Juan Guillermo Lara

Los más antiguos del país tienen locales igual de añejas que ellos. El Comercio recorrió las casonas donde, desde hace décadas, se reúnen los correligionarios y líderes de estas organizaciones tradicionales, pero que ahora se enfrentan al olvido ante la modernización de la ciudad en nuevos espacios.

Algunos de estos recintos tienen más de 100 años de construidos y, aunque son propiedades privadas donde el ingreso no es libre, las fachadas evidencian una falta de mantenimiento de sus instalaciones que no avizora una mejor situación en sus interiores.

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El primer punto del recorrido fue la Casa del Pueblo, símbolo histórico del Partido Aprista Peruano (APRA) que fue adquirido tras una colecta partidaria. En este recinto, donde se realizó el funeral al expresidente Alan García en el 2019, también se encuentran las aulas de oratoria, un policlínico y las oficinas del partido.

Sin embargo, al ingresar se puede observar la falta de mantenimiento de la sede. Ambientes con moho, ventanas y calaminas rotas, así como instalaciones eléctricas desprolijas abundan entre los pasillos. La fachada del edificio contiguo, donde se ubica el policlínico, se ha convertido prácticamente en un mural para afiches de conciertos y obras de teatro.

“La casona donde se ubica la Casa del Pueblo fue un colegio nacional de mujeres y, por eso, a diferencia de los locales de los otros partidos, contaba con un gran patio donse se reunían los correligionarios”, precisa el arquitecto Adolfo Córdova.

Solo cuatro cuadras después, en dirección hacia la plaza Francisco Bolognesi, pero en las mismas condiciones se encuentra la sede del Partido Popular Cristiano (PPC). La fachada del otrora emblemático edificio ahora se encuentra cubierta de grafitis, una gigantografía del líder histórico Luis Bedoya Reyes y un cartel desgastado con el nombre del partido.

El edificio fue puesto a la venta en el 2016 por parte de los dueños del predio, entre los cuales están los fundadores del partido, sin éxito. Según el partido, el PPC buscó remodelar la fachada, pero las gestiones anteriores de la comuna metropolitana impidieron cualquier modificación debido a ser considerado como patrimonio histórico.

El último de los locales tradicionales del recorrido pertenece a Acción Popular (AP) y se ubica en la cuadra tres de la avenida Paseo Colón (9 de diciembre). Esta es la única casona de este estilo que queda en pie en esta vía y que formaba parte del trazo de la antigua muralla que rodeaba la capital.

“Luego que se derrumba la muralla de Lima, se crea la avenida Alfonso Ugarte, tomando como referencia las vías parisinas. Se convirtió en la avenida más bonita de Lima, que daba vuelta a la plaza Bolognesi y llegaba a Paseo Colón. Rápidamente la vía toma tal importancia en la ciudad que por ello decidieron estar ubicados ahí los partidos políticos”, señala el arquitecto Adolfo Córdova.

“Si bien actualmente, la avenida Alfonso Ugarte perdió calidad, aún mantiene esa vocación de muralla porque es difícil de cruzar para los ciudadanos que evitan acercarse a ella por el ruido y el smog”, añade Córdova.

“A finales del siglo XIX e inicios del XX se dieron las primeras reformas urbanísticas en Lima debido a que la ciudad ya había sobrepasado las murallas. En esta zona se plantea un desarrollo distinto al virreinal de la cuadrícula del damero y se plantean un espacio de palacetes frente a avenidas amplías y arboladas. Es aquí donde llegan los primeros partidos políticos y se asientan en las casonas que sobreviven hasta ahora”, explica el arquitecto Aldo Facho.

El urbanista explica que la decadencia urbana de Lima empezó cuando las clases altas empezaron a emigrar hacia las zonas de Jesús María o San Isidro. “Las casonas son subalquiladas generando así una saturación de los espacios”, precisa.