De Markarián a Gareca: ¿Cuánto cambió la selección peruana?
De Markarián a Gareca: ¿Cuánto cambió la selección peruana?
Mario Fernández

Las campañas no marcan necesariamente qué técnico es mejor. Pero sí qué entrenador administró con más eficacia el plantel y sus recursos. Y si es verdad que Markarián apostó por varios de los jóvenes que hoy son titulares en este grupo (Carrillo, Ramos, Yotún, Advíncula…), no es menos cierto que tomó una decisión clave hacia mayo del 2016, y esta fue, entre otras,  la salida de Pizarro, un jugador exitosísimo a nivel de clubes, pero de características similares (y no complementarias) a Paolo.

Fuera de cierta mano blanda con los referentes, un pecado repetido por los seleccionadores de Perú a lo largo de los últimos años ha sido tratar de hacerle sitio a Claudio “como sea”. Y ese “como sea” pasaba por condicionar su sistema al punto de juntarlo con Guerrero en una figura de doble 9 que le restaba elaboración al centro y obligaba a que sean los mediocentros (Cachito o Cruzado) o los extremos (Farfán y Vargas) los que le acerquen fútbol  a los dos puntas. El Perú de Markarián se hacía más físico que tocador y más atlético que brillante. Solo de a rato, cuando entraba Mariño y ocupaba el medio, la selección del ‘Mago’ tenía esa cuota de juego a ras que tanto gusta a los nuestros y complica a los otros.

Tras jugar seis fechas apostando por lo mismo que sus antecesores y, a mi juicio, condicionando todo el proceso a una actualidad que nos tiene casi eliminados, Gareca cortó con Pizarro y elaboró un 4-2-3-1 que permitía dos cosas. 1) Que Paolo juegue libre como en la copa 2011, donde fue amo y señor de la selección 2) Empoderar a Cueva como un llegador cabal, que asiste y golea, casi en dosis parecidas. Los dos factores, junto a otros, claro, activaron un Perú con estilo y harto juego en los últimos metros. Desde el punto de vista táctico, es la variante más relevante entre un entrenador y otro. Podría decirse que prescindir de Pizarro era más fácil hoy, que es casi cuarentón y juega poco en Bremen, que hace cuatro años, pero había que hacerlo de cualquier modo, porque su presencia junto a Guerrero obligaba a un esquema que nos hacía demasiado predecibles.

Hoy es cualquier cosa menos un equipo fácil de leer. El toque, en ese sentido, es su mejor bandera.

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