ANTONIO MUÑOZ MONGE
Periodista costumbrista
En su libro “De profesión titiritero” la periodista Bertha de León escribe: “Han transcurrido muchos años, durante los cuales he seguido de cerca los avatares de este hombre excepcional, señalado por la vida para ser quien llevara alegría a muy diversos sectores de nuestro ámbito nacional e internacional. Quise plasmar en este libro lo que, durante tantos años, él nos ha regalado, tuve la suerte de destapar aquella caja de Pandora que él guarda”.
Se refiere a la vida de Felipe Rivas Mendo, titiritero con más de cincuenta años de trayectoria llevando por todos los rincones del Perú sueños con cuerpo de trapo. Gracias al profesor de arte y poeta barranquino, Manuel Beltroy, Rivas Mendo conoció de niño la obra de los iniciadores de los títeres en el Perú: Ño Valdivieso y Amadeo de la Torre. Pronto, hace constantes visitas a las bibliotecas para encontrar las huellas de estos maestros y compartir sus sueños.
TÍTERES POR EL PERÚ
Pocos años después, Felipe Rivas Mendo comienza a zambullirse durante horas en la fabricación de sus muñecos. También, redacta los libretos que hablarán sus personajes: payasos, Pinochos, lobos, abuelitos, bailarines de marinera o huayno, arpistas, burros o llamas. Con este equipaje en mano lo vemos escalando cerros y abriendo malezas para llevar alegría a los niños de Monsefú, Lamas, Chalhuanca, Huancavelica, Villa El Salvador; como todos los domingos en el Parque Municipal de Barranco; o, acompañado de cientos de niños de alguna comunidad andina para embarcarlo en un camión, con las manitos en alto llenos de agradecimientos y con lágrimas de amor.
“En el teatro de muñecos – dice el maestro–, si bien caminan (aunque no tienen pies), y su cuerpo es solo la mano del titiritero, logran trasmitir emociones y sentimientos. Los títeres tienen dos formas de expresión: una gráfico plástica y la otra dramática. La primera se da cuando se diseña y confecciona el personaje; la segunda, cuando a este personaje se le imprime vida dándole voz y movimiento de acuerdo a un guion”.
VIDA PRODUCTIVA
“Debuté en 1961 y cuatro años después me atreví a escribir mis primeros guiones”, refiere el maestro Felipe Rivas Mendo. “Escribí ‘Juguemos a los títeres’ para enseñar a los niños. Cada libro iba acompañado de una caja con seis títeres. Luego escribí ‘Pinocho vuelve a mentir’, ‘El rey triste y el diablo alegre’, ‘La bruja verde’ y ‘Caperucita en su casa’”.
“Todos mis espectáculos los empiezo con un prólogo que es un diálogo improvisado entre Pinocho y un payaso llamado Guiñol. Además, he hecho recreaciones de literatura oral quechua y amazónica, así como de literatura peruana contemporánea, ‘Oshta y el duende’ de Cota Carvallo, ‘El Bagrecico’ de Francisco Izquierdo Ríos, ‘Paco Yunque’ de César Vallejo. También, clásicos como ‘Los tres chanchitos’, ‘El Mago de Oz’ o ‘El Retablo’ de Maese Pedro”, relata.
¿Y la vida?, le preguntamos al maestro titiritero: “Jubilado, pero no con una pensión del Estado; jubilado con la pensión de mis hijos y mis muñecos, viéndolos actuar en todos los escenarios del mundo a cualquier hora, haga calor o llueva”.