiva entre Luis Linares y Diana Gonzales, hace un par de años.
–Su llegada–
Nacido en la lejana Corea del Sur, jugó al vóley en su época colegial. En la universidad, estudió para ser químico farmacéutico, aunque nunca dejó la net alta. Tras ser miembro del ejército coreano entre 1960 y 1964, retomó el deporte y fue entrenador de un equipo universitario donde ya se destacaba por su rigor en la estrategia y la táctica. Al mando de su país, logró la medalla de bronce en la Copa de Mundo de 1973, en Uruguay. Tras ese torneo, tomó una decisión que cambió el vóley peruano: aceptó la invitación de Akira Kato para acompañarlo en la conducción del equipo femenino de Perú.
En 1974, llegó al país y tuvo que asumir como técnico luego de que Kato cayera enfermo. Así empezó su historia. “Quienes lo conocieron dicen que siempre fue así: pulcro para vestirse, disciplinado para entrenar, papá para enseñar”, refiere Miguel Villegas, periodista de este Diario que estuvo en el homenaje que le hizo El Comercio al equipo de Seúl en el 2008.
Él era el padre de toda esa generación y Cenaida Uribe no lo puede graficar mejor. “Mi padre murió cuando yo tenía 15 años. Y ese mismo año Míster Park me escogió entre muchas otras chicas para integrar la selección. Él me dio la vida que tengo”, declaró ayer en el velorio de este líder nacional.
–La despedida–
Ha fallecido Man Bok Park y se recuerdan las imágenes de su forma única de dirigir. “Salió que yo estar pegando a jugadoras. Eso es muy feo”, se defendió cuando se transmitió en la televisión nacional la serie “Matadoras”, que buscaba graficar lo que se vivió en Seúl 88. Parecía estar siempre molesto, pero era su forma crítica de sentir el deporte.
Ha partido Man Bok Park y lo hace en medio de un mal momento del vóley nacional que, seguramente, él no habría querido ver. Pero su legado continúa y su ausencia debería inspirar a los directivos a retomar sus enseñanzas y volver al éxito.