Más de 90 mil peruanos se quedaron sin empleo en el último trimestre del 2017. La población en edad de trabajar y que busca empleo aumentó en 519 mil personas, pero el grupo de los que lo consiguieron aumentó en 426 mil, con lo cual se quedaron fuera del mercado laboral unas 93 mil personas, según cifras reveladas ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INEI).
Ahora bien, la calidad del empleo que se generó tampoco fue la mejor. El empleo en empresas con más de 50 trabajadores, que por lo general pagan a sus empleados los beneficios de ley, cayó en 6%, disminuyendo la planilla en más de 221 mil personas. No obstante, el empleo en empresas pequeñas de hasta 10 empleados, en que predomina la informalidad, creció en 5,2% o en unos 597 mil trabajadores.
“El aumento de la ocupación ha sido sobre todo explicado por el subempleo. Que las contrataciones caigan en empresas de más de 50 trabajadores y suban en las de hasta 10 sugiere que hay un aumento no solo del subempleo, sino de la informalidad”, explica Hugo Perea, economista jefe para Perú del BBVA Research.
Según el INEI, el empleo informal en el área urbana creció 5,7% el año pasado, en tanto que el empleo formal retrocedió en 2,8%.
La nueva situación del mercado laboral obedece al crecimiento por debajo de lo esperado de la economía el año pasado, afirma Diego Macera, gerente general del Instituto Peruano de Economía (IPE).
Macera explica que en el 2016, cuando el PBI creció 4%, la economía generó unos 60 mil puestos de trabajo en el sector privado formal. Así, al haber crecido 2,5% el año pasado, el número de estos empleos fue menor.
“Son muchas cosas que están incidiendo en el empleo informal. Una de ellas es que estábamos [el año pasado] en un ciclo que empezaba a tomar cuerpo, pero empezó a perder tracción a partir de octubre, debido a todos los problemas que estamos viendo en las constructoras y en el Caso Lava Jato”, afirma el ex ministro de Economía Alfredo Thorne.
DESIGUALDAD DRÁSTICA
Para Thorne, no es el momento oportuno para pensar en revisar la remuneración mínima vital (RMV), como lo anunció ayer el jefe del Estado.
El economista explicó que un aumento en la RMV agudiza los sobrecostos laborales, cuando lo que se necesita es bajarlos y aumentar la productividad de los trabajadores informales.
“No hay un gran consenso sobre cómo se puede reducir la informalidad [laboral]. Sin embargo, los países que lo han hecho exitosamente han reducido los sobrecostos laborales que separan el empleo formal del informal. Y el costo más importante es el salario mínimo, porque si se fija uno más alto, ese diferencial de ingresos entre el formal e informal se hace más drástico por los beneficios sociales que están anclados al sueldo mínimo”, precisa Thorne.
A su turno, Macera señala que, dado el contexto que atraviesa el empleo en nuestro país, el alza de la RMV está “fuera de foco” y encamina la discusión hacia el lugar equivocado.
Macera indica que un aumento del salario mínimo tampoco implica que se generarán despidos masivos, pero sí se hará más difícil mantener y conseguir un empleo formal para los trabajadores más vulnerables. “Y aquí me refiero a aquellas personas que no han podido acumular experiencia laboral, que son principalmente jóvenes y mujeres”, dice.
Macera recomienda al Gobierno plantearse una meta y estrategia más realista de creación de empleo, toda vez que la propuesta en campaña de 1,5 millones de puestos de trabajos formales se hace inalcanzable para el término de esta gestión. “Una meta inalcanzable es lo mismo que si no la tuvieras”, enfatiza.
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