En Lima, una de las ciudades más congestionadas de América Latina, los minutos se vuelven eternos cuando alguien sufre un paro cardíaco, un accidente de tránsito o una crisis médica en plena calle. El sonido de una sirena no siempre garantiza una llegada rápida: las ambulancias suelen quedar atrapadas en medio de un mar de autos que rara vez cede el paso. Es en ese escenario donde las Unidades de Primera Intervención (UPI) —motos equipadas con médicos y técnicos de salud— han surgido como una alternativa que, en muchos casos, marca la diferencia entre la vida y la muerte.

Un modelo adaptado al caos limeño

La diferencia es significativa. Nosotros lo vivimos en campo todos los días, dice David Chong, gerente de 4D Servicios Logísticos, una de las empresas pioneras en el país detrás de este modelo. La idea nació como una respuesta a una pregunta sencilla pero urgente: ¿cómo reducir el tiempo que tarda la ayuda en llegar hasta un paciente que se encuentra en riesgo vital?

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Carlos Salas Abusada

Las UPI fueron concebidas para atender emergencias en contextos en los que cada segundo cuenta. Su público principal son clínicas, hospitales privados y aseguradoras que buscan optimizar sus protocolos de atención. A diferencia de una ambulancia tradicional, la moto puede moverse con rapidez incluso en calles atestadas, aprovechar espacios reducidos y esquivar embotellamientos imposibles para una unidad de cuatro ruedas.

El concepto, sin embargo, no se limita a la logística del transporte. Cada moto UPI lleva a bordo a un médico y a un técnico de salud, además de estar equipada con insumos básicos para estabilizar a un paciente. Esto convierte a la unidad en un binomio de acción inmediata capaz de realizar maniobras avanzadas hasta la llegada de la ambulancia.

Chong recuerda un caso que grafica la importancia de este servicio: “Se activó un código rojo por un paro cardíaco en una persona de la tercera edad. Nuestra UPI llegó cinco minutos antes que la ambulancia. En ese tiempo, el médico inició maniobras de reanimación, aplicó adrenalina y estabilizó al paciente. Esos cinco minutos marcaron la diferencia: esa persona sobrevivió”.

El valor del tiempo

De acuerdo con Chong, en promedio las UPIs llegan entre cinco y ocho minutos antes que una ambulancia. Puede parecer poco, pero en un paro cardiorrespiratorio cada minuto sin atención reduce en un 10% la probabilidad de supervivencia.

“Esos minutos son fundamentales. Ahí está la clave de por qué las motos pueden salvar más vidas”

Redacción EC, gerente de 4D Servicios Logísticos

Redacción EC,

La experiencia internacional respalda esta afirmación. En ciudades densamente pobladas como São Paulo, Ciudad de México o Bogotá, servicios similares se han implementado con éxito. En países europeos, las motocicletas de emergencia ya forman parte oficial de los sistemas de salud pública. El Perú, en cambio, aún carece de un marco regulatorio que reconozca formalmente a estas unidades como vehículos de emergencia.

Obstáculos en la vía

Incluso con motos, Lima presenta desafíos complejos. El Centro Histórico, Miraflores, San Isidro y Surco son algunos de los distritos donde el tráfico alcanza niveles críticos. “En horas punta la congestión es impresionante. Pero incluso en esas circunstancias, las motos logran avanzar más rápido gracias a su maniobrabilidad y al entrenamiento que reciben los pilotos”, explica Chong.

Ese entrenamiento es un elemento clave. Los pilotos no son simples conductores: son técnicos en salud capacitados para brindar primeros auxilios y soporte vital. Además, siguen protocolos de “conducción rápida y preventiva”, diseñados para minimizar riesgos mientras se responde a emergencias. “No se trata solo de tener una moto, sino de saber usarla en condiciones extremas”, enfatiza el gerente.

La coordinación con las ambulancias

Una de las preguntas más frecuentes sobre el modelo UPI es qué sucede cuando la moto llega primero, pero el traslado del paciente aún depende de la ambulancia. Chong explica que la respuesta está en la coordinación en tiempo real: “El piloto de la moto y el médico actúan como un binomio. Informan directamente al equipo de la ambulancia sobre el estado del paciente, lo estabilizan y permanecen con él hasta que llegue la unidad de traslado. El paciente nunca se queda solo”.

No obstante, reconoce que la demora de las ambulancias sigue siendo un problema crítico. “La UPI resuelve el primer paso, pero si la ambulancia no logra llegar a tiempo, el flujo de atención se quiebra. El paciente necesita estar en un hospital cuanto antes. Ahí todavía tenemos un gran reto como sistema de salud y como ciudad”.

El factor ciudadano

Para Chong, no todo depende de la tecnología o de la logística. La cultura vial de los peruanos sigue siendo una barrera de gran peso. “En el Perú, los conductores no ceden el paso a las ambulancias. Muchas veces incluso se meten detrás de ellas para avanzar más rápido, lo cual es inconcebible. Esa falta de conciencia ciudadana pone vidas en riesgo todos los días”.

En contraste, en países como Alemania o Estados Unidos, la educación vial incorpora desde temprana edad la importancia de ceder el paso a los vehículos de emergencia. “Cuando suena una sirena, todos se orillan a la derecha y se detienen. Aquí, lamentablemente, muchas veces ocurre lo contrario”, lamenta Chong.

El vacío normativo

Más allá del comportamiento ciudadano, el marco legal también juega en contra. Hoy, las UPIs no están reconocidas oficialmente como vehículos de emergencia en el Perú. Esto implica que, aunque cuenten con sirenas y luces, no tienen el mismo nivel de prioridad en la vía que una ambulancia. “Ya hemos tenido conversaciones con el Ministerio de Transportes y Comunicaciones, pero nos han dicho que no existe regulación al respecto. En otros países sí se les reconoce, y eso les permite operar con mayor eficiencia. Aquí todavía falta decisión política”, explica Chong.

Una política pública pendiente

La visión de 4D Servicios Logísticos es que las UPI dejen de ser un servicio privado y se conviertan en parte de la política pública de salud. “Estamos convencidos de que este modelo puede salvar muchas vidas, no solo en Lima sino en cualquier ciudad latinoamericana con problemas de congestión. El primer paso es que el Estado lo reconozca y lo implemente a gran escala”.

Para lograrlo, Chong plantea dos medidas urgentes: el reconocimiento normativo y campañas permanentes de educación ciudadana. “No basta con optimizar la primera intervención. Se necesita un sistema completo en el que cada parte funcione de manera coordinada: la UPI, la ambulancia, el hospital y el ciudadano que respeta el paso de un vehículo de emergencia”.

En su visión a futuro, Chong imagina un escenario en el que cada distrito de Lima cuente con varias unidades UPI listas para responder en minutos a cualquier emergencia. “Si logramos eso, las tasas de mortalidad por infartos, paros cardiorrespiratorios o accidentes graves podrían reducirse significativamente. El impacto sería enorme”.

Pero para que esa visión se concrete, insiste en que es necesario un cambio cultural y político. “La UPI ya ha demostrado que funciona. Ahora lo que falta es que como sociedad tomemos en serio la importancia de salvar vidas. Eso implica respeto, educación y decisión estatal”.

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