Es la especialidad médica dedicada principalmente a la atención de pacientes en estado de mayor gravedad o alto riesgo, cumpliendo actualmente un papel primordial y heroico como parte de la primera línea que combate al COVID-19. A fin de darle un merecido reconocimiento, cada 8 de junio se conmemora el Día de la Medicina Intensiva en el Perú. Esta fecha fue instituida por el Ministerio de Salud en el 2011, tomando en cuenta que un día como tal, hace 32 años, se creó la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva (Sopemi).
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Esta especialidad es relativamente joven. Si bien la primera Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) se crea en 1971 en el Hospital Daniel Alcides Carrión del Callao, recién la medicina intensiva tiene sus inicios como especialidad en la década del 80. Nace por la necesidad que tenían los profesionales de la salud de trabajar más cerca de los pacientes graves. “A pesar de que era completa la medicina, tenía un vacío en cuanto a la atención de pacientes graves”, recuerda Carlos Salcedo, uno de los primero médicos intensivistas y fundadores de la especialidad.
A lo largo de los años la medicina intensiva ha ganado espacio en las universidades. Fue impartida por primera vez en la Universidad Nacional Federico Villareal. Luego se sumaron San Marcos y Cayetano Heredia. En la actualidad, son más de 8 las universidades que ofrecen esta especialidad.
De acuerdo al registro del Colegio Médico del Perú, existen 710 médicos intensivistas registrados a nivel nacional, así como 1.500 enfermeras especialistas en enfermería intensiva. La mayoría de estos profesionales se concentran en ocho ciudades del país: Piura, Chiclayo, Trujillo, Lima, Arequipa, Cusco, Huancayo e Ica.
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Al respecto, Jesús Valverde Huamán, presidente de la Sopemi, precisó a El Comercio que lo ideal es que la cifra de intensivistas en el Perú sea de 1.500, es decir, el doble de la actual. Y no solo eso, el número de camas en las UCI tampoco es el idóneo. Explicó que de acuerdo al estándar internacional debería haber una cama UCI por cada 100 mil habitantes.
“Si aplicamos esa norma aquí deberíamos tener 3.200 camas UCI, pero actualmente tenemos 810. Sin embargo, debo decir que se ha registrado un incremento de estos equipos por el coronavirus. Asimismo, algunas UCI han crecido y otras se han construido en el lapso de esta pandemia. Esperamos que eso se mantenga”, indicó.
Respecto a la preparación que reciben los intensivistas en el país, Valverde señaló que no tienen nada que envidiar a la de otros países, ya que hay una capacitación médica permanente. “Hay muchos maestros que enseñan y ayudan al intensivista a desarrollarse. Existe mucha capacitación médica continua, anualmente hay congresos internacionales de buen peso donde se detallan los avances a nivel mundial", resaltó.
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Asimismo, a manera de homenaje y reconocimiento por su ardua labor en el contexto que nos toca vivir, a continuación presentamos algunas historias de vida del personal médico intensivista:
La mejor decisión de su vida
Son casi 50 minutos los que se demora la doctora Carmen Terrazas en llegar al Hospital Alberto Sabogal en el Callao, desde que sale de su casa en La Molina. En diálogo con El Comercio cuenta que este tiempo se ha visto notablemente reducido por el estado de emergencia, ya que antes se demoraba normalmente hora y media. Sin embargo, la lejanía y el frío del camino no le impide llegar a su trabajo con la esperanza de salvar una vida.
Ella lleva ya 20 años trabajando en el sector salud. Cuenta que desde que inició a laborar en el área de Emergencia del hospital chalaco tenía en mente especializarse en medicina intensiva. Tras postular en el 2004, logró ser admitida en la Universidad San Marcos para llevar la especialidad por tres años.
Ya como jefa de UCI, la Dra. Terrazas se dio cuenta que había tomado la decisión correcta, ya que su proactividad y seguridad en la toma de decisiones iba acorde con lo que requería el área. Se percató también que al ser un ambiente crítico había prioridad en la dotación de medicinas e implementación de equipos a fin de dar una atención adecuada.
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“Como sea te consiguen todo lo que necesitas para salvar vidas y dar la atención que requiere el paciente”, resaltó.
Para la Dra. Terrazas cada paciente es un libro abierto, del cual se puede aprender algo nuevo todos los días. “Aprendemos bastante de los pacientes. Cada uno de ellos es como si fuera nuestra familia. Si deben ser sometidos a un examen no esperamos la cita, sino que vamos y hablamos con la persona encargada. Sabemos que la parte crítica no espera”, señala.
A lo largo de su carrera, la Dra. Terrazas se ha enfrentado a varios desafíos. Uno de los primeros fue cuando empezó a ver distintos casos de hígado graso en mujeres embarazadas. Cuenta que aunque es una enfermedad poco común es muy agresiva, que provoca la muerte de la paciente si es que no es atendida rápidamente.
“Es una patología que una vez que ves los síntomas tienes que comenzar a actuar, ya que la mayoría de casos fallecen. Lo triste es que compromete a las pacientes jóvenes, gestantes, que de repente tienen su primer hijo. Eso es una de las cosas que más me ha afectado ver”, indica.
Otro desafío es el relacionado al COVID-19. A la Dra. Terrazas, así como a su equipo médico intensivo le ha tocado ver pacientes despiertos, sin ninguna complicación, que a las pocas horas fallecen por falta de oxígeno. “Así de agresivo es este virus. Ataca muy rápido. Es algo muy doloroso que nunca pensé vivir”, afirma.
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Aún recuerda aquel sábado 14 de marzo, día en que llegó el primer paciente con coronavirus al hospital Sabogal. Tras terminar su turno a las 2 p.m., salió del hospital con destino a su casa. Acababa de abrir la puerta cuando sonó su celular. Le comunicaron que un paciente con requerimiento de UCI estaba siendo trasladado.
“Tuve que dar media vuelta y regresar al hospital. Logré atender al primer paciente que llego allí”, recuerda.
En el hospital ahora hay 202 pacientes hospitalizados en la zona Covid y cada día ingresan cerca de 40 con urgencia de soporte oxigenatorio y 6 de ventilación mecánica. Ese estrés y cansancio que puede sentir en el trabajo disminuye de gran forma cuando vuelve a casa. Allí la espera su esposo, quien es oftalmólogo, y su hija, quien actualmente estudia medicina. Ellos no hablan del trabajo y tratan de despejar la mente conversando de otros temas. Para la Dra. Terrazas es su mejor terapia.
Al llegar la noche, se acuesta y se queda dormida pensando en los pacientes que debe atender al día siguiente. Al sonido del despertador, toma una ducha, se viste y nuevamente enrumba al Callao para seguir salvando vidas.
“Cuando un paciente entra a UCI también entra toda una familia”
El Dr. Jesús Valverde Huamán lleva ya 21 años como intensivista. Recuerda que desde chico, en su natal Ica, siempre quiso estudiar medicina. Tras culminar el colegio, ingresó a estudiar a la Universidad Nacional San Luis Gonzaga a los 16 años, para luego viajar a Lima y hacer su internado en el Hospital Edgardo Rebagliati. En tanto, su especialidad la realizó en el Guillermo Almenara.
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“Decidí ser intensivista cuando vine a Lima y comencé en el Rebagliati. Veía a los residentes, su actitud, su manera de tratar al paciente grave, de tener mucho dinamismo, me gustó ese perfil”, cuenta el presidente de la Sopemi a esta Diario.
Para el Serums, Valverde fue enviado a Huancavelica, a una zona de extrema pobreza, donde incluso, cuenta, había remanentes terroristas. “No había luz, movilidad, dónde comer, pero sí había la actitud de ayudar la gente que más necesitaba y colaborar en la salud pública”, recuerda.
El doctor narra que parte de la rutina de un médico intensivista es el trabajo de guardia, es decir, trabajar de 12 a 24 horas en un establecimiento de salud y luego hacer lo mismo en otro. En su caso, él labora en la Clínica San Pablo y en el Hospital Dos de Mayo.
“La Unidad de Cuidados Intensivos es el corazón del centro de salud. Nosotros somos especialistas en pacientes graves o potencialmente graves. Debido a la falta de médicos intensivistas todos trabajamos en dos sitios. Incluso hay algunos que lo hacen en tres”, indicó.
El Dr. Valverde también destacó la labor de las enfermeras intensivista y técnicos, sobre todo durante la pandemia del COVID-19. Resaltó que los profesionales de las UCI junto con los diversos equipos biomédicos forman un binomio calificado.
Respecto al coronavirus en el Perú, precisó que a la fecha los resultados en las UCI han cambiado. Ahora hay más pacientes que salen con vida de estas áreas, lo que para ellos es alentador. “Hay mucho éxito. Sin embargo, sigue siendo la mortalidad alta en las UCI. Es una patología muy agresiva”, expresó.
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El galeno avizora un año muy difícil para él y sus colegas, ya que no se cuenta con todos los equipos que deberían tener y el recurso humano con que deberían contar. El agotamiento mental, físico, va en aumento. “Esto es muy demandante, estamos bastante cansados, pero bueno, hay que seguir adelante con las fuerzas que nos quedan”, dice optimista.
Tal es el nivel de estrés y preocupación de un médico que se enfrenta al coronavirus que en su caso lleva el trabajo a casa. Mientras su familia duerme, él revisa una y otra vez los casos de los pacientes para encontrar la forma de mejorar sus estados de salud.
Una frase que siempre tiene presente es que “cuando un paciente entra a UCI no lo hace solo, sino que entra toda una familia completa”. El solo hecho de recordarla le da el ánimo suficiente para enfrentar diariamente al virus.
Un maestro de la medicina intensiva
Hace ocho meses que dejó la medicina intensiva, pero aún siente ese deseo de poder salvar de la muerte a un enfermo grave que llegaba a la UCI del Hospital Daniel Alcides Carrión. Aún más en el contexto actual. “Me gustaría ahorita tener 10 años menos y estar trabajando con los pacientes con COVID-19”, dice el doctor Carlos Salcedo a este Diario.
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El galeno estudió en la Facultad de San Fernando de la San Marcos. Al concluir sus estudios fue enviado a Chota (Cajamarca) para realizar lo que antes se denominaba el Servicio Civil de Graduandos (Secigra), lo que hoy en día se conoce como Serums. A su regreso a Lima llevó a cabo su residencia en el Carrión y posteriormente, ya en el año 81, empieza a trabajar en la UCI del hospital.
Salcedo fue uno de los gestores, allá en la década de los 80, para que la medicina intensiva sea reconocida en el Perú como una especialidad. Incluso cerca de 8 años antes de que Estados Unidos hiciera lo mismo. “Tuvimos que luchar mucho para caracterizar la especialidad. Al principio éramos 5 o 6 nada más”, recuerda.
Su estancia al extranjero lo ayudó en ese objetivo, ya que vino con ideas más avanzadas en cuanto a tecnología y lo que verdaderamente necesita un paciente crítico. Su arduo trabajo lo llevó a ser presidente del Comité de la Sociedad de Medicina Intensiva de San Marcos, fundado en 1990.
Para Salcedo un requisito primordial para dedicarse a la medicina intensiva es tener vocación de servicio y sacrificio. Debido al estado de gravedad con que un paciente ingresa a las UCI este no se da cuenta de quién lo atiende. Una vez que mejora su estado es llevado a otra área, donde finalmente despierta. “Se podría decir en ese sentido que es una especialidad ingrata. No es que el paciente se vuelve fiel al médico, como sucede en otras áreas. Mas bien es la familia con la que el intensivista mantiene permanente contacto”, precisa.
Este maestro de la medicina intensiva sigue siendo pieza clave en la formación de intensivistas. Desde el año 78 ejerce la docencia en San Fernando y también enseña a residentes de esta especialidad. Además, colabora dando impresiones y recomendaciones al Comando COVID-19. Tal y como hizo mención a este Diario: “Uno nunca deja de ser intensivista”.
La vocación en las venas
A diferencia de la mayoría de médicos, los primeros pacientes de la Dra. Patricia Gutierrez Montoya (57) fueron animales. Cuando era pequeña sus hermanos salían a cazar aves en su natal Paramonga (Trujillo) y llevaban de vez en cuando a casa algunas que resultaban heridas. “Supe desde muy temprano que iba a ser médico pues la sensación que provocaba curarlas era de gran satisfacción y alivio”, afirma.
En medio de un sin fin de aventuras que ofrece esta zona del norte del país logró terminar sus estudios secundarios, para luego viajar a Lima y estudiar Medicina en la Universidad Federico Villareal. Sin embargo, fue cuando realizaba el internado que supo que sería médico intensivista. Aún recuerda aquella vez que el perifoneo del hospital advirtió de un código rojo. Había llegado un paciente que requería de atención urgente. El especialista de ese entonces le encargó a ella y sus compañeros realizar la reanimación cardiopulmonar. “Nos indicaba la mejor manera de hacer las compresiones torácicas. Que nos incluya nos hizo sentir importantes”, cuenta. En otro momento, fue testigo de la recuperación de un adulto mayor que prácticamente ya no tenía signos vitales. La Dra. Gutierrez no recuerda el nombre del médico que lo trataba, pero sí que era anestesiólogo y que había hecho una capacitación en medicina intensiva en Europa. Ahí nació la idea de seguir sus pasos.
Siguiendo con su preparación viajó a Sucre (Cajamarca) para llevar a cabo el Serums como jefa de un centro de salud. Montada en una mula recorrió todos los pueblos de la zona realizando capacitaciones y campañas de atención médica.
Al poco tiempo de retornar a Lima, la Universidad San Marcos anunció que ofrecía la especialidad de Medicina Intensiva en el concurso de residentado de 1992. “No lo pensé dos veces y escogí esta especialidad que me ha llenado de muchas satisfacciones en mi vida”, dice orgullosa. Posteriormente ingresó a trabajar en la UCI del Hospital Nacional Daniel Alcides Carrión, donde tuvo mentores como los doctores Salomón Zavala y Carlos Salcedo, a quienes agradece por todos los conocimientos que le transmitieron.
La Dra. Gutierrez es ahora jefa de la UCI del hospital y se encuentra al frente de la Jefatura del Departamento de Emergencia y Cuidados Críticos. Precisa que nunca en el hospital había funcionado tantos ventiladores mecánicos, cantidad que sin embargo es insuficiente. Ella sabe que es usual para el intensivista tener que decidir qué paciente recibe ventilación mecánica, luego de evaluar técnicamente prioridades claro. Pero a causa del COVID-19 muchos pacientes están en similar prioridad, lo que dificulta mucho más tomar esa decisión.
“Como jefa debo proteger a mi personal y facilitarle los medios para atender de manera oportuna a los pacientes. Una se quiebra al saber cómo ayudar y no tener como hacerlo. Negarle una cama o un ventilador a un colega... eso no debería pasar”, lamentó.
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¿Quiénes son las personas que corren más riesgo por el coronavirus?
Debido a que la covid-19 es un nuevo coronavirus, de acuerdo con los reportes que se tienen a nivel mundial, las personas mayores y quienes padecen afecciones médicas preexistentes como hipertensión arterial, enfermedades cardiacas o diabetes son las que desarrollan casos graves de la enfermedad con más frecuencia que otras.
¿Hay cura para la covid-19?
Aún no existen pruebas de que alguna vacuna o medicamento pueda prevenir o curar la enfermedad. Sin embargo, los afectados deben recibir atención de salud para aliviar los síntomas; y si el paciente está grave, deberá ser hospitalizado.
La OMS coordina esfuerzos para encontrar la cura contra este nuevo coronavirus que ha acabado con la vida de miles de personas.