Natalia Delgado

En la Villa Olímpica de París aún corren los vientos de Stefano. Los anhelos de su niñez, sostenidos por los esfuerzos de mamá María Elena y la constancia de papá Pablo, han dado frutos y El Comercio estuvo presente para contarlo primero. Ahora, tras una hora de viaje, esperamos en el Village Hall al héroe nacional que volvió a inspirar con el olimpismo al Perú. Por WhatsApp me responde: “En camino”. Y sí, Peschiera siempre está en el camino correcto.

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Al paso de unos 20 minutos, llegó un grupo de deportistas todos vestidos de rojiblanco. María Belén Bazo, Nicolás Pacheco, Alonso Correa y Evelyn Inga estaban paseando por la Villa Olímpica y se dieron un tiempo para acercarse a saludar a la poca prensa peruana que estaba presente. ¡Qué honra!, decía dentro de mí. Son olímpicos, todos están dentro de los 8 mejores del mundo en sus deportes, son únicos. Bromeamos con Evelyn sobre su nueva faceta de influencer, felicité a ‘Mabe’ porque hace dos días cumplió años, Alonso me preguntaba qué deportes estaban interesantes para seguir ese día (viernes 9). Están entre los mejores del mundo de cada uno de sus deportes, pero también son maravillosos seres humanos.

Pasaron unos minutos más y vi a lo lejos la figura de Stefano. Le daban indicaciones de los medios que debía atender en breve, se le notaba concentración en el rostro. La medalla de bronce le colgaba del cuello, símbolo de su orgullo, y que es lo más preciado para este momento. “¡Hola Stefano! Felicitaciones por tan grande logro. Eres un crack”, le decimos. Stefano es un tipo agradecido con la vida, con la gente que lo respeta, que confía y así lo fue también esta vez.

Llevamos al medallista a los exteriores de la Villa, ese era nuestro lugar para la entrevista. “Posen para la foto”. Nicolás y Alonso estaban caminando por ahí cerca y se sumaron al momento. “Ustedes cojan la medalla, porque esta es de todos”, dijo Peschiera a Pacheco y Correa, un momento que explica su grandeza como peruano y olímpico.

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Encontrar la felicidad

Apenas nos quedamos a solas, le muestro una foto publicada en El Comercio el año 2008. El medallista achina los ojos para reconocerse en el niño que quería navegar por el mar y por el amor a su familia.

Lee los primeros párrafos de la nota, sonríe por las palabras que le dedicó Pablo, su padre, y se embarga de nostalgia por un recuerdo muy íntimo. “Esta medalla es para mi abuelo”, confiesa Stefano. Alfonso, el patriarca de los Peschiera y quien lo subió antes de los dos años al Anfitrite, un embarcación familiar comprada en los años sesenta, había fallecido días antes de que su nieto ganara su primer sudamericano juvenil junto a sus amigos Jean Paul de Trazegnies y Francesco Puliatti.

“Va a ser de los mejores veleristas del Perú”: la primera foto del rebelde y juguetón Stéfano Peschiera en El Comercio, hace 16 años. FOTO: Giancarlo Shibayama / GEC.
“Va a ser de los mejores veleristas del Perú”: la primera foto del rebelde y juguetón Stéfano Peschiera en El Comercio, hace 16 años. FOTO: Giancarlo Shibayama / GEC.

Hoy, el sueño de Alfonso también se cumplió. “Le diría gracias a mi abuelo. Él trabajó muchísimo por la familia. Desde los 16 años fue al campo a trabajar en agricultura. Hizo colegios en Cañete, donde tiene mucho respeto de la gente. Gracias a él practico este deporte (Vela). Él crió a mi papá, que es la persona más exigente y correcta que conozco, el mejor ejemplo para mí. Le dije: ‘De grande quiero ser como tú’”, dijo con emoción.

Sobre tener la medalla en sus manos, Stefano tiene una definición. “El principal objetivo es tu felicidad propia”, rescata. Es un chico feliz, que aún no es consciente de tal logro, pero que tiene un check list menos en la vida llamada medalla olímpica.