Pedro Castillo y Keiko Fujimori tienen el nivel de representación más bajo en al menos 40 años

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La Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) presenta los resultados tomando como base los votos válidos, cuyo porcentaje se obtiene descartando los votos blancos, nulos y el ausentismo. Si analizamos los votos obtenidos por los candidatos en relación con el padrón total de electores, las cifras muestran a Pedro Castillo con el 10,6% y Keiko Fujimori con 7,4% de respaldo.

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Desde 1980 hasta el 2016, los dos principales candidatos sumaban en promedio el 48,4% del electorado hábil. Es decir, Castillo y Fujimori representan menos de la mitad del promedio.

Legitimidad artificial

El politólogo Omar Awapara menciona tres factores que pueden explicar estos bajos niveles de representación: la crisis política de los últimos cinco años, los escándalos de corrupción y el efecto de la pandemia.

“La desafección no puede ser explicada solo por la pandemia, porque tenemos una atomización muy marcada. Y para la segunda vuelta, la legitimidad obtenida es artificial y peligrosa”, advierte el director de la carrera de Ciencias Políticas de la UPC, y recuerda que, en el 2016, Pedro Pablo Kuczynski pensó tener el respaldo de la mitad del país y eso no es necesariamente cierto. “En la segunda vuelta son votos prestados, te desorienta”, indica.

Escenarios de riesgo

El politólogo José Incio dice que la desafección también responde a la mala oferta política, donde el elector encuentra un fuerte incentivo para no asistir o viciar su voto. “Esto es riesgoso porque ves gobiernos con casi nada de legitimidad que optan por posturas poco democráticas”, indica.

Para Incio también se observa en el Congreso, donde se viene coaptando funciones de otras instituciones, como sacar autoridades antes que el sistema judicial los declare culpables. “Esto hace ver la acción como un revanchismo antes que un acto de justicia”, manifiesta.

Awapara apunta que, ante la desafección con el sistema político, la ciudadanía termina refugiándose en personalismos antes que en agrupaciones partidarias. “En ese escenario, es fácil construir una narrativa como la que vimos en los noventa o la que vimos ahora con Martín Vizcarra. Con una oposición pueden sobrevivir pero no vivir tranquilos, así que prefieren antagonizar y cerrar el Congreso”, afirma.

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