“Romero. Un extraño de un país extraño. ¿Quién es él? ¿De dónde viene?”, comentó el New York Daily News. La crítica especializada vaticinaba un rápido nocaut del campeón liviano Ray Mancini en el mítico Madison Square Garden, aquel 15 de setiembre de 1983. Pese a que Orlando Romero llegó invicto, la prensa estadounidense se apresuró en calificarlo de ‘globo’, ‘paquete’ o ‘ardilla’. Nadie esperaba que el valiente púgil peruano sería capaz de poner en riesgo el título del poderoso ‘Boom Boom’.
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Mancini era la figura emergente del boxeo mundial, en un firmamento donde las súper estrellas eran Sugar ‘Ray’ Leonard, Marvin Hagler, Thomas Hearns y Roberto ‘Mano de piedra’ Durán. El joven púgil estadounidense de ascendencia italiana tenía una pegada brutal y llegó al combate con un antecedente de terror: en su anterior pelea le quitó la vida al coreano Duk-Koo Kim, tras noquearlo en el round 14.
La tragedia no terminó en el ring aquel nefasto 13 de noviembre de 1982: la madre del malogrado púgil, que viajó a EE.UU. para recoger los restos de su hijo, se suicidó tres meses después. Y el juez Richard Green -criticado por no detener la pelea- apareció muerto en su casa de Las Vegas: se metió un balazo. El insólito drama afectó a ‘Bom Bom’, quien a sus 22 años pensó en colgar los guantes con el récord de 26 triunfos y una derrota (cayó ante el nicaragüense Alexis Arguello).
El empresario Bob Arum ni la Asociación Mundial de Boxeo estaban dispuestos a quedarse sin su nueva figura mediática. Y convencieron al campeón para que retorne al ring. Así, Mancini noqueó a George Feeney en un combate donde no estaba en juego su corona, que aceptó exponer ante el número uno del ránking mundial AMB.
El número uno era Orlando Romero, el campeón latinoamericano de 23 años que tenía 30 victorias y un empate. Eso sí, nunca había enfrentado a ‘ranqueados’, ni había salido del Perú. Ahí, la prensa estadounidense especuló que el veloz ascenso de Romero obedecía a la necesidad de ponerle un rival accesible a Mancini, o dicho en jerga boxística, el ‘paquete’ o ‘globito’ que al primer pinchazo explota.
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La pelea
“El ambiente era extraño en Nueva York. Yo me dediqué a trabajar pensando en Mancini, a quien tenía muy bien estudiado. Igual, me vigilaban en los entrenamientos y la organización me puso a un ‘sparring’ durísimo llamado Vinnie Pazienza, que al igual que Mancini, era italinorteamericano. Luego me enteré de que lo apodaban el ‘Demonio’, e incluso llegó a ser campeón mundial. Todo muy raro. Pazienza se tomó en serio el ensayo y de arranque me golpeó fuerte, esa no era la idea. Él recibió lo suyo, pero solo fue un round. Era peligroso exponerse”, recuerda Orlando Romero, quien hoy radica en Madrid, España.
El mítico Madison Square Garden abrió sus puertas para la pelea por el título mundial. Aclamado por casi todo el público, Mancini subió al escenario con bata negra y en su pantalón, las banderas de Estados Unidos e Italia. Romero, apoyado por un pequeño grupo de hinchas peruanos, lució un pantalón azul con la bandera bicolor.
Y lo que debía ser una pelea de trámite, casi de entrenamiento para el campeón, se convirtió en una intensa pelea, con feroces intercambios de golpes. El zurdo Romero complicó siempre a ‘Boom Boom’ con su guardia cambiada, pues sus jabs ingresaban limpios al rostro. Mancini no pudo descargar su ‘ametralladora’, porque el peruano no se lo permitió.
“Con mi entrenador Nicolás Cárpena estudiamos todo sobre Mancini. Parecía no tener puntos débiles, pero la estrategia consistió en no buscar el ‘clinch’ (cuerpo a cuerpo) y apelar al contragolpe”. Una mano del campeón bastó para cortar a ‘Romerito’ en el segundo round, pero el trámite fue muy parejo. En el sexto asalto, Mancini quiso ser más agresivo, pero le fue muy mal y recibió castigo.
En el sétimo, Romero inclinó la balanza a su favor y colocó los mejores golpes ante un desorientado campeón, que en el octavo recibió un zurdazo demoledor, pero increíblemente no cayó. Ya mostraba un corte en el párpado izquierdo, otro más, debajo del ojo y el pómulo inflamando. Romero tenía dos cortes grandes.
En el round nueve, un herido ‘Boom Boom’ apeló a sus mejores golpes ante un ‘Romerito’ que aceptó el intercambio. Y eso, ante Mancini, era fatal. Todo se acabó con un zurdazo descomunal que mandó al retador a la lona por primera vez en su carrera.
Hasta el noveno asalto, las tarjetas de los jueces registraban un empate. Wilson Hernández, de Puerto Rico, tenía ganador al peruano 77-76, el panameño Roberto Drake veía empate 77-77 y el japonés Yasaku Yoshida puso adelante a Mancini: 79-77.
“Fue un golpe perfecto. Es importante ganar una pelea en el Madison”, declaró Mancini. “Bajé mi guardia para defenderme, ya que me conectó en el cuerpo y recibí un golpe de suerte”, dijo el peruano en la conferencia.
Reacción de la prensa
Al día siguiente, la prensa especializada de Estados Unidos ofreció un gran despliegue de la pelea. Aquí, algunas breves reseñas:
New York Daily News: Romero. Un extraño de un país extraño. ¿Quién es él? ¿De dónde viene? Si Romero era tan bueno, por qué el promotor Bob Arum tuvo que ponerlo como ‘afinamiento’ para Mancini. Este boxeador no fue un ‘paquete’ y representó su récord de 30-1-0.
Nueva York Times: Con solo 12 nocauts, Romero es un gran boxeador. En el octavo round lanzó un recto de derecha suficientemente fuerte que produjo un gran corte en el ojo de Mancini.
La Prensa de Miami: Mancini y Romero presentaron una gran pelea de coraje y valor, en la cual el visitante hizo alardes de sus conocimientos boxísticos al desafiar desde el primer asalto al campeón, quien tuvo que recurrir a todos sus recursos para dominar al aspirante.
Agencia United Press International: La pelea estuvo bastante pareja hasta el noveno asalto. Romero sorprendió a Mancini con varios golpes de izquierda y aparentemente fue el más rápido.
New York Post: ¿De dónde sacan a estos muchachos? Preguntó un incrédulo Mancini con la cara maltratada, después de conservar su título tras noquear al sorprendentemente duro Romero.
Revista The Ring: La pelea, al menos para los entendidos, fue brutal. El crítico Hal Bock, al referirse al combate, dijo: “La pelea tendría que haber sido un simple combate de práctica para el campeón, pero evidentemente el retador tenía otras ideas. Hasta el KO, la pelea estaba pareja”. Así vieron los entendidos esa pelea. 'Boom Boom tenía inflamaciones alrededor de los ojos, dos heridas, la nariz roja. Al paso que iban las cosas, ¿a dónde iba a llegar Mancini.
Como dato adicional, The Ring -considerada la ‘Biblia del boxeo’- otorgaba el ‘Guantazo de plata del mes’, distinción reservada para los ganadores de combates estelares. Pero hizo una excepción y designó a ‘Romerito’, “debido a que ofreció una excelente pelea titular”. Y agregó que Dave Wolf, entrenador de Mancini, le dijo al término de la pelea: “Con franqueza, tú eres el futuro campeón del mundo”.
Pedido de campeón
La profecía de Wolf, lamentablemente no se concretó. Romero volvió al Perú y recibió los honores de campeón, pero no volvió a ser el mismo sobre el cuadrilátero. Al año siguiente se anotó triunfos ante el chileno Benedicto Villablanca y los estadounidenses Alex Byrd y Robert Mullins, pero cayó sorpresivamente ante el argentino Gerónimo Lúquez. Y a los 25 años colgó los guantes. No ganó el título, pero en 2013 la AMB le entregó una simbólica faja de campeón. Lo merecía, sin duda.
“En mi calidad de campeón mundial honorífico reclamé los Laureles Deportivos del Perú, pero el pedido fue declarado ‘improcedente’. He sido campeón sudamericano, latinoamericano y número uno del mundo. Espero que las autoridades atiendan mi pedido”, dijo el gran ‘Romerito’, desde España.
“Mancini es mi amigo. Una gran persona. Nos volvimos a ver en una convención de la AMB en Lima y luego en Londres. Hemos salido a cenar. Siempre me dice que logró ganarme de suerte”, nos cuenta.
El bloqueo final de las soviéticas tras el mate de Gina Torrealva en Seul 1988, el gol de Ricardo Gareca en 1985 y ese zurdado de Ray Mancini son, acaso, los instantes más dolorosos de la historia de nuestro deporte. Tres instantes que cambiaron el rumbo de triunfos que parecían asegurados. Pero, qué duda cabe, aún en la derrota existe la grandeza. Por eso, Orlando Romero es -para los peruanos- un campeón.
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