Carlos Salas Abusada

El spot de Gareca, salido de la invención de un publicista-hincha justo antes del debut, reafirma su condición de sombra. Estará ahí por 3 años o los que dure en la . Puede ni vivir aquí, pero el garequismo existe, respira y de tanto en tanto, aparece. Los dos quintos puestos en las últimas dos eliminatorias hicieron de Gareca un personaje muy próximo, casi nacional. Ocho de cada diez peruanos lo querían en el cargo. Nueve de diez lo consideran el mejor seleccionador que hemos tenido en este siglo. En contraste, Reynoso es percibido -más por la tribuna que por el camerín- como un entrenador a la mexicana.

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La primera diferencia es formativa y de raíz. Gareca es un ex 9 que como técnico todavía espera los pases de un 10 que no todos los equipos tienen y que él, como entrenador, buscará siempre. Por su parte, Reynoso es un ex back que, acostumbrado tres décadas a los obreros de la liga MX, cree en el sudor tanto como en el talento y en los esquemas flexibles más que en los estables. El entrenador es un seductor y solo seduce el que convence. Ambos lo hacen, pero desde sus particulares caminos. A Gareca se le asocia a mensajes sencillos y a la protección de los talentosos como método. A Reynoso le llaman El Ajedrecista en el D.F y el mote obedece a su casi obsesa idea de mover fichas y buscar la experimentación previo a cada partida. Los estilos chocan en detalles: para uno el 10 juega siempre; para el otro, solo si el partido lo pide.

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La segunda diferencia es de regla disciplinaria. Ambos son estrictos en el discurso, pero Gareca se reserva las excepciones. El caso Cueva y los excesos permitidos entre 2015-2022 a cambio de la promesa de buen rendimiento han destruido la narrativa de que Gareca acabó con la indisciplina de los “fantásticos” (Vargas, Farfán, etc). No es consistente decir que terminaste con la joda cuando citas a un jugador que llega tarde al entrenamiento, micciona en el parqueo del aeropuerto y luce excedido de peso a una semana de jugar. Gareca siempre lo esperó; Reynoso le ha puesto una valla de exigencias físicas que el volante no pasó. “El mensaje es claro: con este técnico, si no estás bien, el apellido no te alcanza” (dixit Diego Rebagliati en Al Angulo). Más que en el teórico brillo que ofrece una estrella, Reynoso cree en la data dura que le dice gordo a quien carga 2 kilos de más. Pasar de “las reglas son reglas salvo para Cueva” a “las normas son parejas para todos” sí sería un cambio sustancial entre un proceso y el otro.

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La tercera diferencia es más táctica. “Hemos pasado de un entrenador predecible a uno que cambia según el rival: no es broma que Reynoso podría rotar hasta a Gallese” (dixit Mario Fernández en EC). Después de un ciclo exitoso, el técnico no ha sido reemplazado por un perfil similar, sino por uno opuesto. El resultado es que nadie sabe hoy cómo alinea el Perú de Reynoso, si con 3, 4 o 5 atrás, y todos recuerdan cómo formaba Gareca, aferrado a su cuarteto de la defensa en zona. Con él, parafraseando a Menotti, la cama va en el dormitorio, la refrigeradora va en la cocina y los sillones en la sala. Reynoso es otra cosa. Es capaz de poner a Tapia de líbero, a Lora por izquierda y a Carrillo de libre ante 80 mil personas en Berlín. Si sus experimentos, que marean a la prensa, no marean a su propio plantel y logra sacarles kilometraje en las eliminatorias, será un primer golazo. Si no, el método Gareca de la fidelidad táctica a un modo base no solo crecerá, sino que se potenciará y agrandará en el recuerdo.

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La cuarta diferencia es de gestión sobre sus jugadores fetiche. No ha habido seleccionador del mundo que escape a la regla de tener un puñado de citados que sólo él elegiría. En este ítem, es hasta lógico que discrepen. Santamaría, por ejemplo, es prescindible para Gareca, pero era -hasta que se lesionó- fijo en la lista para Reynoso. Lo mismo Ruidíaz. Podría pasar con Ormeño. Pero existe, además, otro caso de análisis no menor: la citación de Guerrero. El delantero, que había dejado de contar para Gareca por razones físicas y de edad, ha regresado con capitanía incluida. La opción de tenerlo hizo que Reynoso moviese el sistema y jugara con doble punta, un recurso que Gareca casi nunca usó. Para él, Guerrero debía ir de centrodelantero, solo, e incluso lo liberó de Pizarro para que explotase en su real dimensión. Para Reynoso, en cambio, Paolo no es excluyente de Lapadula en el once. La cosa es que esté. No importa que tenga 39 y que para el mundial llegue en 42.

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La quinta y última diferencia pasa por la relación con la prensa; un ejercicio en el que Reynoso tiene falencias, pero Gareca es un total maestro. El argentino iba, ponía cara de póquer, pasaba por escueto, no daba titulares, pero salía ileso de cualquier conato que le enrareciera el clima. La peor versión de Reynoso es la que te quiere ganar el Mundial en cada respuesta, como si se le fuera la vida en callar al troll de la radio o al hater de la web. Es justo mencionar que en esta etapa de seleccionador no ha tenido exabruptos ni con Plomo. Bueno sería que ese temple se mantenga, porque días malos habrá y preguntas que no le gusten, también. Los verdaderos rivales están más bastante más lejos que en la sala de conferencia. Si ya tiene un fantasma suelto, no conviene que se invente uno más.

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SOBRE EL AUTOR

Periodista por la UPC. 22 años en El Comercio, 14 de ellos en Deporte Total y 8 en la web, como jefe de gestión digital. Co-fundé carrera de periodismo deportivo en Isil y edité dos libros: "Peredo Total" (Debate, 2018) y "Fútbol es pasión" (Planeta, 2009)

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