El 12 de setiembre de 1992, el Perú cambió para siempre. Aquel sábado, Abimael Guzmán, cabecilla del movimiento terrorista Sendero Luminoso (SL), fue arrestado en una vivienda de la urbanización Los Sauces en el distrito de Surquillo.
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La captura del siglo se logró por la minuciosa labor del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la Policía Nacional del Perú. Los agentes trabajaron más de 30 meses para capturar a ‘Gonzalo’ y a la cúpula terrorista que venía atemorizando al país.
Hace 29 años, muchos ciudadanos lloraron, rezaron, aplaudieron y se movilizaron por las calles ante la impactante noticia que significaba, sin duda alguna, el principio del fin del terror y la violencia subversiva.
Uno de los puntos de encuentro fue la calle Tarata de Miraflores, donde el 16 de julio de ese mismo año Sendero Luminoso había perpetrado uno de sus ataques más sangrientos y destructivos.
Para no olvidar
A sus 5 años, Vanessa Quiroga Carbajal y su madre Gladys, una comerciante de la calle Tarata, vivieron en carne propia la furia terrorista. “Mi mamá gritaba: ‘Coche-bomba, coche-bomba’. Luego de la primera explosión corrimos hacia la avenida Larco. Allí, a medio camino, explotó la segunda carga. Fue muy cerca de nosotras”, dice la mujer que perdió la pierna izquierda aquella noche.
“Nunca sabremos si perdí la pierna cuando estaba en Larco o si, de repente, en ese afán de escapar corriendo una esquirla me cayó y me la cortó”, acota Vanessa, quien durante estos años se ha vuelto muy activa en diferentes plataformas desde donde expone el daño que SL le hizo al país. “El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”, dice la madre de dos pequeños.
Así como ella, Juan Álvarez Mamani, un comerciante que lleva 39 años vendiendo golosinas en las inmediaciones de la calle Tarata, resalta la importancia de conocer la historia del país así sea “muy triste y dolorosa”.
A pesar de los años y de las heridas que siguen cerrando, hay días en los que Juan aún teme escuchar el ruido de la explosión y toparse cara a cara con la muerte y la destrucción. “Nunca imaginé ver eso. Todo quedó destruido, la gente corría desesperada y ensangrentada. Yo sobreviví y ahora cuento esa historia para que no sea olvidada”, dice el hombre de 71 años que desde el atentado padece problemas de audición.
“Muchas familias se rompieron. Nada es igual desde entonces”, acota Álvarez.
Esa diferencia y ese vacío lo sabe la familia Cava Arangoitia, quienes perdieron a Pedro, un joven odontólogo que se encontraba en uno de los edificios que quedó destruido. Aquella noche el muchacho de 27 años se encontraba esperando a uno de sus hermanos para atenderlo como parte de su jornada laboral. Desafortunadamente, la explosión destruyó el consultorio familiar y lo dejó con lesiones de gravedad.
Después de una accidentada búsqueda, Oswaldo y Felipe encontraron a su hermano entre los escombros del edificio. “Inicialmente, yo le toqué el pulso y lo sentí con signos vitales. Lo bajamos para llevarlo al hospital, él estaba inconsciente. Tenía heridas de mucha consideración, pero sentía pulso, había vida”, narra Oswaldo.
Desafortunadamente, el joven murió debido a sus heridas de gravedad. “Pedro ahora tendría 56 años. Él era muy solidario y ayudaba mucho a las personas”, dice su hermano mayor.
Reflexión
A sus 94 años, Oswaldo Cava Gárate es enfático al señalar la importancia de que los jóvenes conozcan la crueldad y la violencia con las que actuaron los miembros de Sendero Luminoso. “Fueron casi 70 mil muertos. El país se paralizó 20 años y ahora no podemos retroceder con mensajes erróneos sobre el terrorismo. Dar importancia a personajes que están del lado equivocado de la historia es faltar a la memoria de todos los fallecidos y de sus familias”, dice Cava Gárate.
Y recuerda: “Durante la primera movilización convocada por el alcalde Andrade, nos salió un grito que no era de pena. ‘No nos vencerán, no nos vencerán’, decíamos las cuatro mil o cinco mil personas que estábamos en el óvalo de Miraflores. Nunca me voy a olvidar de eso. Después, vino la captura de Abimael Guzmán”.
El patriarca de los Cava no guarda rencor y siente que su fe en Dios y la Virgen María ayuda a su familia a superar el traumático episodio. Lo que sí resalta Oswaldo es la necesidad de dar a conocer los sucesos que enlutaron al país.
Eso mismo piensa Vanessa, quien colabora con diversos grupos para difundir su testimonio. “Empecé a darme cuenta de que una de las cosas más importantes que yo podía hacer era que este episodio que nos tocó vivir a todos los peruanos no se olvidara”, sostiene.
Mientras que Juan Álvarez, siempre desde Tarata, continúa escuchando con paciencia a los curiosos que llegan a buscar información sobre el ataque. “Muchos jóvenes vienen a preguntar cosas sobre el terrorismo, yo les cuento, ellos tienen que saber qué pasó. En estos tiempos tan difíciles es importante tener memoria”, dice.
Una sola voz
En todo el país, diversas agrupaciones realizarán actividades reflexivas, educativas y conmemorativas. En Lima, a las 10:00 a.m. se llevará a cabo una actividad en la plaza Moyano de Villa El Salvador. En tanto, el Colectivo 12 de Setiembre organizará una movilización en Miraflores a partir de las 5:00 p.m. El punto de encuentro será el parque Kennedy, desde donde los asistentes caminarán hasta la calle Tarata.
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