"Ganar alegra, jugar bien enorgullece", por Jorge Barraza
"Ganar alegra, jugar bien enorgullece", por Jorge Barraza
Jorge Barraza

Fútbol ofensivo, rapidez de desplazamientos, precisos y preciosos pases rasantes, técnica, toque, salida limpia, movilidad, concentración, desequilibrio individual, marca, carácter para dar vuelta un resultado… Son todos atributos exhibidos por el martes último frente a un rival siempre extremadamente duro como Uruguay. Acaso le faltó una pizca de contundencia, porque tuvo tres o cuatro más para remacharlo (aunque también los celestes pudieron convertir otro). Exprimimos la memoria, buscamos una actuación igual o mejor de Perú en los últimos años… Difícil mejor o más convincente en las últimas dos o tres décadas. Siempre recordamos aquel 3-0, a Uruguay también, en la Copa América de Venezuela en 2007, aunque tal vez no más lujoso e ilusionante que este 2-1. El reciente 4-1 a Paraguay en Asunción debe computarse: fue de alto mérito, aunque la Albirroja lució desordenada esa noche, anárquica. Y además Paraguay no cuenta con dos fenómenos como Suárez y Cavani.

Después de seis horas y cuarto viendo fútbol (arrancamos temprano con el cómodo triunfo de Bolivia sobre Argentina) nos animamos con Perú-Uruguay, guiados por una corazonada de que sería buen programa. Vaya si lo fue: un los mejores partidos de toda la Eliminatoria: ida y vuelta, intensidad, emoción, velocidad, búsqueda del gol por ambos lados.

Nunca falta el hincha superexigente que encuentra el pelo en la sopa: “No defendimos bien”, “¿Qué hubiese pasado si Uruguay convertía las que tuvo?” fueron algunos de los tuits que recibimos en nuestra cuenta. Hubo una acción en la que, efectivamente, se defendió pésimo. Un tiro libre a favor de Perú cercano al área rival terminó con el gol de Uruguay anulado que significaba el 2-2, en el que el juez de línea vio una mano sutil, finísima (y acaso no intencional) de Urretaviscaya. Imperdonable error defensivo que hubiese estropeado una actuación soberbia. Pero ese fallo no fue la característica del partido, en el resto la defensa estuvo firme, atenta, marcó bien. También vale decir que el análisis se basa esencialmente en lo sucedido, no en lo supuesto. Un dato real: salvo Brasil, ninguno ha jugado mejor que Perú en esta doble jornada.

La gente quiere que le digan si Perú clasificará; es difícil complacerlo. Aún está a cuatro puntos del quinto; deberían suceder varias cosas, entre ellas ganar al menos tres de los cuatro compromisos restantes y esperar otros resultados. Pero después de mucho tiempo, lo trascendente para el fútbol peruano es tener la certidumbre de que hay juego y hay equipo. Es complicado sostener este nivel, aunque da para entusiasmarse. Jugando así, todo se puede. Jugar bien es lo que mejora las estadísticas, lo que levanta el ánimo, une al grupo y genera mística. También lo que alienta esperanzas. Si el hincha peruano mantiene hoy una ilusión de llegar a Rusia es por el partido fantástico que jugó el martes. Y porque al fin ve una selección nueva, con juventud y futuro. Se vio a jugadores comprometidos, aplicados a una idea, con ganas y con alta moral.
Además, ganar produce alegría, jugar bien genera orgullo. Son cinco centavos aparte, pero qué bien se siente…

Parabienes para Ricardo Gareca, no desmayó ante las complicaciones, puso a la camiseta por encima de todo y armó un equipo desde cero, con nombres y estilo nuevo. Si en Vélez se hizo un nombre importante, esto suena consagratorio.

Sobrio Gallese toda la noche, magnífico en ese tiro libre que le saca a Suárez cuando se metía en el segundo palo abajo y significaba el empate. Sale, sale siempre, no se mete bajo el arco como tantos arqueros a los que después los fusilan con un cabezazo (algo que vemos recurrentemente. Sergio Ramos es una fiera de alto, pero los arqueros reculan y terminan bajo el travesaño, por eso reciben tantos goles de cabeza).

Exuberante Alberto Rodríguez, anticipando con categoría y firmeza. Cumplidores, férreos, vivos para marcar Corzo y Trauco. Notable Yotún gobernando el juego desde la mediacancha, con una increíble similitud de movimientos y de dominio de balón a Luka Modric. Seguramente la figura detrás de Paolo Guerrero, Yotún. Interesantísimo, cada vez más jugador Édison Flores. Ya lo habíamos visto y ponderado en el Sub-20 jugado en Mendoza en 2013 y en la Copa América de Estados Unidos. Le pega brillantemente a la pelota y ve el aro. Cuando se la dejan, se anima. Tiene gol. Ya está, ya es jugador de selección.

Bien Paolo Hurtado cuando entró, generó problemas por la derecha a un marcador bravo como Fucile. No fue la noche de Cueva. Trajinó sin brillar Renato Tapia. Párrafo para un jugador que no conocíamos: Araujo. No tiene la elevación ni el cabezazo de Ramos, sin embargo es firme en la marca, duro, hizo sentir presencia, raspó sin pegar, sacó todo. Una variante muy aceptable.

El final es todo de Paolo, por el golazo en el que desparramó a un zaguero de los kilates de Godín y luego definió con clase. Y por la cátedra que dio, una vez más, en cada bola que jugó. Se sacó una espina con Uruguay. Un elegante del fútbol que, sin embargo, no juega para la tribuna ni para él, sino para el equipo. Ojalá le dé el cuero para varios años más. La jugada en la que va corriendo una pelota de aire, larga, en la que mata con el empeine y sin dejarla caer le da con el mismo pie ante la salida de Muslera, es una proeza técnica. Aparte no se esconde nunca y es bravo en las bravas. Jugador enorme, de cualquier época. Lo vemos a la altura de Sotil y Cubillas. Aquellos eran dos fenómenos, explosivo uno, exquisito el otro. Sotil brilló en el Barza, el Nene deslumbró en los Mundiales y eso es difícil de igualar. Tal vez Paolo no vaya nunca a uno. No obstante, debe considerarse el contexto: el de Guerrero en todos estos años es menos favorable que el que rodeaba a Sotil y Cubillas. En tiempos de Didí y de Tim, Perú contaba con equipos fuertes e individualidades de alto calibre. Además de jugar juntos, estaban mejor acompañados. Y actualmente hay mayor grado de dificultad: el fútbol es más físico, más veloz, está la presión, que antes no existía. La marca es más estricta por ser más encimada, todos los equipos están mejor preparados. Hoy, todas las selecciones están muy capacitadas y trabajadas tácticamente. Antes era fácil golear a Venezuela, ahora es meritorio empatarle. Sin duda, hay que agrandar la galería: Paolo Guerrero se ha ganado un lugar entre los grandes.

Por último, está el gusto particular de cada uno. Con Paolo en cancha, uno espera siempre ese par de maniobras diferentes, llenas de clase, que pagan la entrada o justifican el haberse quedado viendo fútbol desde las cinco de la tarde hasta la madrugada.

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