La felicidad no es sencilla. A veces se tiene todo lo que se desea pero aún así la arritmia de la frustración no se detiene. Miren a Charles Leclerc. Ahí está sobre el monoplaza de la Fórmula 1 que todos quieren, ganando medio millón de dólares por carrera, con más poles position que nadie pero infeliz. Cualquier otro caminaría orgulloso enfundado en aquel deseado antiflama escarlata pero no Charles. El piloto monegasco esta temporada parece condenado a vivir en un loop tortuoso donde se ilusiona los sábados pero los domingos se baña con shampoo mientras sus rivales lo hacen con champagne.
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Nadie puede negar que la fiabilidad de los Ferrari, por estos días, es la misma que la del mail del príncipe africano pidiéndonos transferir dinero a cambio de una jugosa comisión.
El monoplaza falla en la pista y el equipo lo arruina en boxes mientras Red Bull gira cada fecha dejando en más evidencia la crisis de Manarello. Por más que Ferrari tenga más poles es Red Bull quien se está llevando las victorias. Los toros han bramado con autoridad esta temporada logrando tres dobletes en las últimas cinco fechas y once escalones de podios de los 16 posibles. Es casi seguro que por estas horas a Verstappen le preocupe más lo que pueda hacer Checo que la pólvora mojada de los tiffosis.
Charles parte en Canadá a treinta y cuatro puntos del líder Max sin importarle un comino cómo haya clasificado en la jornada de ayer -partirá desde el fondo de la parrilla por cambios en su unidad de potencia-. Y es que si algo se ha evidenciado este 2022 es que la suerte de los Ferrari no sabe de consecuencias sabatinas.
Sus poles no gravitan y si lideran en la pista, así la ventaja sea generosa, siempre existe la probabilidad que se sobren en una curva, la pifien en boxes o el auto se infarte sin preámbulo. Por lo pronto los italianos, tras la necropsia de Bakú, han descubierto que el abandono de hace una semana habría tenido relación con el infarto motriz de España. Con estas inseguridades y el riesgo que montar un nuevo motor representa (con la respectiva penalidad de puestos que conlleva), Leclerc larga hoy en Montreal con más temores que certezas, caminando más cabizbajo que orgulloso y con más turbaciones que ilusiones pero pensando que hoy todo puede cambiar. Hoy sí.
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