Ronald junto a su esposa en su casa de Santa Anita. Él fue el primero enterarse que su padre falleció el domingo por la mañana de coronavirus. Foto: Joel Alonso Huamani
Ronald junto a su esposa en su casa de Santa Anita. Él fue el primero enterarse que su padre falleció el domingo por la mañana de coronavirus. Foto: Joel Alonso Huamani
Rodrigo Cruz

La primera señal fue que dejó de contestar el celular. Tres días antes, el personal del Ministerio de Salud (Minsa) le aconsejó que lo mejor era aislar a su padre en un cuarto de la casa. El resultado de la prueba rápida había salido positivo para el coronavirus y con el fin de evitar una propagación lo más recomendable era evitar algún tipo de contacto directo.

Ronald entendió el mensaje y junto a sus cuatro hermanos decidieron habilitar una habitación en el tercer piso. Un lugar donde su padre pudiera estar cómodo y a la vez lejos de ellos. Se fijaron horarios para entregarle los alimentos y las medicinas. La persona que debía entrar tenía que utilizar la máxima protección posible: guantes, mascarillas, lentes, zapatos envueltos en bolsas.

Los del Minsa les dijeron que su padre iba a mejorar, que el virus estaba saliendo del cuerpo, pero era necesario que se tomaran esas medidas por precaución.

Para monitorear al señor Javier, digamos que se llama así, sus hijos decidieron ponerle a su alcance un celular. Cada 15 o 20 minutos lo llamarían para preguntarle cómo iba: si su tos se había calmado, si seguía con fiebre o si le costaba respirar.

Así estuvieron un día y medio. El domingo 19 de abril, a las 11 a.m., Ronald llamó a su padre. Quería saber cómo le había ido con el eucalipto que le dieron más temprano. El teléfono timbraba pero saltaba la casilla de voz. Ronald insistió, pero fue en vano. Entonces, se puso los guantes, una mascarilla y subió al tercer piso.

Abrió la puerta y encontró el cuerpo de su padre inmóvil. Se acercó y le tocó los labios. El frío que sintió en su piel fue suficiente para saber lo que había ocurrido. Todavía sin procesar la noticia, salió del cuarto y llamó a sus hermanos. No lo podía creer.

Hace menos de un mes, el 28 de marzo para ser exactos, estaban celebrando todos juntos en la casa de Santa Anita el cumpleaños 64 de su padre. Javier estaba sano y enérgico. El avance del virus no lo amilanaba. Como comerciante, seguía yendo al mercado mayorista para vender camotes. Así continuó hasta unos días antes de la Semana Santa.

En el tercer piso de esta casa en Santa Anita estaba el cuerpo del señor Javier. Foto: Joel Alonso Huamani
En el tercer piso de esta casa en Santa Anita estaba el cuerpo del señor Javier. Foto: Joel Alonso Huamani

¿Cómo pudo contagiarse? Ronald no tiene una respuesta clara. La único que sabe es que el jueves 16 su padre se puso mal. Tuvo fiebre y una tos insoportable. Entonces, decidieron llevarlo a una clínica cercana. Allí le dijeron que lo mejor era llamar al Minsa porque los síntomas eran de una posible infección de COVID-19.

Ese mismo jueves llamaron al 113. Al día siguiente, los médicos fueron a su casa. Le tomaron la prueba rápida a su padre y a los que estuvieron en contacto con él. Es decir, a Ronald, su esposa, su hermano y su cuñada. Solo Javier dio positivo. Procedieron con el aislamiento pero ya la angustia estaba en todas las paredes.

En la casa de Santa Anita vive toda la familia. En el primer piso está Ronald con su esposa y sus padres. En el segundo, dos de sus hermanos con sus parejas e hijos. Una parte del tercer nivel fue alquilada a dos familias de venezolanos y en el cuarto piso vive uno de los nietos.

Luego de producida la muerte, decidieron llamar nuevamente al 113. Al otro lado de la línea les dijeron que, por protocolo, debían de llamar al 105, la central de emergencia de la policía. “Al principio no nos hacían caso. Tenían las líneas saturadas. Al rato por fin nos respondieron y pasadas las 5 de la tarde llegaron policías de la comisaría de Santa Anita”, nos dice Ronald.

Los agentes reportaron el hecho a la fiscalía, que a su vez notificó a las autoridades sanitarias. Sin embargo, ese domingo nadie recogió el cadáver de Javier. Al día siguiente, la policía regresó y cercó la casa. Los vecinos empezaron a preguntar qué había sucedido. Lo peor fue cuando empezó a sentirse un olor extraño.

“Los vecinos nos llamaron para decirnos que también sentían ese olor. Por eso se movilizaron y nos ayudaron a llamar a la policía y a la prensa para que nos ayudasen”, afirma Ronald. Una de esas llamadas fue al periodista que escribe esta nota.

Lo que no sabían los familiares era que la demora se debía a los problemas en el pago que la Dirección de Redes Integradas de Salud (Diris) de Lima Este, del Minsa, tenía con la empresa de cremación. Esta última señalaba que como no le pagaron por recojos anteriores, no iba a realizar ese servicio.

Pasaban las horas y nadie recogía el cadáver. “Es muy doloroso, como hijo, que el cuerpo de tu padre esté tirado y no puedas hacer nada”, nos dice por teléfono.

De acuerdo a fuentes de la Diris de Lima Este, se llegó a un acuerdo con la empresa de cremación. Pero ya era la noche del lunes.

El martes a las 8:30 a.m., se acercaron dos personas de la empresa con trajes de bioseguridad. Subieron al tercer piso. Envolvieron el cuerpo de Javier en una bolsa hermética, lo bajaron al primer nivel y se lo llevaron.

El personal del Minsa se acercó para emitir el certificado de defunción. Hora y fecha del deceso: domingo 19 de abril a las 9:45 de la mañana aproximadamente.

Video de cuando recogieron el cadáver:

El cuerpo se había ido pero en la casa seguía la angustia: las autoridades sanitarias no habían desinfectado el cuarto donde estaba el señor Javier. Hasta el cierre de esta nota, ese seguía siendo el reclamo de la familia.

Además, un nuevo problema había aparecido: el Minsa les realizó pruebas rápidas a los que vivían en la casa. De los 11 exámenes que hicieron, seis dieron positivo: la mamá de Ronald, uno de sus hermanos, su cuñada, uno de sus sobrinos y dos de sus inquilinos venezolanos.

“Estamos viendo qué hacer ahora porque prácticamente todos en la casa estamos con el virus”, nos dice Ronald.

¿Qué es un coronavirus?

Los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden llegar a causar infecciones que van desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, que se pueden contagiar de animales a personas (transmisión zoonótica). De acuerdo con estudios, el SRAS-CoV se transmitió de la civeta al ser humano, mientras que el MERS-CoV pasó del dromedario a la gente. El último caso de coronavirus que se conoce es el COVID-19.

En resumen, un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano y debe su nombre al aspecto que presenta, ya que es muy parecido a una corona o un halo.

¿Qué es el COVID-19?

El COVID-19 es la enfermedad infecciosa que fue descubierta en Wuhan (China) en diciembre de 2019, a raíz del brote del virus que empezó a acabar con la vida de gran cantidad de personas.

El Comité Internacional de Taxonomía de Virus designó el nombre de este nuevo coronavirus como SARS-CoV-2.

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