¿Tu hijo sufre déficit de atención?
¿Tu hijo sufre déficit de atención?
Redacción EC

ROXANA SILVA

Sebastián, de 8 años, corre y salta sin parar, desde que se despierta hasta que se duerme, es inagotable. Con frecuencia se tropieza y se cae mientras juega, no sabe calcular su fuerza, menos sus impulsos. Se distrae con facilidad, no se concentra, le encanta hacer varias cosas a la vez, pero nunca termina nada. Le gusta estar con sus amigos, aunque le cuesta mantener buenas relaciones porque es muy brusco. Sebastián es un niño alegre y feliz, solo que un poco inquieto.

Al menos eso era lo que pensaban sus padres, hasta que fue al colegio. Las continuas llamadas de atención de la profesora, sus bajas calificaciones y su dificultad para seguir las instrucciones en el aula eran señales de un problema que se encuentra envuelto en la más encendida polémica.

Los psicólogos y terapeutas del comportamiento denominan a este cuadro trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Refiere a un trastorno neurobiológico crónico que afecta a menores de entre 4 y 17 años, y se caracteriza por la dificultad de estos en mantener la atención voluntaria a diferentes actividades que lo requieren, como las clases del colegio.

Aunque en el país no existen estadísticas oficiales, se estima que entre el 3% y el 7% de la población escolar sufre algún grado de TDAH. Los expertos calculan que en un salón de clases de 30 alumnos puede haber de 1 a 2 niños con este desorden neurológico, que les impide enfocar su atención por un largo tiempo, controlar sus reacciones e interactuar con otros pequeños sin parecer muy toscos.

Las investigaciones revelan que es cuatro veces más frecuente en niños que en niñas (aún no se saben las causas) y que sus primeros síntomas aparecen antes de los 4 años.

Sin embargo, la patología recién se vuelve evidente cuando el pequeño comienza a ir a la escuela. Allí debe respetar horarios, reglas y se hacen tangibles los problemas conductuales que le dificultan aprender y relacionarse de manera adecuada con sus compañeros y profesores.

La doctora Myriam Velarde, del (INCN), recalca la importancia de un diagnóstico clínico precoz y un abordaje interdisciplinario. No solo se necesita la intervención de un neurólogo, sino también la de un psiquiatra y la de un psicólogo para evaluar sus niveles de lenguaje, aprendizaje, psicomotricidad, sensoriomotricidad y conductas sociales. Además, es indispensable la colaboración de la profesora para identificar las reacciones del menor ante ciertos estímulos.

Explica que la medicación solo se recomienda si la terapia conductual no da los resultados deseados después de cuatro meses, o si la vida del niño es seriamente afectada por el trastorno, pero su uso debe ser prescrito y controlado por un médico, y sometido a un riguroso control interdisciplinario.

En el país un gran número de padres rechaza esta posibilidad. Temen que la salud de sus hijos se comprometa aun más con la ingesta de psicoestimulantes. Estas medicinas mejoran la atención, regulan la actividad motora hiperactiva y, ocasionalmente, la capacidad motora fina; pero en casos aislados pueden tener efectos colaterales como insomnio, pérdida de apetito y de peso, irritabilidad y dolores abdominales. Por eso el uso de medicamentos aún está bajo discusión.

Arturo Ruiz Paredes, psicólogo clínico del Instituto Médico del Lenguaje y Aprendiza (IMLA), advierte que este trastorno no tiene cura, pero que con un buen tratamiento personalizado, aplicado desde muy temprana edad, el paciente puede evitar limitaciones en su rendimiento escolar, en su percepción de sí mismo y desarrollo social.

“Antes se pensaba que los pequeños con TDAH no eran muy inteligentes. Hoy se ha comprobado que muchas veces tienen el coeficiente intelectual más alto que otros niños de su edad y pueden convertirse en profesionales brillantes, solo es cuestión de darles las herramientas adecuadas para vencer sus dificultades”, afirma el experto.

POLÉMICA POR EL TDAH
¿Estamos ante un mal nuevo, producto de las tecnologías digitales y nuevos entornos familiares, o recién la ciencia es capaz de hacer diagnósticos fidedignos? En un documentado reportaje para “The New York Times”, titulado , la periodista científica Maggie Koerth-Baker menciona que el número de personas diagnosticadas creció explosivamente en las últimas décadas.

Antes de los años 90, lo estaban menos del 5% de los escolares en Estados Unidos. El año pasado, el porcentaje llegó al 11% e incluía por primera vez a adultos.

La autora sostiene que, de los 6,4 millones de personas diagnosticadas, un alto porcentaje no muestra diferencias fisiológicas con las no afectadas. El incremento se debería más a factores sociológicos, como las técnicas educativas de hoy y las expectativas de los padres. Y agrega, citando al psiquiatra Joel Nigg, que el incremento de casos de ahora responde a una amplia tendencia a medicar comportamientos que antes se trataban de otra manera. “Antes simplemente se los castigaba por su mala conducta”, dice Nigg. “Ahora tendemos a pensar que necesitan terapia y medicamentos”.

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