Paulina Quispe está indignada. El pasado 28 de octubre, la policía la detuvo a ella y a tres miembros de su familia. El motivo: se halló un paquete de drogas en su minimarket, ubicado en San Juan de Miraflores. Sin embargo, luego se reveló que la droga habría sido sembrada por efectivos que se dedicarían a extorsionar negocios. Algunos de los involucrados ya han sido capturados.
El Comercio conversó el jueves 3 de noviembre con Paulina sobre estos acontecimientos.
—¿Cómo comenzó todo?
Cerca de las 7 a.m. del viernes 28 de octubre, entró un joven encapuchado con un morral a la tienda. Fingió querer comprar una botella de agua y luego dijo no tener efectivo. Sale del local pero deja su morral en el mostrador. A los pocos minutos entran unos cinco oficiales de policía y pasan de frente a arrestar a mi sobrina y a su esposo. Mi hija bajó a preguntar que sucedía. Ella tiene ocho meses de embarazo. La agarraron a la fuerza para meterla y llevarla a la comisaría. Fuimos cuatro los detenidos. Con los videos de las cámara de seguridad se comprueba lo que nos han hecho.
—¿Los oficiales les informaron la razón de la detención?
No. Fue recién al abrir el morral que empezaron a decir que ahí había droga. Cuando llegamos a la Dipincri nos dijeron que también encontraron municiones.
—¿Cuánto tiempo estuvieron usted y su familia detenidos?
Hemos estado cuatro días en un calabozo. Mi hija está embarazada y ni siquiera eso han respetado. Y ellos eran conscientes de que me habían sembrando la droga. Era un calabozo frío, lleno de heces, ratas. Era sumamente peligroso, más aún para personas con condiciones de salud delicadas.
—¿Cómo así los liberaron?
Estamos con libertad provisional. No se ha archivado el caso, seguimos en investigación. El general de inspectoría me ha escuchado y espero que esté tomando cartas en el asunto. Unos malos efectivos han venido a hacerme daño, a perjudicarme. Parece que está dirigido y quiero que se investigue de dónde viene esto.
—¿Piensan tomar medidas legales?
Sí. Voy a denunciar a esos efectivos policiales penalmente. Estoy indignada con estos nueve delincuentes que manchan la institución. Me siento totalmente desprotegida.
—Usted es dueña de dos minimarket en la zona...
Sí. Con eso genero empleo. También soy arrendadora. He sido extorsionada anteriormente.
—¿Cuándo sucedió eso?
En el 2018 sufrí la primera extorsión. Presenté mi denuncia a la Divincri de San Juan de Miraflores pero no hicieron nada. Por mi tranquilidad, tuve que pagarles. Hace 20 días volví a recibir las mismas amenazas, me pedían dinero haciéndose pasar por la banda criminal El Tren de Aragua, decían que debía pagar S/30.000 en cupos. Presenté nuevamente las amenazas a la policía y nunca me ayudaron. Sin embargo, luego me hacen esto. ¿En quién confío?
Extorsión en el Perú: un crimen en aumento
Lo sucedido con el minimarket en San Juan de Miraflores no es un hecho aislado. El delito de extorsión continúa creciendo en el Perú, pese a que no todos los casos son denunciados y reportados.
Según un reportaje realizado por este Diario a inicios del 2022, Lima, el Callao y Trujillo son los escenarios donde este tipo de delito ocurre con mayor frecuencia. “La mayor cantidad de negocios extorsionados son los que tienen menor afluencia de público”, comentó Eduardo Pérez Rocha, exdirector de la policía. Estos son los restaurantes pequeños, bodegas, peluquerías, farmacias y boticas de barrio.
Los conos o los distritos más alejados son donde se registran en mayor cantidad este tipo de delitos. “Los casos se quedan mucho tiempo en investigación, deben modificar las leyes e incentivar a la gente a denunciar”, añadió el especialista.